En
el transcurso de 1890 (¡Ya hace más de un siglo!) fue publicada por primera
vez El Signo de los Cuatro,
correspondiendo esta misma a la segunda novela escrita por Sir Arthur Conan Doyle sobre su personaje más famoso: el detective Sherlock Holmes. En sus páginas el ingenioso investigador una
vez más es acompañado por su inseparable amigo, el doctor John Watson, quien
vuelve a ser el narrador de las aventuras de su compañero, tras ser testigo de sus aventuras e intervenir
directamente en ellas. Debe mencionarse
en todo caso que no se trata de una obra demasiado larga (en español no alcanza
a las doscientas páginas), por lo que se lee de manera rápida, aunque ello
también gracias al talento de su autor para cautivarnos con la caracterización
que realiza de sus dos héroes. Asimismo
ayudan a entusiasmarse en el texto la creación de nuevos personajes, diseñados
de tal manera que resultan más que atractivos; por último no se debe olvidar la
existencia de una trama en la que imperan la intriga y la aventura, permitiendo
además desarrollar varios temas de interés, como se irán presentando a lo largo
de este texto.
Pues su argumento o más bien el caso que
debe resolver Holmes, parte de una manera muy especial y atendiendo a añejos
patrones de las viejas historias: a través de la ayuda de una dama en apuros,
quien por supuesto está descrita como una mujer femenina, angelical…y
desvalida; alguien a quien proteger para seguir los esquemas de conducta de la
sociedad en la que se enmarca esta narración.
Por otro lado, la introducción de esta fémina en la cronología de los
residentes de Baker Street resulta bastante significativa, por cuanto esta no
desaparece de sus vidas a lo largo del resto de su bibliografía, ya que se
transforma en alguien importante para la felicidad de uno de estos dos. Pues volviendo a su trama, la señorita en
cuestión los lleva a involucrarse en esos típicos crímenes que implican tesoros
desaparecidos y venganzas entre medio…Solo que su escritor lo sazona todo de
tal modo, que una vez descubierta la identidad del responsable de las cuitas
del afectado (que resulta ser otro sujeto y no su nueva clienta), el lector
llega a encontrarse con un criminal que escapa a los estereotipos maniqueos y
termina por ganarse la simpatía (si es que no su comprensión) de los lectores.
Este título permite tomar conciencia de
que el mal no es solo algo relacionado con la violencia y los sujetos
marginales, que habitualmente podemos encontrar en este tipo de relatos, sino
que tiene diversos tipos de manifestaciones. De este modo se introduce la idea
de que la avaricia y la deslealtad, son otros de los flagelos que causan
estragos en el corazón humano. De igual
modo los villanos pueden ser más que unidimensionales malvados y por lo tanto
pueden guardar dentro de ellos la noción del honor, como también la certeza de
la justicia, que no los aleja del resto de la comunidad. Es así que el libro deja claro que en
cualquier lugar y aún entre los que ostentan una posición social privilegiada,
existen individuos de actitud reprochable (de igual modo hasta los parias
pueden dar muestras de nobleza).
La novela a su vez se constituye en un
medio para conocer la realidad en que vivió Conan Doyle, miembro del poderoso
imperio británico de aquellos tiempos y que cuando apareció esta obra había conquistado
la India, teniendo posesiones en ella y varios intereses comerciales, como
políticos. Pues el libro da señales de
esta historia de dominación, debido a que varios de sus personajes se
encuentran ligados a ello, entre europeos y autóctonos del exótico país. Por tal razón parte de la narración
transcurre en esta otra nación, haciendo mención directa a los conflictos entre
colonizados y colonizadores, a las costumbres de sus lugareños, su lenguaje y
otros aspectos. Como ya es habitual
entre las obras del escritor, este demuestra ser alguien bastante documentado
acerca del mundo más allá de sus fronteras, entregando rica información para el
lector, que hace de la ambientación de sus ficciones algo vasto y creíble y con
un fuerte asidero en los tiempos en que realizó su labor literaria. Debido a esto mismo, el novelista hace
mención directa a otras facetas de dicha época, como las costumbres carcelarias
y las tribus caníbales con las que se encontraban los viajeros de las por entonces
tierras ignotas, que aún quedaban a finales del siglo XIX (no obstante muchas
veces ello era una exageración novelística, propia de los relatos de quienes
tenían estos supuestos encuentros con tribus primitivas).
Lo anterior tiene que ver con la figura de
uno de sus personajes más llamativos, un aborigen que en su descripción
corresponde a la visión xenófoba, que tenían los “blancos” de entonces hacia
los pueblos originarios. Cabe en todo
caso destacar el atractivo por tal exotismo y que para mucha gente de estos
países poseían sus gentes. La siguiente
cita explica mejor que nada la visión que se tenía de estos indígenas:
“Era
un hombre fuerte y corpulento y, al verlo de pie con las piernas separadas, me
di cuenta de que la pierna derecha, desde la rodilla hasta abajo, no era más
que un mástil de madera. Como en respuesta a sus gritos estridentes y airados,
se produjo un movimiento en la masa acurrucada sobre la cubierta. Cuando se
incorporó, vimos que era un hombrecillo negro, el más pequeño que he visto en
mi vida, con una cabeza grande y deforme y una gran mata de cabellos revueltos
y enmarañados. Holmes ya había sacado su revólver y yo eché mano al mío nada
más ver a aquella criatura deforme y salvaje. Estaba envuelto en una especie de
capote o manta oscura, que sólo dejaba al descubierto su cara; pero aquella
cara bastaba para quitarle el sueño a cualquiera. Nunca he visto unas facciones
que expresaran tanta bestialidad y crueldad. Sus ojillos brillaban y ardían con
luz siniestra y sus gruesos labios se arrugaban, dejando a la vista los
dientes, que rechinaban y nos hacían muecas con una furia casi animal.
–– Si levanta la mano, dispare ––dijo
Holmes tranquilamente.
Estábamos ya a un largo de distancia, con
nuestra presa casi al alcance de la mano. Aún ahora me parece que los estoy
viendo a los dos: el hombre blanco, de pie, con las piernas separadas,
vociferando maldiciones; y el diabólico enano, con su rostro espantoso y sus
afilados dientes amarillos, tirándonos mordiscos a la luz de nuestro foco”.
La relación entre Holmes y Watson resulta
ser bastante curiosa, puesto que se
transforma en un gran ejemplo de lo que significa mantener una estrecha amistad
incondicional entre hombres (tema recurrente en la literatura desde los
antiguos relatos orales mitológicos). No
obstante estos dos no pueden ser más distintos entre sí y ante la fraternidad
que los une (siendo que al parecer no poseen otros amigos), bien uno puede
preguntarse cómo es posible tal unión.
Pues el buen doctor deja en evidencia más de una vez su admiración hacia
el detective, lo que se hace más notorio por el hecho de que este lleva un
registro de todas sus aventuras, para luego convertirlas a narración
literaria. Mientras Watson es un hombre
emocional y sencillo, el otro es sin duda un sujeto racional y de gustos más
“refinados” (como su interés por la cocaína), quien es por completo feliz
siempre y cuando puede dar rienda suelta a su privilegiado intelecto. De hecho, el principio de esta obra da las
claves para comprender mejor las pasiones que mueven al sabueso y lo que
incluso llega a causar cierto rechazo en su compañero, quien no justifica su
amor hacia ciertas sustancias. Es respecto
a esto último, a los apetitos narcóticos de Sherlock, que llama la atención la
naturalidad con la que el autor hace mención de sus costumbres (sin mayor
juicio de valor que el hecho por el propio amigo), lo que a la luz de hoy en
día para muchos resulta algo escandaloso (razón por la cual en la mayoría de
las adaptaciones audiovisuales del personaje, tienden a “olvidarse” de esta
faceta suya).
Otro aspecto que puede llamar la atención
en la personalidad de Sherlock Holmes, viene a ser su vida privada, desconocida
por su amigo y biógrafo, la cual poco a poco va quedando al descubierto para
este y los mismos lectores. Pues a
medida que el tiempo transcurre, se van revelando varios aspectos suyos que dan
noción del pasado de Holmes, mucho antes de conocer a Watson; de igual modo se
sugiere una vida en “paralelo” al tiempo que pasa con el doctor, una en la cual
se codea con todo tipo de gente (y no necesariamente de la más rancia
alcurnia). Es así como se nos va
presentando a un héroe multifacético, alguien que está lleno de sorpresas. Pues Holmes saca partido de todo lo que tiene
a su disposición: por ende aprovecha sus experiencias fuera del hogar de Baker
Street, lo mismo que los distintos conocimientos que adquiere y la confianza de
los muchos conocidos con los que logra entablar algún tipo de cercanía; luego
todo ello le permite reunir los medios suficientes para superar cualquier
imprevisto.
También resulta interesante el trato que
hay entre los personajes, uno en el cual la caballerosidad, el sentido de la
hospitalidad y el respeto resultan pilares fundamentales de las relaciones interpersonales. No solo en el comportamiento deferente de los
varones hacia el entonces llamado “sexo débil”, se encuentra este aspecto, sino
que se haya en abundancia entre señores de toda índole, destacando justamente
el comportamiento que tiene el “criminal” de esta novela. No hay la menor duda de que el libro retrata
otro mundo, o más bien una sociedad con rígidos patrones de conducta y donde la
formalidad no es algo solo para las situaciones de etiqueta.
El nombre de la novela, tan esotérico como
se sabe era del gusto de su autor profundizar en este tipo de temas (quien era
miembro de una sociedad secreta: la Golden Dawn), tiene que ver con un pacto
que cobra vital importancia para la trama.
Su significado es explicado bastante bien en el desarrollo, no obstante
viene a ser otra manifestación del interés que tenían Conan Doyle y sus coetáneos
hacia lo exótico y lo raro. De este modo
en sus páginas también nos encontramos con bizarros ritos y personajes como el
ya mencionado aborigen y el mismo “villano”, que de igual modo viene a ser un sujeto que no pasa desapercibido ante
la demás personas.
En contraste a la personalidad de nuestro
personaje principal, se encuentra Athelney Jones, agente de la policía y que
tanto en su personalidad, como en apariencia, se describe como alguien distinto
al detective (además del hecho de ser un investigador “oficial” en vez de
Holmes, quien realiza su labor más por el amor a la aventura). Pues mientras el
segundo es alguien que disfruta de la adulación, el otro solo busca satisfacer
sus inquietudes intelectuales, de resolver los más complicados enigmas usando
solo su inteligencia privilegiada. No obstante
pese al contraste entre el uno y el otro, el profesional de Scotland Yard
también es un hombre que ama la justicia, solo que es menos “idealizado” que
nuestro protagonista.
“Mientras Holmes hablaba, los pasos se
habían ido acercando y ya resonaban con fuerza en el pasillo. Un hombre muy
corpulento y de aire autoritario, vestido con un traje gris, entró dando
zancadas en la habitación. Tenía el rostro colorado, voluminoso y pletórico,
con un par de ojillos muy pequeños y centelleantes, que miraban con viveza
entre unos párpados hinchados y fofos. Le seguían de cerca un inspector de
uniforme y el todavía tembloroso Thaddeus Sholto.
–– ¡Aquí hay lío! ––dijo con voz ronca y
apagada––. ¡Un bonito lío! Pero ¿quiénes son todos éstos? ¡Caramba, esta casa
parece tan llena como una madriguera de conejos!
–– Supongo que se acordará de mí, señor
Athelney Jones ––dijo Holmes, muy tranquilo.
–– ¡Pues claro que sí! ––resolló el
policía––. Es el señor Sherlock Holmes, el teórico. ¡Que si me acuerdo! Nunca
olvidaré la charla que nos dio sobre causas, inferencias y efectos en el caso
de las joyas de Bishopgate. Es cierto que nos puso sobre la buena pista; pero
ahora reconocerá que fue más por buena suerte que por buen criterio”.
No
cabe la menor duda que tras leer este fascinante título, quien se haya
encontrado en una ocasión pasada con la pluma de Sir Arthur Conan Doyle o quien
por primera vez se hubiese detenido en sus narraciones, sin duda deseará volver
a gozar de sus aventuras y misterios.
Pues Sherlock Holmes hay para rato y ello tan solo en lo concerniente a
lo que llegó a escribir sobre él su propio autor.
Este gran detective fue uno de los primeros personajes literarios que empece a seguir, con mi papá y mi hermano compramos un par de libros recopilatorios de sus principales aventuras, eran de edición económica, con la letra apretujada a más no poder, pero no impidio que conociera esta y otras aventuras de Sherlock.
ResponderEliminarMe trajo muy buenos recuerdos leer tu post, gracias Elwin.
Sherlock Holmes tiene ese encanto que solo poseen los grandes personajes de la literatura: Te pueden cautivar desde pequeño, como bien cuentas a través de tu comentario.
EliminarSiempre he tenido el interés de leer algún día un libro que se trate de este personaje super conocido llamado Sherlock Homes tuve un interes desde chico me acuerdo en el anime de Detective Conan , Conan era fanático Sir Arthur Conan Doyle y el personaje Sherlock Homes cual lo cita mucha veces y ocupaba sucesos en el libro para resolver el caso , ademas la pelicula Sherlock Homes tampoco es para nada mala haci que ojala que llegue el dia en que lo lea.
ResponderEliminarSaludos
Te recomiendo comenzar por su primera novela, "Estudio en Escarlata", y que en realidad considero mucho mejor que esta otra (sin ánimo de desmerecer "El Signo de los Cuatro" o si no con su primera colección de cuentos, "Aventuras de Sherlock Holmes".
EliminarUn análisis completo y bastante bueno de la obra. Me imagino que acá es donde comienzan a verse los personajes más conocidos (y explotados en TV y películas) del universo de Sherlock Holmes, como el Profesor Moriarty (me imagino que será el villano) o Irene Adler. ¿Para cuando leerás El Sabueso de los Baskerville? Es la que a mi me parece la mejor novela de Sherlock Holmes, hasta ahora.
ResponderEliminarNo, la verdad. La Adler ya salió en su primera colección de cuentos llamada "Aventuras de Sherlock Holmes" y Moriarty todavía no aparece. Aún no leo los textos en que aparece y en cuanto al libro que mencionas, todavía lo tengo pendiente.
EliminarIrene Adler aparece por primera vez en "Un Escándalo en Bohemia" y Moriarty en "El Problema Final", No recuerdo en cuál aparece Moran xD. El Sabueso de los Baskerville es genial, tiene buen gusto usted Señor Sorin Markov.
EliminarRecuerdo muy bien cuánto sabes del personaje y todo lo que te gusta. Gracias por tu aporte, amigo.
EliminarMucho mejor que la primera, aunque para mi la novela de Holmes por excelencia siempre ha sido y será "El sabueso de los Baskerville". Por cierto que es de las pocas historias largas del Canon que no han versioneado en el Sherlock de la BBC. ¡Saludos!
ResponderEliminarPues pretendo verme Sherlock en las próximas semanas, si bien aún no leo las otras novelas en las que se basa.
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