Zombies Post-Romero.
La famosa película que consagró a George
Romero, su opera prima La Noche de los Muertos Vivientes de 1968,
no solo llevó a la cultura popular con gran difusión al monstruo
"impersonal" y profundamente simbólico del zombi; sino que más encima
le otorgó una nueva dimensión, al quitarle su carácter sobrenatural y llevarlo
a los terrenos de la ciencia ficción apocalíptica. Producto de una mutación, debido a la
contaminación y/o de una infección por motivos varios (virus natural, arma
biológica, parásitos, extraterrestres), pese a su popularidad dentro del
séptimo arte y luego otros medios tales como la televisión, los cómics y en
especial los videojuegos, tardó un resto de tiempo en cobrar su espacio dentro
de la literatura. Primero apareció en
unas cuantas novelas aisladas y luego, a través de cuentos en numerosas
antologías fue cobrando su propio espacio; de este modo, gracias a ellas, fue
posible a sus autores explotar al máximo las posibilidades de un tema tan rico
en alternativas. Por lo tanto, la última
tanda de relatos de esta colección, dan cuenta de ello y vaya que se nota.
9.
Dios salve a la Reina (John Skipp & Marc Levinthal).
Ambientado nada menos que en Inglaterra,
tras el llamado "Apocalipsis Zombie", esta historia se encuentra
dividida en 3 partes (El Chico, La Familia Real y Los
Muertos respectivamente). En ella se siguen justamente los pasos del
primero, tras ser rescatado de su vida en la calle y llevado, nada menos, que
al supuesto último vestigio de humanidad con todos sus lujos. Paralelamente a esto, vamos leyendo el diario
de vida del otro protagonista, un hombre mayor y de autoridad, que en
circunstancias muy particulares ha unido su vida al anterior.
La crítica social tan cara a los zombies romerianos (¿Habré inventado yo ese adjetivo?) y a muchas de las cintas que le siguieron, en el tono más oscuro posible, se nota claramente en este muy sangriento (y erótico) cuento. De tal modo, se hace un paralelo entre los muertos vivientes y la realeza; esta última, como una tradición que para muchos ya está rancia, por no mencionar su propia corrupción y que posee más de un ejemplo en la vida real.
Por cierto: Atentos a la noción de la zombificación, como una especie de evolución e interesante concepto, que recuerdo solo haberlo apreciado antes en la novela Cell de Stephen King.
“Y así se dirigieron al Londres de los no
muertos.
Mientras el putrefacto proletariado los cercaba.
Casi al mismo tiempo que las puertas se cerraron tras ellos, los soldados comenzaron a morir. Había demasiados cuerpos en un área muy reducida, y la procesión se movía demasiado lentamente. Incluso bajo la ensordecedora batería de fuego, los muertos seguían aproximándose.
El chico vio miembros que volaban por los aires, torsos vacíos, huesos en llamas. Y aun así los muertos seguían acercándose. Se pisaban unos a otros, pasando sobre sus camaradas abatidos. Se levantaban. Y continuaban aproximándose.
Había cinco soldados apelotonados a la derecha del chico, manteniendo el paso del carruaje mientras disparaban sin cesar. Pero uno de los hombres quedó un poco rezagado del grupo, moviéndose hacia los lados y disparando en todo momento con el rifle de asalto.
Una monja en llamas se abalanzó sobre él desde un lateral, agarrando el cañón del rifle mientras le echaba las manos a la cara. El hombre se giró para quitársela de encima, pero en ese momento el cadáver de un jugador de rugby le bloqueó el paso. El soldado soltó el arma demasiado tarde, varias manos le arañaban ya el rostro al tiempo que caía hacia atrás. La monja y el jugador de rugby lo inmovilizaron sobre la calzada, despedazándolo mientras los tres eran engullidos por las llamas.
—¡Sigan moviéndose! —gritó el jefe del pelotón, disparando a la muchedumbre —. ¡Sigan moviéndose, lentos pero sin pausa! ¿Lentos pero sin pausa?
El chico miró a Hallam, pensando con tanta intensidad en esa orden que hizo pestañear al obispo. ¿LENTOS PERO SIN PAUSA?
A la izquierda del carruaje del obispo, dos zombis acorralaron a un guapo y joven soldado contra la portezuela del vehículo. La chaqueta se le quedó enganchada en el pomo, arrastrándolo mientras los muertos lo asaltaban a mordisco limpio. El soldado gritó y logró embutir su revólver en la cuenca del ojo izquierdo del ama de casa que tenía enganchada en la garganta. La muerta cayó hacia atrás cuando le disparó, llevándose la laringe del soldado entre los dientes. La sangre salió a presión. Los otros zombis siguieron mordiéndole, desgarrándole la mejilla y reconcomiéndole el rostro hasta alcanzar los labios.”
La crítica social tan cara a los zombies romerianos (¿Habré inventado yo ese adjetivo?) y a muchas de las cintas que le siguieron, en el tono más oscuro posible, se nota claramente en este muy sangriento (y erótico) cuento. De tal modo, se hace un paralelo entre los muertos vivientes y la realeza; esta última, como una tradición que para muchos ya está rancia, por no mencionar su propia corrupción y que posee más de un ejemplo en la vida real.
Por cierto: Atentos a la noción de la zombificación, como una especie de evolución e interesante concepto, que recuerdo solo haberlo apreciado antes en la novela Cell de Stephen King.
Mientras el putrefacto proletariado los cercaba.
Casi al mismo tiempo que las puertas se cerraron tras ellos, los soldados comenzaron a morir. Había demasiados cuerpos en un área muy reducida, y la procesión se movía demasiado lentamente. Incluso bajo la ensordecedora batería de fuego, los muertos seguían aproximándose.
El chico vio miembros que volaban por los aires, torsos vacíos, huesos en llamas. Y aun así los muertos seguían acercándose. Se pisaban unos a otros, pasando sobre sus camaradas abatidos. Se levantaban. Y continuaban aproximándose.
Había cinco soldados apelotonados a la derecha del chico, manteniendo el paso del carruaje mientras disparaban sin cesar. Pero uno de los hombres quedó un poco rezagado del grupo, moviéndose hacia los lados y disparando en todo momento con el rifle de asalto.
Una monja en llamas se abalanzó sobre él desde un lateral, agarrando el cañón del rifle mientras le echaba las manos a la cara. El hombre se giró para quitársela de encima, pero en ese momento el cadáver de un jugador de rugby le bloqueó el paso. El soldado soltó el arma demasiado tarde, varias manos le arañaban ya el rostro al tiempo que caía hacia atrás. La monja y el jugador de rugby lo inmovilizaron sobre la calzada, despedazándolo mientras los tres eran engullidos por las llamas.
—¡Sigan moviéndose! —gritó el jefe del pelotón, disparando a la muchedumbre —. ¡Sigan moviéndose, lentos pero sin pausa! ¿Lentos pero sin pausa?
El chico miró a Hallam, pensando con tanta intensidad en esa orden que hizo pestañear al obispo. ¿LENTOS PERO SIN PAUSA?
A la izquierda del carruaje del obispo, dos zombis acorralaron a un guapo y joven soldado contra la portezuela del vehículo. La chaqueta se le quedó enganchada en el pomo, arrastrándolo mientras los muertos lo asaltaban a mordisco limpio. El soldado gritó y logró embutir su revólver en la cuenca del ojo izquierdo del ama de casa que tenía enganchada en la garganta. La muerta cayó hacia atrás cuando le disparó, llevándose la laringe del soldado entre los dientes. La sangre salió a presión. Los otros zombis siguieron mordiéndole, desgarrándole la mejilla y reconcomiéndole el rostro hasta alcanzar los labios.”
Una de las novelas recomendadas por el antologista... ¡Y pensar que la tuve varias veces en mis manos y la desprecié a priori! |
Narrada en primera persona, su protagonista es un chico saliendo de la adolescencia, quien desea seguir los pasos de su heroico padre, quien oficia la labor mencionada. La primera parte, llena de optimismo pese al "apocalipsis zombie", que acá tiene una leve explicación cuasi mitológica, nos cuenta de la dura prueba para volverse un defensor y guerrero. Con posterioridad, el mundo se va poniendo más oscuro, a medida que los muertos vivientes van ganando terreno.
El inesperado final, agrega una exquisita dosis de fantasía y al más puro estilo manganime, lo que hace de este relato algo muy distinto, al resto de los títulos que lo acompañan en la presente antología.
—¡Esto es imposible! ¡Los matamos y regresan para seguir luchando! ¡Encontrad una salida o nos masacrarán!
Estas palabras fueron pronunciadas por Dogen, quizás el chico más fuerte de nuestro grupo. Había despejado una vía a través de los zaambis lo suficientemente grande para escapar del círculo iluminado. Cuatro chicos, incluyendo a Dogen, se quedaron al borde de la zona alumbrada y se dispusieron a correr hacia la oscuridad.
—Venid vosotros dos —gritó Dogen—. ¡Estaremos más seguros cuantos más seamos!
—¡No, a la oscuridad no! —le contesté gritando—. ¡Podría haber cientos de ellos más allá de la luz, listos para apresarte tras haber oído tus gritos! ¡Permaneced donde podamos ver acercarse al enemigo!
—No regresaré a salvar vuestras estúpidas almas —dijo Dogen mientras corría alejándose de la luz. Los otros dos chicos le siguieron, pero el tercero, Gen, se volvió para mirarnos indeciso y luego se giró para seguir a los otros. Pero era demasiado tarde. El camino que Dogen había abierto estaba ahora bloqueado por nuevas tropas de zaambis. Gen intentó correr hacia nosotros, pero le agarraron por las piernas. Dejó caer su eskrima y arañó el suelo con las manos, ensangrentándose los dedos en un desesperado intento por evitar ser sacado a rastras. Recogí su espada mientras él se esfumaba en la oscuridad.
Los muertos vivientes son una realidad controlada por medidas drásticas, de modo que no son una amenaza; no obstante, cualquier persona puede volverse un zombie tras morir, de modo que hay que actuar de inmediato para evitarlo y que de ese modo el mundo siga su curso "normal".
El protagonista, fue un connotado maestro de los efectos especiales en filmes de terror, pero ahora que ya no se hacen ese tipo de cintas (debido a que la actual situación, le quitó su elemento "especial" a la muerte); en su presente apenas sobrevive, realizando trabajos ilegales para una empresa llamada La Juguetería, de más que dudosa reputación.
Sumido en una relación tóxica, se ve obligado a recurrir a los mismos servicios que detesta, con devastadoras consecuencias. En este caso los drogadictos mantienen una clara semejanza con los muertos vivientes.
Se trata de un relato apto, solo para personas con "criterio masturbado", pues no elude tabúes y es muy gráfico a la hora de representar lo más turbio de nuestra humanidad.
Por último, destacables sus alusiones directas e indirectas a la cultura pop, en materia de cine, televisión y música (Clive Barker y Star Trek también están presentes por acá).
Como en el caso anterior, el regreso de los muertos ha sido controlado, aunque hasta cierto punto y de ese modo el protagonista y su hijo, se encuentran entre los privilegiados que pueden optar a cierta seguridad. No obstante, el niño no es "normal"; de modo que el preocupado progenitor, debe ingeniárselas para darle seguridad extra en un mundo tan peligroso.
Plausible resulta ser cómo el autor, establece una especie de paralelo entre el temor que proyectan los zombis y su rareza, con la de condiciones reales con las cuales hoy en día vivimos (concepto clave: espectro autista), unos aceptándolas más que otros y que deben adaptarse a tales situaciones.
Tras el recordado relato que da nombre a esta antología, esta es la única historia que nos muestra el valor del amor, paternal más encima, para enfrentar al mal.
La calle está vacía. Salgo deslizándome por el asiento y dejo el motor del Taurus encendido.
De inmediato, la mujer se gira atolondradamente hacia mí, como si se orientase con un tosco radar orgánico o tropismo. Su piel está pálida, pero aún no ha comenzado a pudrirse, y su paso aún no se ha convertido en el deambular mecánico y rígido que aparece con el paso del tiempo y un mayor deterioro. Ésta acaba de comenzar a vagar sonámbula. Servirá.
Me acerco a ella, intentando mirar en todas direcciones al mismo tiempo. Pero la muerta y yo estamos a solas.
Echo un vistazo a su cuerpo buscando la herida mortal con ojo clínico. La única herida visible es un cráter de carne poco profundo y descolorido que le falta en el brazo izquierdo, bajo el codo… probablemente un mordisco. Es así de fácil; en cuanto el virus infeccioso penetra en la sangre actúa rápidamente. No existe herida no mortal o antídoto. Probablemente estaría luchando contra uno o más de ellos y se descuidó, o simplemente tuvo mala suerte. Escapó, pero sólo para sucumbir al virus de seis a doce horas más tarde. Por supuesto la muerte no le iba a impedir seguir infectando a otros. Irónicamente bautizada PAP por el Centro de Control de Epidemias, la Plaga Ambulante Postmortem hace parecer al VIH un simple resfriado. La palabra zombi es tabú, muy políticamente incorrecta, mencionada tan sólo en los tabloides más rastreros que se venden junto a los cajeros de supermercados.
Son lentos y sin intelecto, impulsados por un solo instinto primario: alimentarse. Me dirijo hacia ella, sacando la pistola de nueve milímetros de mi chaqueta. Sus ojos verdes están fijos y dilatados. Vacíos, como los de una muñeca. La puesta de sol rosada a nuestras espaldas incendia su desaliñado cabello rubio cobrizo.
Coloco el cañón de la pistola contra su frente justo en el momento en que sus brazos estirados se cierran alrededor de mi cuerpo en un impaciente abrazo de planta carnívora. Intento no pensar en Shelly cuando aprieto el gatillo.”
La guerra y el imperialismo (yanqui), llevan al inesperado nacimiento de un organismo capaz de crear mutaciones, entre otras espantosas situaciones. Como bien sucede con sujetos inescrupulosos, que desean poder- pese a las buenas intenciones de algunos- los planes se desbancan y de ese modo tenemos acá el origen del desastre.
Solo puedo destacar de este relato, el hecho de cierta habilidad que le conceden a los muertos vivientes y la idea de que tal vez todo suceda en una ucronía.
Ness lo comprendió cuando lo vio. También él estaba muerto. Estaba muerto; pero, irónicamente, nunca se había sentido más vivo. Con todo ese coñazo de la muerte ya pasado, ahora todo le parecía fácil. Estaba más allá del bien y del mal. Gracias, Nietzsche, hermoso bastardo, ¡lo que escribiste era cierto! Ya había superado la muerte y ahora avanzaba a otro plano. Libre del trabajo, libre de las multas de tráfico y de las malas relaciones, o de cambiar una rueda pinchada. Estar muerto le estaba sentando de maravilla.
Policías con equipo de antidisturbios entraron en avalancha por las puertas abiertas de la nave y dudaron unos segundos al contemplar lo imposible. Había helicópteros sobrevolando en círculos. Sirenas. Todas las sirenas del mundo habían acudido a toda velocidad hasta aquí.
Ness saltó sobre una caja y señaló a los policías mientras permanecían inmóviles mirando boquiabiertos con expresión de incredulidad.
—¡Eh, escuchad todo el mundo! ¡Me han contado que los cerdos del L.A.P.D. (Los Angeles Police Department) saben a pollo!
A continuación bajó de un salto y corrió hacia los policías conduciendo al frenético grupo de trabajadores zombis a un almuerzo temprano.”
Esos son los mismos Skipp y Spector que escribían splatterpunk??
ResponderEliminarLos mismos bakanes
EliminarMuy interesante parece esta antología. En lo personal, no recuerdo haber leído nada de esta tanda de autores, aunque seguramente he leído algún cuento en alguna vieja antología, pero no lo recuerdo. Por supuesto que algunos apellidos son bien conocidos, sobre todo en el terror de los 80. Asi que... anotada esta agenda, por supuerte la pude conseguir en digital... asi que la leeré! Parece una buena recomendación!
ResponderEliminarSaludos,
RICARDO
Para mí la mejor sección de este libro es la pulp y vaya que la disfruté. Si puedes leer este libro hazlo, que te fascinará
Eliminar