Italo Calvino (1923-1985) fue un escritor
italiano nacido en Cuba mientras sus padres vivían en ese país, pero que a los
dos años se regresaron a su patria, donde permaneció la mayor parte de su
existencia. Tras recibir una educación
de izquierda y comprometida socialmente, estuvo por años ligado al Partido
Comunista de su nación, hasta que decepcionado se desligó de este, aunque
siempre mantuvo los intereses humanistas, además de los de corte artístico (ya
que en sus obras no dejó de hacer crítica al sistema, aunque siempre cuidando
la dimensión estética de su trabajo, escribiendo textos con múltiples lecturas
interpretativas y experimentando a la hora de narrar sus historias).
Incursionó además en el ensayo y el periodismo, trabajando tanto el
relato corto por medio de numerosos cuentos de su autoría, como la novelística.
Comenzó su carrera con una literatura de
corte neorrealista, esto es representativa de las temáticas de denuncia y cercanas
a la vida de los sectores populares, como con su ópera prima El
Sendero de los Nidos de Araña (1947); no obstante luego se decantó por
una literatura más de corte maravilloso y hasta cierto punto fantástico, con
algunos elementos de ciencia ficción en algunos casos, como bien sucede con sus
textos Las Cosmicómicas (1965), Tiempo Cero (1967) y Las
Ciudades Invisibles (1978).
Italo Calvino. |
Su
novela El Barón Rampante (1960) es sin duda una de sus obras más
famosas, formando parte de una trilogía de fábulas para adultos, en conjunto
con El
Vizconde Demediado (1960) y El Caballero Inexistente (1961);
todos ellos libros en los cuales su autor jugó con la extrapolación, para
abordar diferentes temas de todo tipo, con acidez por un lado y con un hondo
lirismo por otro.
Usando un narrador testigo, ya que quien cuenta la historia es el
hermano menor del protagonista, es la historia de Cósimo, primogénito de una
familia noble de poca monta, quien enojado con los suyos (y en realidad con las
convenciones de la vida, como también resistiéndose a la idea de una vida
infeliz, tal como sin dudas puede verse entre quienes lo rodean) decide a los
doce años de edad vivir en los árboles y nunca más bajar de ellos. Pues lo que parece el capricho de un niño, se
convierte en una opción diferente de vida, ya que Cósimo cumple su palabra y no
vuelve a pisar el suelo. De este modo la
novela será la crónica, venida de la fuente más cercana posible, acerca de los
poco más de sesenta años, que pasa arriba de los árboles el entrañable
protagonista.
Por
cierto, se trata además de una obra que se mueve entre la narrativa histórica,
ya que está ambientada en el siglo XVIII y cierto realismo mágico. Lo primero, porque en ella aparecen, aunque
de manera breve, personajes históricos como Voltaire y Napoléon; del mismo modo
también se describen en parte las costumbres de la época, sus tipos humanos y sus
acontecimientos narrados se relacionan con eventos reales, tales como la
Revolución Francesa y algunos conflictos bélicos propios de la zona en la que
transcurre el libro.
Lo
primero que puede llamar la atención desde sus primeras páginas, es la
caracterización que hace el autor a la familia de Cósimo, bastante disfuncional
por cierto y llena de personajes que caen en el esperpento, aunque aun así
poseen una humanidad tal, que la mayoría de ellos logra enternecer al
lector. En primer lugar, destaca un
padre que hace lo posible por llevar con dignidad su título nobiliario y liderar
a su familia como hombre recto, además de ganarse el respeto de su comunidad;
no obstante ante tanta preocupación, siempre es alguien lejano para su sangre y
ello lo convierte en otro de los seres desgraciados, que viven en el que fuera
el hogar del protagonista. Luego está la
madre, llamada la Generala, pues fue criada en medio de un ambiente militar y
gusta de educar a sus hijos de manera marcial, aprovechando cualquier excusa
para llevar a cabo su frustración de no haber servido en la milicia, por lo que
no ceja en sacar al soldado que hay en ella apenas pueda; este hecho la mantiene
también distante de sus hijos, hasta que ve en la opción del vástago mayor,
algún tipo de relación con sus sueños y ello le otorga cierto orgullo. Luego está la hermana, quizás el familiar más
bizarro de todos, una chica con aires de crueldad y forzada a vestir de monja
en su propia casa, por un extraño escándalo con un varón (siendo que en
realidad ella no fue la víctima, sino la victimaria); la muchacha gusta
cocinar, aunque sus ingredientes son de lo más asquerosos (insectos, caracoles
y lo más insospechado), comida que obliga a sus dos hermanos pequeños a consumir. Les sigue un tío, hermano “natural” del
padre, quien es abogado, aunque no practica su profesión y viste a la usanza
turca tras un periodo con este pueblo; taciturno como los otros dos adultos de
la casa, guarda celosamente un par de secretos, que descubre con el tiempo Cósimo
tras su vida en los árboles. Por último
el hermano menor, quizás el más “normal” de su núcleo familiar, también resulta
ser el más aburrido del resto, porque salvo su papel de narrador, lleva una
vida sin matices y que lo hace contrastar con la extravagancia del resto. Bien se puede decir que todos estos son
sujetos o bien infelices (los adultos) o de pocas virtudes que los destaquen
frente a otros (ambos hermanos), lo que contrasta con el genio que desde temprana
edad, demuestra ser el personaje principal.
“Nuestro padre el barón era un hombre
fastidioso, la verdad, aunque no malvado; fastidioso porque su vida estaba
dominada por ideas confusas, como sucede a menudo en épocas de cambio. Los
tiempos agitados transmiten a muchos una necesidad de agitarse ellos también,
pero totalmente al revés, o de forma desorientada: así, nuestro padre, con lo
que entonces se estaba incubando, hacía alarde de pretensiones al título de duque
de Ombrosa, y no pensaba más que en genealogías y sucesiones y rivalidades y alianzas
con los potentados vecinos y lejanos.
Por eso en casa se
vivía siempre como si estuviéramos en el ensayo general de una invitación a la
Corte, no sé si a la de la emperatriz de Austria, del rey Luis, o quizá de
aquellos montañeses de Turín. Nos servían un pavo, y nuestro padre observaba si
lo trinchábamos y descarnábamos según todas las reglas reales, y el abate casi
no lo probaba para no dejarse coger en un error, él que debía ayudar a nuestro
padre en sus reprensiones. Del caballero abogado Carrega, en fin, habíamos
descubierto su fondo de intenciones equívocas: hacía desaparecer muslos enteros
bajo los faldones de su zamarra turca, para comérselos luego a mordiscos como
le gustaba, escondido en la viña; y nosotros habríamos jurado (aunque nunca conseguimos
pillarlo con las manos en la masa, de lo hábiles que eran sus movimientos) que
se sentaba a la mesa con el bolsillo lleno de huesos ya descarnados, para
dejarlos en el plato en lugar de los cuartos de pavo hechos desaparecer como
por encanto. Nuestra madre la generala no contaba, porque usaba bruscos modos
militares incluso al servirse en la mesa - «So! Noch ein wenig! Gut!» -, a los
que nadie replicaba; pero con nosotros se comportaba, si no con etiqueta, con
disciplina, y echaba una mano al barón con sus órdenes de plaza de armas -
«Sitz' ruhig! ¡Y límpiate los morros!» -. La única que se encontraba a sus
anchas era Battista, la monja doméstica, que descarnaba pollos con un ahínco
extremo, fibra por fibra, con unos cuchillitos afilados que sólo tenía ella,
parecidos a bisturís de cirujano. El barón, que acaso habría podido ponérnosla
como ejemplo, no osaba mirarla, porque, con aquellos ojos espantados bajo las
alas de la cofia almidonada, los dientes apretados en su amarilla carita de
ratón, le daba miedo incluso a él. Se comprende, pues, que fuera la mesa el
lugar donde salían a luz todos los antagonismos, las incompatibilidades entre
nosotros, y también todas nuestras locuras e hipocresías; y que precisamente en
la mesa se determinara la rebelión de Cósimo. Por esto me alargo al contarlo,
puesto que, en la vida de mi hermano, ya no volveremos a encontrar ninguna mesa
aparejada, podemos estar seguros”.
Cósimo desde el principio de la novela se hace querible, pues es una
persona maravillosa, que por supuesto en medio de su poco atractiva familia no
podía ser él mismo, de modo que cuando decide revelarse, de algún modo lo que
hace es liberarse de las ataduras que significa ser alguien más del
montón. Es elocuente, caballeroso e
ingenioso, también hábil y culto, inteligente y una vez que se hace mayor, no
deja de ser interesante para el sexo femenino (lo que le otorga una divertida
serie de enredos amorosos, entre los reales y los inventados por el populacho,
al convertirse en toda una personalidad del pueblo). Para subsistir lo más cómodamente posible en
su estilo de vida, llegando a ser autosuficiente, inventa toda una serie de
artefactos y técnicas, que lo hacen aún más admirable. Su hermano menor lo adora y tras pasado el
tiempo, incluso su padre llega a reconocer que su heredero es alguien
digno. A lo largo de su existencia, el
Barón tiene varias aventuras extraordinarias, las que dejan claro su calidad de
sujeto notable, llegando a hacerse querido por su comunidad, la que lo toma
tanto por un “loco lindo”, como por alguien con rasgos de sabio y con el cual
pueden contar cuando lo necesitan.
El listado de las vivencias destacadas de
Cósimo es grande y variado, convirtiendo cada una de sus hazañas en toda una
delicia para el lector. Sus distintas
intervenciones, junto a todo tipo de personajes, evidencia como nunca su
singular identidad y que lo convierte en un hombre notable, aspecto suyo que
desde niño forma parte de él. Al
respecto se pueden mencionar su amistad con un peligroso ladrón, quien se
obsesiona con la lectura de novelas, al punto de perder su interés por la vida
al filo de la ley. También llega a
conocer a un grupo de españoles, aristócratas como él, quiénes llegan a sus
costas tras ser exiliado por el rey, viéndose obligados a vivir en los árboles;
nuestro héroe pasa una temporada con ellos y entabla su primera relación
romántica con una de sus damas. Igual de
entretenida resulta ser su experiencia con unos piratas, a los que él solito
logra derrotarlos. La verdad es que
muchas otras cosas pasa el llamado Barón Rampante y que es mejor descubra por
su cuenta quien a futuro se adentre en sus páginas.
De entre toda la gente con la que llega a
codearse, la más importante para su persona, educación sentimental y su destino
final, viene a ser Viola, la hija pequeña de una familia noble vecina y a la
que conoce de niño, de la que se prenda a primera vista. Pues Viola tal como él desde niña, demuestra
poseer una personalidad fuerte e independiente, pero hasta allí llega su
semejanza con Cósimo, ya que donde este es respetuoso de los demás, humilde e
íntegro en general, la otra resulta ser alguien caprichosa y manipuladora; no
obstante como bien dice el dicho, los opuestos se atraen y ello a la larga trae
sus consecuencias (unas bien cómicas y otras trágicas). Es en esta relación entre ambos y la
mencionada con la española, que se puede observar el tema de la soledad, el
cual en todo caso es visto en otros personajes de la novela, como su familia;
puesto que es la soledad debido a sus propias elecciones pasadas, lo que los
lleva a cada uno a acercarse al otro, aun cuando esta compañía nunca llega a
ser un bálsamo total contra ese sentimiento.
Asimismo cuando Cósimo llega a entablar algún tipo de amistad, lo hace
con individuos por igual solitarios como él, siendo que luego el compañerismo
entre ellos no llega a la plenitud, porque al final nunca se convierten en el
par del otro y tampoco se consigue la esperada confianza. Por lo tanto, las relaciones sociales si bien
se fundan en la necesidad de compenetración social, nunca llegan a ser por
completo satisfactorias (salvo cuando se trata del socorro en casos de
necesidad mayor, como cuando en dos ocasiones distintas, Cósimo se transforma
en el salvador de sus conciudadanos).
Pese a los nobles que aparecen en el libro
y que viven en el mismo pueblo de Cósimo, quiénes no son descritos como persona
ideales en todo caso, buena parte de su desarrollo permite conocer a los pobladores
más sencillos del lugar y por ello mismo mucho más auténticos (como dichosos),
que quiénes ostentan algún título nobiliario o poder económico. De este modo el libro resulta ser una
especie de oda a la vida simple, vista a través de la figura del protagonista,
como de los pobladores, quienes pasan su existencia sin mayores complicaciones.
A momentos la narración toma la primera
persona, en los episodios donde el narrador opta por dar paso a Cósimo, como el
responsable de contar en directo sus aventuras.
A su vez cabe destacar la presencia de varios párrafos pertenecientes a
diálogos en otras lenguas, como el alemán, el francés, el ruso y el español,
que en la lengua original del texto no están traducidos; de este modo por ser
uno hablante nativo del idioma castizo, resulta gratificante saber qué en
realidad habla el protagonista, con los exiliados en los capítulos dedicados a
su periodo con esta gente.
El libro posee ratos de verdadero humor,
que pueden sacar más de una sonrisa, no obstante es en sus episodios más
sublimes, que el corazón del lector puede llegar a sobrecogerse, debido al
lirismo de su autor para contarnos algo con tanta emotividad. Para ejemplificar esto último, una cita a la
inolvidable reconciliación entre padre e hijo, luego de un buen tiempo de
escasa comunicación:
“Donde se
encontraron era un lugar abierto, con una fila de arbolitos alrededor. El barón
dio vueltas con el caballo de arriba abajo dos o tres veces, sin mirar al hijo,
aunque lo había visto. El muchacho, desde el último árbol, se acercó salto a
salto a árboles cada vez más cercanos. Cuando estuvo delante de su padre se
quitó el sombrero de paja (que en verano sustituía al gorro de gato salvaje) y
dijo:
- Buenos días,
señor padre.
- Buenos días,
hijo.
- ¿Estáis
bien?
- De acuerdo
con los años y los sinsabores.
- Me complace
veros animoso.
- Lo mismo
quiero decir de ti, Cósimo. He oído que te afanas por el provecho común.
- Me despierta
interés la salvaguardia de los bosques donde vivo, señor padre.
- ¿Sabes que
una parte del bosque es de nuestra propiedad, heredada de tu pobre abuela
Elisabetta que en paz descanse?
- Sí, señor
padre. Por Belrío. Crecen allí treinta castaños, veintidós hayas, ocho pinos y un
arce. Tengo copia de todos los mapas catastrales. Es precisamente como miembro
de una familia propietaria de bosques que he querido unir en sociedad a todos
los interesados en conservarlos.
- Ya - dijo el
barón, acogiendo favorablemente la respuesta. Pero añadió -: Me dicen que es
una asociación de panaderos, hortelanos y herreros.
- También,
señor padre. De todas las profesiones, con tal que sean honestas.
- ¿Tú sabes que podrías mandar en la nobleza
vasalla con el título de duque?
- Sé que cuando
tengo más ideas que los demás, doy a los demás estas ideas, si las aceptan; y
esto es mandar.
«Y para
mandar, hoy en día, ¿se estila vivir en los árboles?», tenía el barón en la
punta de la lengua. Pero ¿de qué valía poner todavía en danza esa historia?
Suspiró, absorto en sus pensamientos. Luego se desató el cinturón al que estaba
colgada su espada.
- Tienes
dieciocho años... Es hora de que se te considere un adulto... Yo ya no viviré mucho...
- y sostenía la espada plana con las dos manos -. ¿Recuerdas que eres el barón de
Rondó?
- Sí, señor
padre, recuerdo mi nombre.
- ¿Querrás ser
digno del nombre y del título que llevas?
- Trataré de
ser lo más digno que pueda del nombre de hombre, y lo seré también de cada
atributo suyo.
- Ten esta
espada, mi espada - se alzó sobre los estribos, Cósimo se bajó en su rama y el
barón alcanzó a ceñírsela.
- Gracias,
señor padre... Os prometo que haré buen uso de ella.
- Adiós, hijo
mío - el barón volvió su caballo, dio un corto tirón a las riendas, se alejó cabalgando
lentamente.
Cósimo se quedó
un momento pensando si no debería saludarlo con la espada; después consideró
que su padre se la había dado para que le sirviera de defensa, no para hacer
movimientos de desfile, y la dejó en la vaina”.
Tras una vida maravillosa encima de los
árboles, aunque nunca alejado de la tierra, sobre la que sus raíces se sujetan
y nutren (tal como él mismo mantiene su lazo con la humanidad), llegan los
últimos días de Cósimo…Pues aun cuando estos no carecen de su cuota triste, su
despedida resulta tan extraordinaria, como acostumbró a vivir, otorgándole
cierta inmortalidad y con la cual su leyenda nunca perdería la magia que lo
caracterizó. Por tal razón Calvino,
concluye su preciosa obra de una manera inesperada, aunque para nada alejada de
su tono fabuloso.
De tu texto se puede inferir que el libro es una crítica social, precisamente a las convenciones de la época en que fue escrito, pero trasladado a un tiempo anterior (siglo XVIII). O muy posiblemente el autor haya tratado de reflejar su experiencia personal en algún tema. El toque de realismo mágico es lo que lo convierte, como afirmas en otro párrafo, en una fábula para adultos. Muy buen artículo, como siempre. Una duda: ¿Las imágenes vienen en el libro o las conseguiste en la red?
ResponderEliminarGracias una vez más, amigo Roger, por leerme y comentar. Pues las bellas ilustraciones que agregué, las encontré gracias a Google, que la edición que tengo yo es una demasiado sobria versión en tapa dura Bruguera (que lamentablemente no lleva la portada que agregué en este post).
EliminarEs interesante saber después de leer como es el personaje que me llamo mucho la atencion la idea de que el viva en un arbol,se ve muy bueno el libro pero no son de mi gusto (opinion personal) la forma de hablar y expresarse,sabiendo que esta ambientada en ese periodo y deben hablar de esa forma para darle mas realismo pero aun asi es algo que no me he acostumbrado,pero aun asi no le quita lo interesante que es la historia.Como siempre buena reseña sobre el libro.Saludos
ResponderEliminarPues te animo a leer esta maravillosa novela, Andrés, que si bien el lenguaje ocupado siempre es un detalles relevante, este libro posee otros aspectos que te pueden encantar; además es un libro breve y de fácil lectura. A su vez te confieso que yo me alisto a leer prontamente otra obra de su autor.
EliminarHola Elwin! Cómo estás? Paso nomás a saludarte, a dar señales de vida y a contarte que me gustó tu reseña. Calvino es un gran escritor... en algún momento, cuando estudiaba italiano, leí parte de Las Ciudades Invisibles en su lengua original. Un auténtico lujo.
ResponderEliminarSaludos, y que sigas bien!
¡No sabes qué bello regalo ha sido para mí tener noticias tuyas, Guivi! He lamentado mucho tu "desaparición" y constantemente reviso tu blog para ver si hay alguna actualización; ojalá no lo hayas dejado de lado (te dejé otro comentario hace rato en tu último post y nada de nada). Tengo mala suerte con los tres blog femeninos que sigo, pues el tuyo, el de Damablanca y otro más, se han perdido en el limbo de los blogs olvidados por sus dueños. ¿Qué ha sido de ti? ¿Has sabido de nuestra colega paraguaya?
EliminarUy, Elwin, tengo varias ideas para escribir y ninguna me convence del todo, por desgracia. Debería ser más metódica y ponerme una pauta, digamos, de un artículo por mes, al menos... pero ya ves, me quedo en las buenas intenciones nomás.
EliminarCon la Damablanca hablamos por mensaje privado todos los días. Ella está bien, pero tiene su blog tan colgado como yo. Mi recomendación es que la sigas en facebook, allí sí actualiza más seguido y podrías estar al tanto de sus cosas...
¡Pucha, Guivi, no pienses tantos tus textos y entrégate a tus musos! Te cuento que el "feisbuk" no es de mi gusto, así que no tengo. Por cierto, deseo mucho compartir contigo y Damablanca este texto tan importante para mí: http://elcubildelciclope.blogspot.cl/2015/10/entrevista-mi-mismo.html
EliminarHola Elwin, cómo estás? Paso nomás a contarte que estoy entretenidísima mirando Jessica Jones, te cuento que es la primera vez que realmente me engancho a ver una serie inspirada en un comic, y creo que en parte se debe a tu influencia, junto a la de un amigo de mi esposo. Veo que también estás con eso, así que te pregunto si vas a hacer comentario... si me da la cabeza, también tengo algo para escribir sobre el particular... Un abrazo!
EliminarPor supuesto que escribiré sobre esta serie que me tiene enganchado y el texto estaría listo para la semana que está por comenzar. Sería genial que también le hicieras tu propio post, como dama que eres y así comparar nuestros puntos de vistas (eso sí, no tardes en hacerlo y no leas mi escrito para que no te "contamines" de mis ideas", hasta que hayas subido tu propio trabajo que con gusto leeré).
EliminarMuy bien, tenemos un trato! Me comprometo, de esa forma no tendré otra salida que escribir, jajajaja! Nos seguimos leyendo!
EliminarOtro autor que tengo pendiente, si bien leí compilaciones de relatos de terror antologadas y prologadas por él. Me ha gustado la idea de este libro, tan original. Me recordó a la figura de los anacoretas estilitas, que vivían en lo alto de columnas, orando apartados de la sociedad.
ResponderEliminar¡Qué interesante lo que me cuentas sobre esas antologías hechas por este maestro! Me encantaría tenerlas ¿Cuáles son? Me encantaría leer algo sobre este gran autor en tu blog, que siempre tus análisis son superiores a los míos.
EliminarEl barón rampante es una novela grandiosa. La primera lectura quizás es la peor, porque la premisa suena como a impostada y el argumento parece un poco mal cosido, pero en una segunda lectura, cuando se van percibiendo los matices y las ideas en el subtexto, se comienza a entender mejor la intención de Calvino, y se disfruta mucho más. La historia del barón rampante con los españoles es simplemente soberbia.
ResponderEliminarDesde mi simpleza, agradezco haber tenido la oportunidad de leer tan bello libro. Para mi esta novela es uno de esas obras que se queda en tu corazón y en tus recuerdos, permitiéndote crecer y querer ser mejor persona de lo que has sido hasta el momento.
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