Junto a mis papás al cumplir los cinco años, más o menos en la época del recuerdo que hoy comparto con ustedes. |
Hay ocasiones en la vida de cada uno, en
que ciertos sucesos se convierten en los hilos fundamentales que rigen el resto
de nuestros días. Es un antes y un
después de lo que hemos vivido, que deja una línea divisoria respecto a lo que
nos pasó en aquel acontecimiento. Algo
que nos ha marcado tanto, que nos llega a definir para bien o para mal y que
deja huella en quiénes somos. A veces
puede ser un hecho complejo, como un viaje o una tragedia, otras algo que a
simple vista parece tan sencillo, pero que en su momento tuvo la fuerza
suficiente de convertirse en un momento decisivo en la construcción de quiénes
somos. De igual manera existen personas
que pasan a nuestro lado, que a veces caminan solo un tiempo junto a nosotros y
otras que continúan en el presente a tu lado y sin embargo en cualquiera de los
dos casos, son fundamentales para tu propia idea de la felicidad. En mi caso, como en el de mucha gente a mi
edad, tengo muchos de estos recuerdos fundamentales, así como mantengo en mi
memoria y en mi circunstancia actual a gente así de valiosa.
Hace tiempo ya, cuando estaba en la
universidad, un profesor nos explicaba la teoría de la Neurolingüística, que
afirmaba que el cerebro se podía programar igual que una computadora. Hoy en día lo que más me llama la atención de
dicha disciplina, es que se afirma bien en la vieja idea compartida por tantas
culturas, de que definimos el mundo en cuanto ocupamos las palabras que nos ayudan
a modelar la realidad; pues además tal como lo dicen los judíos, las palabras
son sagradas y tienen poder (En el principio era el Verbo, Juan
1). Volviendo a aquel día, el profe
afirmó que lo que nos hayan dicho o lo que nosotros digamos a los demás, puede
causar tal efecto que quede una huella imborrable en uno y en otros…
…Entonces tuve una epifanía, que me
impactó tanto que no dudé en compartirla con el curso.
Hace muchos años atrás, también por allá
en el siglo pasado, aunque esta vez en los albores de mi paso por esta tierra,
cuando tenía cerca de cinco años, me pasó algo que bien viene a ser uno de
estos momentos claves de los que les cuento.
Estaba con mis papás y de seguro con mis hermanas Jenny y Mabel, también
en aquel entonces menores como yo, viendo una noche de sábado una película
juntos por televisión. El filme era un
culebrón y la verdad ignoro cómo se llamaba, sin embargo era la típica historia
de “basada en un hecho de la vida real”.
Como mi memoria es frágil, ignoro hasta qué punto la síntesis que les
daré es correcta. De igual manera si
alguien me pudiese dar más datos sobre esta obra (su nombre aunque sea), se lo
agradeceré con todo mi ser.
Era sobra una familia con problemas
económicos, con muchos hijos pequeños de por medio, que se enfrenta a la dura
prueba de que a la madre, quien era el verdadero sustento de todos, se le había
declarado cáncer terminal. El papá era
un alcohólico, así que más bien era un lastre para los demás. Ante la eminencia de la catástrofe, el
hermano mayor (a lo más un adolescente) toma la decisión de que tras morir su
progenitora, buscarle por su propia cuenta a cada uno de sus hermanos una
familia de acogida, que los pueda cuidar y darle el mejor de los futuros
posibles y que con las posibilidades actuales sería muy difícil conseguir; y lo
más importante, que no les faltara amor.
El muchacho logra su objetivo, si bien ello implica que al final se
queda solo junto al débil patriarca, ya que a su edad nadie quiere acogerlo.
Y tras terminar de ver todo esto, me pasó
algo que nunca antes había experimentado a tan tierna edad: Me puse a llorar sin
un motivo aparente. Era un sentimiento
tan profundo, algo que nacía desde el interior más hondo de mí, que no podía dejar que ese manantial de emociones que no comprendía se acabara. Las lágrimas salían de mis ojos y mi cuerpecito
se agitaba de una manera inusual, por algo que no era la típica congoja debido
a que me hubieran retado o sufriese el dolor físico de una rodilla o de un codo
pelados, por las acostumbradas caídas de los juegos infantiles. Era algo completamente nuevo para mí. Supongo que a quienes me rodeaban les llamó la
atención mi reacción (¡Es increíble, mientras rememoro esto no dejan de
humedecerme los ojos y de moquearme la nariz!).
Y así fue que gimoteando le pregunté a mi
papá:
- ¿Por qué estoy llorando? ¡Si esto no es
algo que me ha pasado a mí!
Estaba desconsolado, me habían sacado por
completo de mi frágil equilibrio emocional.
- Porque tú no tienes el corazón de
piedra.- Fue la breve, aunque significativa respuesta de mi querido papá (quien
ya hace años dejó este mundo, aunque no por ello dejo de sentirlo a mi lado o
tal como dijo la inolvidable Luna Lovegood a Harry Potter en Harry
Potter y la Orden del Fénix: "Lo
que perdemos al final siempre vuelve a nosotros... aunque a veces no del modo
que esperamos").
Era muy pequeño, inexperimentado y
tampoco muy brillante ille tempore como
para entender cabalmente esa sencilla, aunque antigua metáfora (tampoco digo
que ahora sea un genio). No recuerdo si
mi papá me la explicó, pero en mi inocencia algo de luz me llegó a la
conciencia de las palabras y sin verbalizar pude saber qué me quiso decir.
Tengo hartos defectos, no soy un santo,
hedonista como yo solo y mañoso, también cuando me enojo exploto (quizás por
eso tal vez me gusta tanto Hulk, porque bastante me siento identificado con él
y con el pobre Bruce Banner), no obstante algo que rompe todas mis defensas es
ver a gente sufriendo, más si la conozco; de modo que no puedo evitar querer consolarla
y prestarle apoyo. A ello se suma la
misma educación religiosa que tuve de niño y adolescente, pues en el colegio en
el que estudiaba, estaban las Hermanas de la Consolación y justamente ese era
su carisma, que se quedó conmigo.
Volviendo a esa noche de sábado, me
alegro que mi papá que era bien machista para sus cosas, nunca me hubiese
negado diera rienda suelta a mi parte más sensible. Mi mamá tampoco. Supongo que ellos bien sabían quién era su
hijo. Por esto mismo, nunca escuché de
ellos eso de “Los hombres no lloran”… ¡Una soberana estupidez!
Desde aquel entonces mi llorómetro, como bien le puso un amigo
que me conoce media vida, ha marcado alto innumerables veces. Y como apasionado por el arte que soy, me basta
con ver cualquier buena película o serie, leer un libro o un cómic valiosos
para mí y que me toquen las telas del alma, o una melodía que me sobrecoja, como
para que una vez más salga de mi interior ese niño, que aquella vez pudo
apreciar la belleza y el sentido más allá de su propia inmediatez.
Vuelvo a leer este texto mientras lo
reviso, para que no me salga tan torpe la pluma y me pregunto qué tan cursi
será, qué tanto difiere de las “ñoñeces” que acostumbro publicar. No importa, lo he escrito para mí y para mis
más cercanos, en especial a aquellos que conocieron a mi padre (¡No puede ser,
nuevamente estoy llorando!) y que llegaron a sentir su amor por mí. Esto es parte del legado que me ha dejado y
que hoy comparto con ustedes.
Cinco años después (la niñita que sale sonriendo al lado de mi papá es mi hermana menor, Jenny, quien luego sería la mamá de mis regalones Amilcar y Brunito). |
Siempre es bueno conocer algo mas de tu persona... y saber que tu llorometro se descalibro siendo tan chico explica que hoy este totalmente descontrolado... jajaja... eres un sentimental... pero asi eres tu... respecto a la foto... es ver a tu sobrino regalon.
ResponderEliminarLos recuerdos son importante para construir nuestra vida en su momento actual, he seguido esta lectura con cierta nostalgia producto que creo haber visto la película que mencionas y conocí a tu buen padre, ese hombre de conversación simple, pero con el ingenio y la sabiduría que entrega los años y la vivencia misma, aun lo recuerdo sentado detrás de su pequeña tienda o en verano tomando el fresco de la tarde, hablando de su próximo discurso de cumpleaños o apoyando algún candidato de la democracia cristiana (era católico), dando por hecho que su interlocutor era de esa tendencia política, pero bueno así el era, un hombre sencillo de esfuerzo y trabajador, que cumplía a cabalidad el concepto cristiano de su deber para con su familia.
ResponderEliminarCon relación a lo que dices de la película, me parece que en el argumento te equivocas, es a madre que entrega cada uno de sus hijos con familias acomodadas, producto que su padre no solo era alcohólico, sino que un hombre sin voluntad de luchar en contra de la adversidad. Pero, la muerte de la madre no se tradujo en el quiebre de la familia, ya que ellos de mayor siguieron unidos (los vi en un programa de televisión en Estados Unidos), en otras palabras la madre logro mantener después de su muerte unida a esa hermosa familia.
Para terminar, todos sabemos que eres un empedernido sentimental, que lloras con las cosas más inverosímiles, con los grandes libros y con los textos más insignificantes, creo que tienes la capacidad de no tener un corazón de piedra y una racionalidad muy unida con la inteligencia emocional no todos la tienen, esa es tu virtud, por cierto todo no es arte, como yo te conozco se que cuando hablas en este termino te refieres a una gran gama, desde un libro como los Miserables, hasta la Vía verde, desde un cuadro de Velásquez hasta las viñetas de Batman, por ello me guardo este punto, para otra ocasión. Fue un hermoso recuerdo, como dije siempre es bueno evocar, esos aciagos día del pasado y recordarlos con nostalgia, nos hace lo que somos.
Anónim@, veo que bien me conoces y somos amigos, lástima no hayas puesto tu nombre (si bien tengo mis sospechas). Gracias por hacerte parte de esta especial remembranza conmigo.
EliminarMaese Sardaukar, las apreciaciones estéticas diferidas entre tú y yo son un tema de nunca acabar, pero no es lo que nos convoca hoy. Lo que sí nos lleva hoy a esta correspondencia digital, es este texto que más tiene que ver con quiénes somos, que con los gustos personales de cada uno.
Como siempre tu memoria privilegiada me ha echado una mano, a la hora de saber más sobre esta película que se mantiene en las nieblas de mis recuerdos.
Tú justamente eres uno de esos amigos que tenía en la cabeza, cuando me refería a aquellos que conocieron a mi papá.
Me permito contarte otro hecho respecto a él y que tiene que ver contigo: Pocos días antes de fallecer nos llamó a cada uno de sus hijos para hablar y entonces me dijo que me iba a regalar un colegio para que yo fuera el director, de tal modo que pudiese trabajar junto a mis amigos...Y tú fuíste uno de aquellos a quienes nombró, pues bien sabes lo harto que te quería.
Por su puesto que se cuanto me estimaba tu señor padre, sobre todo que fui uno de sus invitados a su cumpleaños, lo cual lo considere un gesto muy importante para él, no todos los días se invita a un amigo de su hijo, con mínimas conexiones con él, al menos que se le tenga mucha apreciación, este fue el motivo que acepte su invitación y sentí en el alma su perdida. Con relación a la película, pregunte su nombre y esperó la respuesta. Por la concepciones estéticas agradezco a nuestro SEÑOR todos los días no tener las mismas que tu.
EliminarLo bueno que te sucedió con esta experiencia, y posiblemente con otras que no cuentes por este medio, es que tus padres no actuaron como entes represores, sino más bien como mediadores o puentes, en este caso entre tus emociones y tu. Y eso es algo positivo, pues de no haber sido así, quizás esta experiencia no habría sido tan significativa ni te habría puesto en contacto a tan temprana edad con tus propias emociones.
ResponderEliminarPor otra parte, pienso que es bueno siempre encontrar algo personal en todos los blogs, pues si sólo se dedican como tu dices a "ñoñerías" y nunca hay algo personal ya parece como leer una revista especializada, donde hay un cúmulo de redactores a los cuales no conoces ni tienes posibilidad de conocer a otro nivel. Muy buen artículo.
Qué bueno, amigo, te haya gustado este texto escrito con tanto sentimiento y el cual bien sabes de alguna manera en una de nuestras amenas charlas "digitales" me inspiraste a escribirlo. Bueno, ahora ya sabes más de mí.
EliminarQue bonito recuerdo compartiste aquí, mi estimado. Fueron pocas las ocasiones en que conversé con tu padre, pero el me caía muy bien. Te confieso que me hubiera gustado que mi papá y el tuyo se hubieran conocido. Pienso que se hubieran llevado bien el par de viejos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Qué hermosas tus palabras, amigo mío. Quién sabe, en una de esas han llegado a conocerse. Me ha emocionado mucho la idea.
EliminarUn lindo recuerdo el que compartes de ese tipo de experiencias que nos marcan de por vida y nos definen como persona. Te confieso que yo soy súper llorón también con las series, películas y libros, al punto de que incluso sólo recordar algunos momentos clave en medio de una conversación me humedece los ojos. haha
ResponderEliminarSaludos Elwin
Fíjate me he apropiado de tu término "Lloré como una quinceañera", je. A mí me pasa igual que a ti en ciertas conversaciones...¡Y pucha, ya que ambos somos otakus, que nos hacen llorar los japoneses!
EliminarOtra cosa, gracias por el dato que me diste por guasap: efectivamente el filme en cuestión es "¿Quién cuidará de mis hijos?" (Who Will Love My Children?) de 1983. En una de esas capaz que me la vea (¡Para puro llorar como una quinceañera!).
Vaya Elwin, gracias por compartir esta entrada, que revela una gran calidad humana en tu persona, por lo que leo tu padre era un gran señor, seguro que esta orgulloso de su hijo, yo también soy de esos de "lágrima fácil", por así llamarlo y entiendo por lo que hay que pasar de repente al leer un libro, ver una serie, o recordar momentos tiernos pasados.
ResponderEliminarAsí que saludos colega corazón de pollo como decimos por acá.
Que un machote padre como tú entienda mi forma de ser y se sienta identificado, me demuestra que no soy un ave raris. Gracias por leerme y comentarme.
EliminarQue linda manera de recordar a tu padre, era una persona muy simpática para conversar, siempre salía con un chiste en medio.
ResponderEliminarPor eso te quiero tanto amigo, lo sensible que eres. "Es un niño!!" como decimos con el profe. Tu parecido a tu sobrino es impresionante. Un abrazo, Cepy
Gracias, querida Cepy, por pasarte por acá y compartir conmigo este recuerdo tan importante para mí.
EliminarHola Elwin
ResponderEliminar¿Por qué vemos ¡Hermosas fotos y emocionantes palabras!en tu blog?
- Porque tú no tienes el corazón de piedra.
Me alucinó esto que compartes, todo.
La película (es probable, no estoy tan seguro) que mencionas podría ser una llamada en español "Un largo camino a casa", ojo que hay varias llamadas así, de la que hablo es la que cuenta con un joven Timothy Hutton en el reparto, él hace de hermano mayor, si no es esa la peli: bien vale verla; pero primero busca unos pañuelos.
Esto que te decía tu padre, décadas atrás, me recordó a la invitación que hacía ayer el Papa francisco en su catequesis de los miércoles: "Pero no se olviden de esto: misericordia y don; perdón y don. Así el corazón crece, crece en el amor. En cambio, el egoísmo, la rabia, hace el corazón pequeño, pequeño, pequeño, pequeño y se endurece como una piedra. ¿Qué cosa prefieren ustedes? ¿Un corazón de piedra? Les pregunto, respondan: “No”. No escucho bien… “No”. ¿Un corazón lleno de amor? “Si”. ¡Si prefieren un corazón lleno de amor, sean misericordiosos!"
El texto entero está aquí https://es.zenit.org/articles/texto-completo-de-la-catequesis-del-papa-en-la-audiencia-del-21-de-septiembre-de-2016/
Una abrazo, hasta pronto. Diego
Qué precioso lo que dices respecto a las sabias palabras del Papa Francisco. Como dice el dicho "Los caminos del Señor son misteriosos" (sacado de un pasaje bíblico), pues lo dicho por mi padre y el Papa no puede estar más relacionado. Te agradezco de corazón que te hayas detenido en este texto algo diferente para mi blog.
EliminarPor otro lado, sobre el filme que menciono, ya sé cómo se llama: "¿Quién se quedará con mis hijos"? Y está para verse online en español neutro.
Nos estamos leyendo.
Pues que tu relación con tu padre siempre me recuerda la sección que dedicada Papini a Pedro Bernardone, el papá de Francisco de Asís, cuando habla de su querido hijo y dice: "Te amé, hijo mío, te amé sin comprenderte".
ResponderEliminarPaz y bien
Pues de seguro ando muy sensible, pues con la cita que has agregado a tus palabras, nuevamente me he puesto a llorar (tal vez potenciado por la sublime música que escucho ahora mismo).
EliminarYo creo que todos, en mayor o menor medida, no tenemos realmente corazones de piedra, salvo que uno resulte ser un sociópata o algo por el estilo. Pero al final, termina formándose un corazón de piedra por la familia, las presiones sociales, los roles de género, tener que mostrar fortaleza para salir adelante en la vida, etcétera. No debería ser así, pero el mundo es como es.
ResponderEliminarAunque no niego lo catártico que emocionarse con una buena película, un buen libro, un buen cómic, una buena música, etcétera, parece que mi don personal está más en una lengua filosa, que en un ojo humedecido. Una forma de compensación, supongo.
Pues debes saber que yo tengo una faceta irónica muy fuerte (que mis amigos la conocen muy bien). Por otro lado, gracias por compartir conmigo este texto tan valioso para mí.
Eliminar