Los siguientes cuentos incorporados a la antología La Plaga de los Zombis y otras historias de muertos vivientes, mucho más en el
tono de las historias del agrado de much@s (y de este humilde servidor),
corresponden a la sección del libro dedicada a relatos publicados en revistas
pulp. Cuando nos referimos a obras de este estilo, hacemos alusión a revistas
que se vendían a precio muy barato en kioscos mayormente, hechas con el papel
más barato que había en aquel entonces y que en Estados Unidos fueron muy
populares durante la primera mitad del siglo XX. De carácter monotemático, se dedicaban a
publicar cuentos y novelas por entrega de ciencia ficción, terror, fantasía,
western, aventuras, etc (hasta de boxeo y piratas). Entre sus páginas, fueron editados por
primera vez autores hoy de renombre, mucho antes de ser publicados en formato
de libro y en aquellos tiempos, ganando bastante poco por sus trabajos; gente
como Robert Howard, Robert Bloch e Isaac Asimov iniciaron sus carreras en estas
revistas. Teniendo en cuenta todo esto y
mucho más, los zombies en la literatura dieron su salto a la narrativa popular,
incorporando elementos propios de la espectacularidad y desbordante
imaginación, que permitieron desarrollar estos títulos que no pretendían ser
"alta literatura", sino que vender y entretener (pero como luego
quedó en evidencia, muchas de ellas poseían un real valor estético). Cabe
mencionar que debido a lo anterior y por largo tiempo, eran la única manera de
acceder a narraciones, que se atrevieran a ir más allá de las convenciones
puritanas de la "corriente culta".
Los siguientes títulos, dan clara cuenta de cuán ingeniosos fueron los autores de esta camada, para jugar imaginativamente con la tradición folclórica del vudú, agregándole el efectismo del horror gráfico, el erotismo y hasta de la ciencia ficción.
5.
Cuando caminan los Zombis (Thorp McCusky)
En verdad no me aguanto las ganas de usar
todas las alabanzas posibles y, por lo tanto, debo comenzar diciéndoles que me
impactó esta historia, la primera del libro en encontrar digna de elogio. Antes de leerla, ni conocía a su autor, uno
de los tantos escritores de pulps que no lograron trascender más allá de sus
fronteras...Y es que acá tenemos a un relato atrapante desde el principio, con
descripciones gráficas de horror, que no esperaríamos propias de la época en el
que fue escrito y con personajes que aunque estereotipados, logran hacérsenos
atractivos; por otro lado, se crea una atmósfera en verdad opresiva, que,
además, es una foto de un mundo que existió- o tal vez aún existe-
correspondiente al viejo Estados Unidos campesino y racista.
Un hombre- el típico héroe masculino y decidido- emprende un viaje hacia una granja apartada, para saber de su enamorada, quien lo dejó en raras circunstancias. Una vez llegado a su destino, comprueba con horror las condiciones en las que trabaja uno del los labriegos, hasta que, cuando decide ayudarlo, conoce al dueño del lugar y a los hombres que viven con él.
El villano del cuento está magnífico, caracterizado de una manera aterradora y simbólica, representante del mal que puede habitar en nosotros y de cómo este puede llegar a tener una apariencia concreta, que se proyecta en su cuerpo y vestimenta. Cuando el mismísimo malvado, nos cuenta su propio descenso a la condenación, estamos nada menos que frente a una perla dentro de una joya.
“¡Andaban tan lentamente, tan
lánguidamente, arrastrando los pies! Y con frecuencia se tropezaban unos con
otros, y con las piedras de la carretera, como si estuvieran prácticamente
ciegos. Andaban como soldados que sufrieran neurosis de guerra, pero que
acababan de ser dados de alta de algún hospital del infierno.
Y es que muchos estaban lisiados. Uno de ellos andaba totalmente encorvado en un extraño ángulo, como si tuviera el pecho aplastado contra la columna vertebral. A otro le faltaba media pierna desde la rodilla, y en lugar de un miembro artificial llevaba un palo atado con una cuerda, un palo que se hundía unos tres centímetros en el muñón. A un tercero le faltaba un brazo, y otro estaba tan delgado como un esqueleto.
En nombre de Dios, ¿de dónde salían estos trabajadores lisiados?
Y entonces un grito ahogado vibró en la garganta de Tony; bajando solo por la carretera y andando con la misma desgana arrastrada que el resto, había otro trabajador vestido de gris. Cuando el hombre giró por la amplia curva de la carretera hacia la casa y antes de que saliera de su campo de visión, Tony divisó, bajo los últimos rayos del sol poniente, ¡el horror de lo que antes había sido un rostro!
¡Lo que antes había sido un rostro! Y es que, por debajo del puente de la nariz, ¡el hombre no tenía rostro! ¡La blancura vertebrada de su columna, desnuda excepto por unos cuantos hilos desgarrados de carne reseca, sobresalía con horrible crudeza por el cuello de su camisa para unirse con la base destrozada de un cráneo huesudo!”
Los siguientes títulos, dan clara cuenta de cuán ingeniosos fueron los autores de esta camada, para jugar imaginativamente con la tradición folclórica del vudú, agregándole el efectismo del horror gráfico, el erotismo y hasta de la ciencia ficción.
Un hombre- el típico héroe masculino y decidido- emprende un viaje hacia una granja apartada, para saber de su enamorada, quien lo dejó en raras circunstancias. Una vez llegado a su destino, comprueba con horror las condiciones en las que trabaja uno del los labriegos, hasta que, cuando decide ayudarlo, conoce al dueño del lugar y a los hombres que viven con él.
El villano del cuento está magnífico, caracterizado de una manera aterradora y simbólica, representante del mal que puede habitar en nosotros y de cómo este puede llegar a tener una apariencia concreta, que se proyecta en su cuerpo y vestimenta. Cuando el mismísimo malvado, nos cuenta su propio descenso a la condenación, estamos nada menos que frente a una perla dentro de una joya.
Y es que muchos estaban lisiados. Uno de ellos andaba totalmente encorvado en un extraño ángulo, como si tuviera el pecho aplastado contra la columna vertebral. A otro le faltaba media pierna desde la rodilla, y en lugar de un miembro artificial llevaba un palo atado con una cuerda, un palo que se hundía unos tres centímetros en el muñón. A un tercero le faltaba un brazo, y otro estaba tan delgado como un esqueleto.
En nombre de Dios, ¿de dónde salían estos trabajadores lisiados?
Y entonces un grito ahogado vibró en la garganta de Tony; bajando solo por la carretera y andando con la misma desgana arrastrada que el resto, había otro trabajador vestido de gris. Cuando el hombre giró por la amplia curva de la carretera hacia la casa y antes de que saliera de su campo de visión, Tony divisó, bajo los últimos rayos del sol poniente, ¡el horror de lo que antes había sido un rostro!
¡Lo que antes había sido un rostro! Y es que, por debajo del puente de la nariz, ¡el hombre no tenía rostro! ¡La blancura vertebrada de su columna, desnuda excepto por unos cuantos hilos desgarrados de carne reseca, sobresalía con horrible crudeza por el cuello de su camisa para unirse con la base destrozada de un cráneo huesudo!”
Se encuentra narrada en primera persona, como la mayoría de las obras de su autor. Un joven médico nos cuenta de sus experiencias con su amigo Herbert West, inteligentísimo, pero errático y obsesivo doctor como él, quien desde los tiempos de la universidad pretende devolver a la vida a los muertos. Sin embargo, las intenciones de este no son de carácter humanitario, sino que responden a su curiosidad enfermiza y "Síndrome de Frankenstein". La historia, dividida en varios capítulos que abarcan cerca de 15 años, profundiza en las acciones del socio de West (a menos que me equivoque, nunca llegamos a saber su nombre) y de su compañero para conseguir su objetivo, por medio de actos de más que dudosa moralidad.
Considerando la época en la que fue escrita esta obra, impacta el horror explícito detrás de tan magnífica pieza, donde nos encontramos con el llamado "scifi horror", al hacer que el protagonista cree zombies por medios de procedimientos científicos y que son explicados con cierta verosimilitud, aunque no de forma rigurosa (que nunca fue la intención ser tan "científico", por parte de Lovecraft).
Para terminar, la descripción xenofóbica que hace el escritor de uno de los pacientes del dúo protagónico es para no tener duda de su racismo (y en este caso con la población afrodescendiente).
Dos brujos poderosos y depravados, que manipulan las "artes" de la nigromancia, el control de los muertos, llegan hasta los dominios de lo que otrora fuera un poderoso imperio, ahora un reino de muerte y es que todos sus habitantes han desaparecido. Es entonces que comienzan a "despertar" esqueletos, cadáveres largo tiempo conservados por el clima seco y momias, a los que obligan a servirlos como sus esclavos, autroproclamados ambos en los nuevos señores de ese reino.
Usando una prosa poética, pero a la vez gráfica, en las atrocidades que se describen (los hechiceros son, más encima, necrófilos), el autor nos demuestra por qué razón está considerado entre los mejores de su generación.
Un texto que llega a ser bello, que se detiene en el deseo enfermizo de poder y bienes materiales, en el cual no falta la lección moral- y advertencia- de que algún tipo de justicia prevalecerá por sobre las necedades humanas.
Así pues, como habían acordado entre ellos, Sodosma montó el esqueleto del corcel, sujetó las riendas adornadas con piedras preciosas y cabalgó en una diabólica parodia de la Muerte sobre su pálido corcel; mientras tanto Mmatmuor lo siguió arrastrando los pies, apoyándose ligeramente en un bastón de ébano; y el esqueleto del hombre, con sus ostentosas vestiduras aleteando contra su osamenta, los siguió a ambos como un fiel sirviente.
Después de un rato, en la baldía y gris inmensidad, encontraron los restos de otro caballo y su jinete, que los chacales habían respetado, en tanto el sol los amojamaba hasta convertirlos en viejas momias. También levantaron a éstos de la muerte. Mmatmuor montó el marchito corcel y los dos magos continuaron su marcha majestuosamente, como emperadores errantes con una momia y un esqueleto a su servicio. Otros huesos y restos de hombres y bestias con los que tropezaron fueron resucitados de la misma forma; de manera que reunieron a su alrededor una tropa en constante aumento conforme avanzaban a través de Cincor.
Por el camino, a medida que se acercaban a la que en otros tiempos fuera la capital, Yethlyreom, encontraron numerosas tumbas y necrópolis, aún intactas después de tantos siglos, que contenían momias amortajadas que apenas se habían marchitado desde el momento de su muerte. A todas ellas revivieron sacándolas de su noche sepulcral para someterlas a su voluntad. A algunas les ordenaron sembrar y labrar los desiertos campos y transportar agua desde los pozos subterráneos; a otros les asignaron diversas tareas, como las que hubieran realizado en vida. El silencio de un siglo fue interrumpido por el ruido y el alboroto de la intensa actividad; y los lánguidos cadáveres de tejedores trabajaban en los telares; y los cadáveres de los labradores trabajaban los surcos arando detrás de carroña de bueyes.”
Ilustración de Richard Corben inspirada en el gran cuento de Clark Ashton Smith. |
Lo que comienza como una historia lenta, debido a su falta casi absoluta de diálogos, sigue con un desarrollo impactante lleno de horrores, que se adelantaron bastante a su época y que si bien para nosotros son "naturales" en las actuales producciones audiovisuales, en su momento debieron ser bastante "revolucionarias". La isla y los experimentos secretos del médico, quien pese a su nobleza sigue siendo un tipo obsesivo, como muchos de sus peores colegas literarios, es una clara extensión de la más famosa isla del Dr. Moreau. Por otro lado, el hecho de que en sus inmediaciones ocurra un "pequeño" apocalipsis zombie, pareciera ser la inspiración de varios filmes del género más modernos y gores (el texto en sí llega a ser bastante violento). Asimismo, encontramos acá hasta mutaciones que nos dejan pasmados y la presencia de un muro de contención, que también pareciera ser fuente de inspiración de futuras películas y hasta de videojuegos, entre otros.
El nombre del lugar en el que transcurre esta obra, Abilone, no es otra cosa que una alusión a la legendaria ínsula de Avalon, que aparece dentro del ciclo artúrico. De igual manera, llama la atención el dulzón final, que más se nos imagina una autocensura en plan políticamente correcto o de una buena dosis de ironía por parte de su autor; ya que tal como iban los acontecimientos, me esperaba un desenlace más catastrófico y al final todo acabó de la manera más inhabitual, para este tipo de narraciones.
Sin prestar ninguna atención a los cuerpos muertos que no habían sido resucitados, la turba violenta se balanceaba de un lado para otro, mientras que de tanto en tanto (y el doctor Farnham y sus hombres sintieron que se les revolvía el estómago ante la visión) algún hombre o mujer jadeante se apartaba de la horda apisonadora y, saltando como una bestia sobre los cadáveres pisoteados, desgarraba y devoraba su carne.”
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