Bien se puede decir que Trueque Mental (Mindswap,
1965) es la novela más famosa de su prolífico autor, Robert Sheckley, o al
menos una de sus más populares. Breve
como el resto de sus títulos escritos en este formato, pues en español posee
poco más de 200 páginas, es un librito lleno de las disparatadas aventuras de
su protagonista por los más diversos mundos.
Asimismo su personaje central, un aburrido hombre de oficina, quien
decide darse unas relajadas vacaciones usando una muy especial modalidad a la
que puede acceder, realiza su periplo cambiando de un cuerpo a otro y todo esto
gracias al huésped con el que ha hecho el trato respectivo. Pues en los tiempos de este terrícola del
futuro, se pueden conocer otros lugares y culturas, precisamente traspasando la
conciencia de un organismo inteligente a otro, como quien intercambia la casa
con alguien en las mismas condiciones.
De este modo el viaje realizado, los únicos límites que posee es hasta
dónde quiera llegar la persona y hasta qué está dispuesto para vivir las más
nuevas experiencias posibles (pues como era obvio, la mayoría de las veces el
cuerpo que se da en préstamo, corresponde a una raza por completo rara y
diferente para uno). Esta misma
característica del “trueque mental”, permite al autor jugar con su imaginación
y crear para esta ocasión, las especies más curiosas con las que el lector se
puede encontrar.
Como
se trata de una obra de Sheckley, el argumento central que en un colega suyo
podría dar paso a una narración más “seria” y/o dramática, acá se transforma en
el vehículo ideal para iniciar una serie de enredos, hechos inauditos, chistes
y otros elementos habituales en los títulos propios del género de humor. Pues apenas el protagonista llega al lugar
que tenía destinado conocer (nada menos que Marte), se da cuenta que ha sido
engañado y que asimismo debe recuperar su propio cuerpo, puesto que a partir de
ahora su vida está en peligro tras la orden de “desalojo”; a menos que logre
depositar su conciencia en otro “recipiente” que sirva para ello…Es así como
comienza un salto a otro, en los más diversos organismos alienígenas. Entremedio conoce a un detective privado al
que contrata, a sabiendas que este nunca ha logrado resolver los casos que se
le han entregado, trabaja como recolector de huevos de una criatura de la que
ni sabe su apariencia, se ve obligado a llevar consigo una supuesta bomba que
podría matarlo y hasta se llega a enamorar de la fémina más rara que podría
llegar a conocer (el momento en que ambos amantes “trágicos” se conocen, sin
vacilaciones resulta de lo más cómico).
“— Qué posibilidades
cree que tenemos de recuperar mi cuerpo? —Inmejorables —respondió el detective
Urdorf—. Estoy convencido de que encontraremos su cuerpo muy pronto. De hecho,
me atrevería a decir que tengo la seguridad de que lo conseguiremos. Y no lo
digo basándome solo en su caso, del que todavía sé muy poco, sino en el
análisis de las estadísticas con las que contamos.
— ¿Y están a
nuestro favor? —preguntó Marvin.
— Sin lugar a
dudas. Tenga en cuenta que soy un detective cualificado, versado en los métodos
más innovadores y con un índice de eficiencia triple A. No obstante, no he
resuelto ni un solo caso en los cinco años que llevo en el cuerpo.
— ¿Ni uno? —
Ni uno —afirmó Urdorf con convicción—. ¿No le parece interesante?
— Sí, supongo
—respondió Marvin—. Pero entonces, ¿eso significa que...?
— Lo único que
quiere decir —interrumpió el detective— es que una de las rachas de mala suerte
más largas que he presenciado está a punto de romperse”.
El
libro tiene sus momentos, muchos de ellos capaces de hacer reír sin duda a uno,
no obstante en ocasiones el paso de una situación a otra resulta demasiado rápido;
ello implica un estilo distinto en la manera de narrar, que según cada uno
podría tener un efecto agradable o no, por la manera de cómo Sheckley nos
sorprende con tanta “locura” en la distintas permutaciones de la escritura. Los cambios de escenario y modalidad
narrativa, llegan a su punto máximo, cuando utilizando el lenguaje propio de la
narrativa cortesana, el novelista hace que el viajero viva toda una aventura
como si fuese un personaje salido de un título de antaño; quizás uno de los
aspectos más hilarantes de ello sea la descripción, sin relevancia alguna, del
ambiente en el que transcurren estos capítulos (amén del lenguaje tan
estilizado y usado por quienes aquí aparecen).
Luego de los capítulos que precian de ser los más “barrocos” del libro,
en los cuales el lector llega a olvidarse de que el protagonista “habita” un
cuerpo monstruoso y todo lo que lo rodea para nada es propio del mundo humano,
el texto puede resultar poco ameno para bastante gente, pues ya no se trata de
situaciones absurdas y paródicas, sino que por completo surrealistas… ¡En pocas
palabras a partir de este momento el relato no tiene pies ni cabeza! No obstante es cuando se llega a esta parte
del libro, que el protagonista por fin consigue su objetivo, pero ello sucede
de la manera más ilógica posible y apenas se entiende.
Considerando su rápido comienzo, que consigue de inmediato el interés
del público, todo lo que sucede luego y en tan pocas páginas, con algunos
personajes y situaciones de lo más estrafalarios, el mencionado desenlace sin
duda que puede decepcionar. De este modo
solo aquellos que hayan leído varios libros más de Sheckley, pueden afirmar con
convicción si es en realidad esta obra merecedora de tantos elogios, incluso
dentro de la vasta obra de su autor y que ha hecho que gente como el también destacado
escritor de ciencia ficción Brian Aldiss, la haya elogiado tanto. No es un texto de crítica social (a menos
que se considere la presencia de los representante de la ley y el orden, aquí
aparecidos, como una manera del escritor de burlarse de la ineptitud de sus
símiles reales), sino que un mero divertimento, aunque no apto para todo el
mundo.
“— En serio, lo
siento. Te estaría muy agradecido si pudieras traducirnos lo que dice.
— Está bien
—dijo el huevo de gánzer, aún malhumorado—. Dice que no te entiende.
— ¿Ah, no?
Pero si me he explicado bastante bien.
— Él cree que no —aseguró el huevo de gánzer—.
Más te vale usar la métrica si quieres que te comprenda.
— ¿Yo?
¡Imposible! —dijo Marvin, sintiendo la repulsión típica de cualquier terrícola
ante la sola idea de hablar en verso—. ¡No puedo! Otis, quizá tu...
— ¡Ni hablar!
—exclamó Otis, alarmado—. ¿Qué te crees que soy? ¿Un marica?”
Hola, Elwin. Según se ve, la novela es todo un disparate, quizás en el buen sentido de la palabra. Es bien sabido que este tipo de lecturas (y las películas) que entran dentro de esta categoría no son para todo el mundo. Sin ir muy lejos, a mi esposa le gustan las comedias, pero ella no soporta una llamada The men who stare at goats, que a mi me parece hilarante por su humor negro y absurdo.
ResponderEliminarBueno, es cierto lo que dices acerca de las obras humorísticas, las que poseen públicos específicos y bien pueden desagradar a muchos debido a su misma manera de abordar los temas. Y esto porque la comedia desde sus orígenes es visceral.
EliminarEste es un autor del que he ido escuchando referencias aisladas, pero siempre elogiosas. Nunca me he decidido a leerlo, pero ahora me has animado con tu texto, Elwin.
ResponderEliminarPues ya que eres un ferviente lector de la buena ciencia ficción, debes darle tu tiempo a este escritor, que de seguro te robará el corazón.
EliminarLa verdad es que, leída por mi hace algunos años atrás, me decepcionó bastante, y de hecho no recuerdo prácticamente nada de ella, salvo la premisa argumental de base. En mi opinión ciento por ciento personal, la encontré apenas un grupo de cuentos concatenados por una excusa argumental cualquiera, que hubieran funcionado mucho mejor por separados. A Sheckley, creo yo, se le da mucho mejor el cuento en el cual puede tirar una situación absurda sobre la mesa, jugar con ella y despacharla en unas cuantas páginas, que una novela que por el hecho de ser novela, requiere algo más de seriedad, más cohesión, etcétera. Quizás lo mejor para disfrutarla (y que yo no hice, por falta de información) es tomársela como un libro de cuentos, o como el equivalente a una serie televisiva por episodios en donde el protagonista es el mismo, pero cada episodio es autoconclusivo (como El fugitivo o Kung-Fu, por ejemplo).
ResponderEliminarBueno, este es el segundo libro de Sheckley que leo y comento acá y ya con el primero (que lejos me gustó mucho más que este) en la entrada que le dediqué, puse justamente que el fuerte de Sheckley son justamente los cuentos y que sus novelas funcionan más bien, como una serie de relatos enlazados con un mismo protagonista. La verdad es que estoy bastante interesado en leer otras obras suyas. Igualmente esta no es una novela fácil de leer, en especial hacia su final, de modo que no se la recomiendo a todo el mundo.
EliminarUn libro entretenido, aunque no el mejor de su autor (es difícil elegir, yo siempre dudo entre "Los viajes de Joenes" y "La décima víctima"). Por cierto que tuve ocasión de conocer a Sheckley durante su visita a la Semana Negra de Gijón, hace muchos años, y poco antes de que muriese. Un tipo encantador, que además hablaba sorprendentemente bien el castellano, ya que había residido durante varios años en nuestro país. ¡Saludines!
ResponderEliminarLa verdad es que como hace poco me había leído otro libro de este autor, este me decepcionó en especial hacia su final tan disparatado. Pero me entusiasma la idea de leer más de él. Oye ¿Tienes autógrafos suyos y fotos con él?
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