1.
Eros Sangrientos y otros.
Robin Book era una editorial de origen español que apareció en los noventa, cuya oferta era- a menos que me equivoque- de dos tipos:
Primero: Libros de temática esotérico, "magia" y cosas por el estilo. Títulos para nada de mi interés.
Segundo: Antologías de horror monotemáticas, con un listado de autores modernos consagrados y varios cuentos para gozar a concho, en diferentes orientaciones del tema en cuestión.
En ambos casos, las portadas eran muy coloridas y los libros en general muy bellos, que daba gusto verlos en exposición, tener uno a mano, echarles una ojeada y llevártelos contigo.
Eran principios y luego mediados de los noventa, cuando yo estaba en los últimos años del colegio y con posterioridad en el inicio de mi etapa universitaria. En ese tiempo yo compraba la revista Fangoria- de la que les he hablado harto por acá y de la cual de una de sus secciones saqué el nombre para mi blog- y gracias a ella supe de estos títulos, que de inmediato acapararon mi atención y me hice la idea de conseguirlos.
En San Diego, la calle de Santiago Centro dedicada a la venta de libros, en plena Plaza Diego de Almagro- llena de kioscos con venta de literatura- tenía un puesto un caserito que vendía muy baratos los textos y quien contaba con mucha variedad de mi gusto. A ese caballero le compré bastante, dentro de las escasas posibilidades que tenía ille tempore, quien entre su mercancía ofrecía varias de las susodichas selecciones. Tres de ellas me seducían bastante, pero siempre me gastaba la plata en otros volúmenes cuando iba para allá: Eros Sangriento (terror erótico), Post Mortem (fantasmas) y Vampiros (chupasangres). Esas antologías solo estuvieron por acá unos años, que luego la empresa quebró, creo, y nunca más los pillé. De esa colección solo pude comprarme Las Moradas del Horror (casas embrujadas), que tuve que escoger entre ese o los otros títulos ya mencionados, aunque años después mi gran amigo Miguel Acevedo me prestó Acosados (persecuciones).
A veces veo alguna obra del catálogo esotérico de Robin Book en alguna librería, puesto o feria de libros usados, pero por más que se lo pido a los Dioses del Abismo, nada queda de esas geniales colecciones de horror.
Robin Book era una editorial de origen español que apareció en los noventa, cuya oferta era- a menos que me equivoque- de dos tipos:
Primero: Libros de temática esotérico, "magia" y cosas por el estilo. Títulos para nada de mi interés.
Segundo: Antologías de horror monotemáticas, con un listado de autores modernos consagrados y varios cuentos para gozar a concho, en diferentes orientaciones del tema en cuestión.
En ambos casos, las portadas eran muy coloridas y los libros en general muy bellos, que daba gusto verlos en exposición, tener uno a mano, echarles una ojeada y llevártelos contigo.
Eran principios y luego mediados de los noventa, cuando yo estaba en los últimos años del colegio y con posterioridad en el inicio de mi etapa universitaria. En ese tiempo yo compraba la revista Fangoria- de la que les he hablado harto por acá y de la cual de una de sus secciones saqué el nombre para mi blog- y gracias a ella supe de estos títulos, que de inmediato acapararon mi atención y me hice la idea de conseguirlos.
En San Diego, la calle de Santiago Centro dedicada a la venta de libros, en plena Plaza Diego de Almagro- llena de kioscos con venta de literatura- tenía un puesto un caserito que vendía muy baratos los textos y quien contaba con mucha variedad de mi gusto. A ese caballero le compré bastante, dentro de las escasas posibilidades que tenía ille tempore, quien entre su mercancía ofrecía varias de las susodichas selecciones. Tres de ellas me seducían bastante, pero siempre me gastaba la plata en otros volúmenes cuando iba para allá: Eros Sangriento (terror erótico), Post Mortem (fantasmas) y Vampiros (chupasangres). Esas antologías solo estuvieron por acá unos años, que luego la empresa quebró, creo, y nunca más los pillé. De esa colección solo pude comprarme Las Moradas del Horror (casas embrujadas), que tuve que escoger entre ese o los otros títulos ya mencionados, aunque años después mi gran amigo Miguel Acevedo me prestó Acosados (persecuciones).
A veces veo alguna obra del catálogo esotérico de Robin Book en alguna librería, puesto o feria de libros usados, pero por más que se lo pido a los Dioses del Abismo, nada queda de esas geniales colecciones de horror.
2.
Marinia.
Jack Williamson es un autor precursor de la Edad de Oro de la Ciencia Ficción, a quien tuve el gusto de conocer gracias a Isaac Asimov, por medio de sus antologías tan divertidas, en las que no solo demostraba su buen gusto y conocimientos del tema, sino que anticipaba cada texto con una elocuente introducción para cada cuento y su escritor (fue, justamente, por medio de las humildes ediciones de la Biblioteca de Oro de Ciencia Ficción, colección con la cual comencé esta serie de posts, que leí por primera vez a este gran maestro del género).
Por otro lado, Frederick Pohl es un autor aún mucho más relevante que el anterior, más o menos de una generación siguiente a este otro, y es que ha escrito verdaderas novelas que se encuentran entre lo más graneado del género, por no decir entre las obras cumbre de la fantasía científica del siglo pasado, como lo son Pórtico (civilizaciones extraterrestres) y Homo Plus (ciborgs y terraformación). Por otro lado, coescribió junto a su colega Cyril M. Kornbluth Mercaderes del Espacio, entre otras novelas, un texto que adelantó el abuso de la publicidad en la sociedad actual (si bien se trata de una obra futurista) ... Y es en este último punto, sobre su destacada carrera, dedicada a redactar a cuatro manos un mismo trabajo literario, que hoy lo traigo a colación; puesto que en determinado momento colaboró con Williamson, para escribir al menos dos novelitas de ciencia ficción: ¡Ciudad Submarina! (su nombre lo dice todo) y Marinia.
En los años sesenta la extinguida editorial mexicana Novaro, una importantísima empresa, que distribuyó hasta los años ochenta en varios países de habla hispana latinoamericanos literatura, cómics y revistas, sacó los mencionados títulos de Williamson y Pohl en lindos libritos de bolsillo tipo pulp, con coloridas portadas y papel casi de Biblia.
Eran los recordados años noventa y a veces me pasaba a los terminales de buses de Estación Central, donde paran los vehículos que trasladan a gente de una ciudad a otra, entre regiones, para "vitrinear" en los kiosquitos que estaban a sus alrededores y vendían "libros de viejos", entre otros. En uno de ellos compré la primera entrega (que en realidad era el tercer libro de una trilogía) y "a precio de huevo". En un viaje posterior estaba Marinia (el primero de la saga), igualmente muy barato; aunque en ese tiempo no trabajaba y solo poseía lo que mis padres me daban- que ahorraba harto para comprar literatura-, sin embargo, de puro tonto no lo llevé conmigo y ya después cuando volví a buscarlo no estaba.
3. San Leibowitz y la Mujer Salvaje.
Me encontraba en la universidad, cuando al entrar al curso facultativo (electivo) de Literatura de Ciencia Ficción, en el primer semestre que se impartió, el profe nos hizo leer uno de los cuentos más bellos que he tenido la dicha de gozar: Cántico por San Leibowitz de Walther Miller Jr., una obra de ciencia ficción postapocalíptica acerca de la fe religiosa y que rescata lo mejor de la Iglesia Católica. Era 1995 y al año siguiente, en plenas vacaciones de verano, me regalaron el libro que extendió dicha obra a novela, escrito por el mismo autor (el cual también leí con mucho placer).
Muchos años después, ya en este siglo, a la Librería Chilena- otro lugar del que he hablado varias veces por acá- les llegó, como en otras ocasiones, un montón de títulos de la colección Nova (especializada en ciencia ficción). Eran de esos tomos grandes, de más de 20 centímetros de largo y que tengo la dicha de poseer hartos. Un día andaba en una de sus dos sucursales, buscando un regalo para mi amigo Mauricio por su cumpleaños y me encontré con su secuela. Titulada San Leibowitz y la Mujer Salvaje, corresponde a una obra póstuma suya, la que quedó inconclusa tras su muerte por suicidio en 1996 y que fue terminada por Terry Bisson al año siguiente. No dudé en comprársela, pues en los noventa le había prestado el libro anterior y le había fascinado (el Pelao llega a ser pechoño de tan católico que es). De puro tonto no me llevé un ejemplar para mí y por eso mismo me tienen ahora escribiendo estas líneas. El cumpleañero se leyó el libro y luego en una de sus locuras lo vendió; mejor me lo hubiese devuelto, cambiado por otra cosa o vendido a mí.
Jack Williamson es un autor precursor de la Edad de Oro de la Ciencia Ficción, a quien tuve el gusto de conocer gracias a Isaac Asimov, por medio de sus antologías tan divertidas, en las que no solo demostraba su buen gusto y conocimientos del tema, sino que anticipaba cada texto con una elocuente introducción para cada cuento y su escritor (fue, justamente, por medio de las humildes ediciones de la Biblioteca de Oro de Ciencia Ficción, colección con la cual comencé esta serie de posts, que leí por primera vez a este gran maestro del género).
Por otro lado, Frederick Pohl es un autor aún mucho más relevante que el anterior, más o menos de una generación siguiente a este otro, y es que ha escrito verdaderas novelas que se encuentran entre lo más graneado del género, por no decir entre las obras cumbre de la fantasía científica del siglo pasado, como lo son Pórtico (civilizaciones extraterrestres) y Homo Plus (ciborgs y terraformación). Por otro lado, coescribió junto a su colega Cyril M. Kornbluth Mercaderes del Espacio, entre otras novelas, un texto que adelantó el abuso de la publicidad en la sociedad actual (si bien se trata de una obra futurista) ... Y es en este último punto, sobre su destacada carrera, dedicada a redactar a cuatro manos un mismo trabajo literario, que hoy lo traigo a colación; puesto que en determinado momento colaboró con Williamson, para escribir al menos dos novelitas de ciencia ficción: ¡Ciudad Submarina! (su nombre lo dice todo) y Marinia.
En los años sesenta la extinguida editorial mexicana Novaro, una importantísima empresa, que distribuyó hasta los años ochenta en varios países de habla hispana latinoamericanos literatura, cómics y revistas, sacó los mencionados títulos de Williamson y Pohl en lindos libritos de bolsillo tipo pulp, con coloridas portadas y papel casi de Biblia.
Eran los recordados años noventa y a veces me pasaba a los terminales de buses de Estación Central, donde paran los vehículos que trasladan a gente de una ciudad a otra, entre regiones, para "vitrinear" en los kiosquitos que estaban a sus alrededores y vendían "libros de viejos", entre otros. En uno de ellos compré la primera entrega (que en realidad era el tercer libro de una trilogía) y "a precio de huevo". En un viaje posterior estaba Marinia (el primero de la saga), igualmente muy barato; aunque en ese tiempo no trabajaba y solo poseía lo que mis padres me daban- que ahorraba harto para comprar literatura-, sin embargo, de puro tonto no lo llevé conmigo y ya después cuando volví a buscarlo no estaba.
3. San Leibowitz y la Mujer Salvaje.
Me encontraba en la universidad, cuando al entrar al curso facultativo (electivo) de Literatura de Ciencia Ficción, en el primer semestre que se impartió, el profe nos hizo leer uno de los cuentos más bellos que he tenido la dicha de gozar: Cántico por San Leibowitz de Walther Miller Jr., una obra de ciencia ficción postapocalíptica acerca de la fe religiosa y que rescata lo mejor de la Iglesia Católica. Era 1995 y al año siguiente, en plenas vacaciones de verano, me regalaron el libro que extendió dicha obra a novela, escrito por el mismo autor (el cual también leí con mucho placer).
Muchos años después, ya en este siglo, a la Librería Chilena- otro lugar del que he hablado varias veces por acá- les llegó, como en otras ocasiones, un montón de títulos de la colección Nova (especializada en ciencia ficción). Eran de esos tomos grandes, de más de 20 centímetros de largo y que tengo la dicha de poseer hartos. Un día andaba en una de sus dos sucursales, buscando un regalo para mi amigo Mauricio por su cumpleaños y me encontré con su secuela. Titulada San Leibowitz y la Mujer Salvaje, corresponde a una obra póstuma suya, la que quedó inconclusa tras su muerte por suicidio en 1996 y que fue terminada por Terry Bisson al año siguiente. No dudé en comprársela, pues en los noventa le había prestado el libro anterior y le había fascinado (el Pelao llega a ser pechoño de tan católico que es). De puro tonto no me llevé un ejemplar para mí y por eso mismo me tienen ahora escribiendo estas líneas. El cumpleañero se leyó el libro y luego en una de sus locuras lo vendió; mejor me lo hubiese devuelto, cambiado por otra cosa o vendido a mí.
Uhhh.. ¡cuántos recuerdos me trae siempe esta sección! Porque veo libros que se me habían borrado por completo de la mente. En este caso... los de RobinBook. Recuerdo haber visto alguna vez esos libros, pero muy pocas. Y nunca los compré. Sus portadas eran excelentes. Ojalá algún día alguno de nosotros encuentre alguno de esos librros, algo muy difícil de conseguir hoy en día. Saludos!
ResponderEliminar¡No tienes uno de esos maravillosos tomos! Ojalá se cumplan nuestros sueños y encontremos al menos uno por ahí. Gracias por pasarte por acá.
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