Vamps es una colección
de cuentos sobre mujeres vampiros, editada por Martin Greenberg y Charles G.
Waugh, que data de 1987. En español
apareció por primera vez en 1991 y luego tuvo al menos 3 versiones más, siempre
de la mano de la editorial española especializada Valdemar, aplaudida por sus
cuidadas (aunque a veces demasiado sobrias) ediciones.
Con el nombre en español de Vampiras,
antología de relatos de mujeres vampiros, trae en total 16 textos de
diferentes autores, entre mujeres y hombres abarcando cerca de un siglo y medio
de historias de este tipo; y es que esta valiosa selección, realiza un
recorrido pocas veces visto respecto a la evolución de tal literatura y de ese
modo los amantes del género (y de sus personajes) podemos conocer algunos de
sus mejores clásicos, como también autores/cuentos desconocidos para uno y que
bien merecen ser rescatados, además de la contribución de los escritores
posteriores, muchos de ellos populares hoy en día como Stephen King.
La actual edición que yo poseo pertenece a su colección del Club Diógenes, caracterizada por su tamaño "de bolsillo"; sin embargo, a diferencia de la versión que tuve en tapa blanda y con ilustraciones a color al medio del tomo, esta viene con un bello empaste en tapa dura y si bien no trae las mencionadas reproducciones a color, si en la página que lleva el título de cada cuento, trae un hermoso dibujo pequeño en negro y que sintetiza un detalle significativo del relato.
1. La Muerta Enamorada de Theophile Gautier (1836).
Un sacerdote ya anciano (aunque no tanto para nuestros actuales estándares, ya que solo tiene 66), recuerda con pesar un episodio de su juventud, que - supuestamente- estuvo a punto de llevarlo a la perdición.
Tras una vida de reclusión religiosa y aún siendo casi un muchacho, el día de su consagración sacerdotal, conoció a una hermosísima mujer de la cual llegó a enamorarse y con quien comienza a tener una doble vida durante las noches.
Narrada con una exquisita prosa, esta obra puede tener más de una lectura. La primera de ella, la más religiosa y moralizante, propia de la época en la que se escribió, nos habla de la tentación demoniaca y donde es justamente la figura de la mujer, lo que lleva al casto hombre a traicionar lo que es considerado como lo único correcto; de este modo sensualidad, placer, emoción y belleza son vistos como algo reprobable y ello en una clara representación misógina, que nos recuerda a la Eva que fue la primera en pecar en el Paraíso; en cambio, el varón aparece como el correcto, adalid de la razón y la templanza, encarnando más bien estos principios propios de una sociedad patriarcal que niega a la mujer sus atributos, siendo este el paternal Abad Serapione, quien simboliza por igual la voz de la experiencia y la conciencia moral (y no así el "débil" protagonista).
Frente a una interpretación como lo anterior, imposible no encontrarse con el concepto de la lucha del bien contra el mal; pues acá vemos cómo lo demoniaco busca posesionarse de la inocencia, siendo la vampira y el juvenil cura sus encarnaciones, un conflicto antiguo y que será un montón de veces retratado en obras posteriores del género como El Exorcista.
La segunda lectura solo he podido hacerla ahora que soy más maduro y he vivido más que las dos primeras veces en que leí esta joyita: No cabe duda que la seductora Clarimonda es una especie de vampira, que en el cuento se manifiesta también su naturaleza de bruja, pero esta en ningún momento es descrita como una verdadera criatura malvada y las únicas veces en que aparece como alguien ligado al mal, es por medio de los moralizantes comentarios marcados por la ideología reduccionista del abad y el arrepentido/avergonzado Romualdo (pues tampoco llegamos a saber qué tan pervertidos son sus acciones, durante los viajes nocturnos que realiza). Además, en repetidas ocasiones Clarimonde deja constancia de que en verdad ama a su hombre. Luego, bien podríamos decir que la verdadera demonización de la fémina, es propia de hombres incapaces de apreciar el gozo físico, eunucos mentales e histéricos que ante su incapacidad para asumir su deseo sexual, se esconden bajo una vida de castidad forzada. Para afirmar lo anterior, me apoyo en la interesante comparación que hace el protagonista de su vida como sacerdote con la muerte física (de modo que él y la "muerta enamorada" tienen mucho en común). Más encima, queda claro que Romualdo es lejos más feliz en su existencia nocturna, donde no se reprime como se ve obligado a hacer en su vida diurna.
Por lo tanto, este clásico y bello relato puede ser visto como la tragedia de un pobre hombre, que renuncia a la plenitud debido a su propia cobardía y/o a la presión de la sociedad retrógrada (encarnada por el superior del personaje principal).
La actual edición que yo poseo pertenece a su colección del Club Diógenes, caracterizada por su tamaño "de bolsillo"; sin embargo, a diferencia de la versión que tuve en tapa blanda y con ilustraciones a color al medio del tomo, esta viene con un bello empaste en tapa dura y si bien no trae las mencionadas reproducciones a color, si en la página que lleva el título de cada cuento, trae un hermoso dibujo pequeño en negro y que sintetiza un detalle significativo del relato.
1. La Muerta Enamorada de Theophile Gautier (1836).
Un sacerdote ya anciano (aunque no tanto para nuestros actuales estándares, ya que solo tiene 66), recuerda con pesar un episodio de su juventud, que - supuestamente- estuvo a punto de llevarlo a la perdición.
Tras una vida de reclusión religiosa y aún siendo casi un muchacho, el día de su consagración sacerdotal, conoció a una hermosísima mujer de la cual llegó a enamorarse y con quien comienza a tener una doble vida durante las noches.
Narrada con una exquisita prosa, esta obra puede tener más de una lectura. La primera de ella, la más religiosa y moralizante, propia de la época en la que se escribió, nos habla de la tentación demoniaca y donde es justamente la figura de la mujer, lo que lleva al casto hombre a traicionar lo que es considerado como lo único correcto; de este modo sensualidad, placer, emoción y belleza son vistos como algo reprobable y ello en una clara representación misógina, que nos recuerda a la Eva que fue la primera en pecar en el Paraíso; en cambio, el varón aparece como el correcto, adalid de la razón y la templanza, encarnando más bien estos principios propios de una sociedad patriarcal que niega a la mujer sus atributos, siendo este el paternal Abad Serapione, quien simboliza por igual la voz de la experiencia y la conciencia moral (y no así el "débil" protagonista).
Frente a una interpretación como lo anterior, imposible no encontrarse con el concepto de la lucha del bien contra el mal; pues acá vemos cómo lo demoniaco busca posesionarse de la inocencia, siendo la vampira y el juvenil cura sus encarnaciones, un conflicto antiguo y que será un montón de veces retratado en obras posteriores del género como El Exorcista.
La segunda lectura solo he podido hacerla ahora que soy más maduro y he vivido más que las dos primeras veces en que leí esta joyita: No cabe duda que la seductora Clarimonda es una especie de vampira, que en el cuento se manifiesta también su naturaleza de bruja, pero esta en ningún momento es descrita como una verdadera criatura malvada y las únicas veces en que aparece como alguien ligado al mal, es por medio de los moralizantes comentarios marcados por la ideología reduccionista del abad y el arrepentido/avergonzado Romualdo (pues tampoco llegamos a saber qué tan pervertidos son sus acciones, durante los viajes nocturnos que realiza). Además, en repetidas ocasiones Clarimonde deja constancia de que en verdad ama a su hombre. Luego, bien podríamos decir que la verdadera demonización de la fémina, es propia de hombres incapaces de apreciar el gozo físico, eunucos mentales e histéricos que ante su incapacidad para asumir su deseo sexual, se esconden bajo una vida de castidad forzada. Para afirmar lo anterior, me apoyo en la interesante comparación que hace el protagonista de su vida como sacerdote con la muerte física (de modo que él y la "muerta enamorada" tienen mucho en común). Más encima, queda claro que Romualdo es lejos más feliz en su existencia nocturna, donde no se reprime como se ve obligado a hacer en su vida diurna.
Por lo tanto, este clásico y bello relato puede ser visto como la tragedia de un pobre hombre, que renuncia a la plenitud debido a su propia cobardía y/o a la presión de la sociedad retrógrada (encarnada por el superior del personaje principal).
La primera edición en la lengua de Cervantes, con un horrible subtítulo y aún peor portada. |
2. Carmilla de Sheridan Le Fanu (1876).
Si bien el cuento de Theophile Gautier es aun mucho más antiguo que este, esta igualmente célebre novela corta bien viene a ser el verdadero precursor del Drácula de Bram Stoker ¿Por qué razón podemos afirmar esto, si ambas obras tienen de coprotagonista a una bella y supuestamente joven vampira, poseyendo además un marcado acento erótico? Pues, porque esta segunda narración mucho más extensa, mantiene con mayor medida un ambiente gótico y que nos recuerda la obra cumbre del irlandés.
También usando la primera persona a manera de confesión, por igual que el relato que antecede a esta obra, por parte de alguien ya adulto que recuerda su juventud, nos cuenta de una chupasangre en verdad engañosa y malvada. Bajo la apariencia de una preciosa doncella de aspecto angelical (por completo distinta a la mujer comehombres que es Clarimonde), esta depredadora tiene un método muy especial para conseguir sus víctimas. Es así que la narradora nos relata de lo que le aconteció a ella y a los suyos, como a sus pobres vecinos, cuando en circunstancias muy extrañas acogió en su hogar a la misma Carmilla.
El texto nos deleita con la descripción de una sociedad tan distinta a la nuestra, de nobles llevando una existencia acomodada en bellos parajes solitarios, acostumbrados a tratarse con cordial ceremonia, donde la intrusión de mal sobrenatural nos demuestra que ricos y pobres están condenados a morir y/o ser víctimas de males naturales y otros no tanto. Entre medio de este mundo, donde parece que rigen las conductas más nobles y que nadie sale de ellas (tales como la caballerosidad con las damas, el respeto a la figura del padre, el cuidado celoso por la protección de los menores de edad y el trato amable entre gente de distinta posición social, entre otros), encontramos una inesperada relación de características lésbicas entre dos muchachas, descrito con una naturalidad despreocupada o que bien puede ser visto como una evidencia de la contaminación que viene a ser la presencia de la misma Carmilla.
Con varios elementos más fantásticos, que el recordado cuento del francés, esta pieza es otro clásico que merece ser apreciado por todo amante del género e incluso de quienes aprecian la buena literatura en general.
3. El Misterioo de Ken de Julian Hawthorne (1887).
Un hombre culto visita a su viejo amigo en la casa de este, quien viene llegando de un largo viaje a Europa; es así que el anfitrión le cuenta de una experiencia de tipo sobrenatural.
Estando en Irlanda, se encuentra con una atractiva mujer quien, por supuesto, es una vampira; sin embargo, su experiencia es por completo distinta a las historias de este tipo y bien podemos decir que la inmortal en sí misma, corresponde a una entidad bastante sui generis para su especie.
El texto, que mantiene la belleza narrativa que ya hemos apreciado en los anteriores relatos del siglo XIX, contenidos en la antología que ahora nos reúne, se recrea en la belleza de las tierras irlandesas y en el poder de su folclor; al respecto, queda de manifiesto el valor de la tradición oral, de culturas tan potentes como la del país donde transcurre buena parte de esta obra, de modo que la literatura escrita no deja de inspirarse en ella.
Por último, cabe destacar el lenguaje y las apreciaciones por parte de los dos narradores, para referirse a otros hombres, sujetos supuestamente heterosexuales y que bajo las costumbres de la llamada "gente bien" del pasado, no tenía inconveniente para referirse a la belleza masculina o al placer de la fraternidad con alguien del mismo género, sin asomo de complejidad y de la forma más espontánea.
4. Luella Miller de Mary Willkins Freeman (1902).
Una maravilla de cuento, que pese a ser tan original en su manera de abordar el vampirismo, no deja de tener un fuerte asidero a la realidad, por cómo retrata a las personas que viven a costa de otras, como parásitos explotándolas y abusando de su buena voluntad.
Contado desde el punto de vista de la vecina de la protagonista (excelente ejemplo de "narrador testigo"), nos cuenta de la mujer que titula a este cuento, hermosa como ella sola, quien toda su vida ha sido atendido por quienes caen a su encanto y de ese modo se convierten en sus víctimas.
Destacable, entre otros puntos, viene a ser la oposición entre las dos féminas de este relato y que en verdad se agradece haberse hecho conocido para el lector: La principal, supuestamente tan frágil e inocente y la otra deslenguada y con un carácter y constitución fuertes, que nos demuestran en su último caso el valor de alguien como ella.
Asimismo, la descripción del vecindario donde transcurre esta joyita, con sus chismes, vecinos y leyendas urbanas, logra retratar de forma muy verosímil un montón de comunidades pequeñas citadinas, de principios de siglo en adelante.
5. Porque la sangre es vida de Francis Marion Crawford (1911).
Otro autor de antaño para descubrir, aunque la verdad en lo que va del tomo, este viene a ser el cuento que menos me ha gustado, porque me parece su final muy precipitado; además, con el título que lleva, me hice demasiadas expectativas y ello tras un comienzo tan interesante y luego su segunda narración en tono de "relato enmarcado", lo que ha sido característica de todos estos cuentos hasta el momento (entiéndase por "relato enmarcado", a la historia dentro de otra y que viene de clásicos como Las Mil y una Noches, El Decamerón y Los Cuentos de Canturbery, entre otros).
Ambientada en los hermosos territorios de Italia, de donde viene su escritor, nos cuenta de otra historia en tono de leyenda: la tragedia de un buen hombre, que cae víctima de otro singular vampiro femenino. En este caso, tal como indica la tradición sobre estas criaturas, el origen de la chupasangre no responde a una "infección"; sino que a un terrible acto de violencia, que bien representa los efectos nocivos que tiene entre nosotros la maldad de los demás y una vida miserable.
6. Almas en pena de Seabury Quinn (1928).
Con este genial relato, lleno de acción, elementos sobrenaturales y estos en la más rancia tradición del género, heredera del Drácula de Bram Stoker y mucha emoción, comienza una seguidilla de cuentos sacados de las páginas de las revistas pulps y en especial de Weird Tales, la mítica revista en la que publicaban maestros como Lovecraft y Robert Howard (entiéndose por estos títulos, compilados de historias que se vendían a muy bajo precio, hechos con papel de baja calidad y que se vendían por lo general en kioscos durante la primera mitad del siglo XX).
De la mano de uno de los autores más destacados de estas publicaciones y teniendo de protagonista a su detective de lo oculto, el francés De Grandin, quien apareció en un montón de sus creaciones, nos cuenta sobre una vampira aún capaz de amar.
El héroe y su compañero le siguen la pista a una misteriosa mujer y a su pobre enamorado, descubriendo una historia sobre un romance marcado por un sentido de fatalidad, si bien el verdadero amor logra encumbrarse por sobre todo. Por otro lado, esta preciosa pieza literaria nos habla sobre la maldad humana y quienes se regodean con ella, teniendo un fuerte carácter moralizante: pues acá encontramos espacio para la justicia y cuando se trata de subsanar las atrocidades, para las cuales las leyes de la sociedad moderna no tienen respuestas, pero si las viejas normas de la tradición y la sabiduría popular.
La edición más carita de esta maravillosa antología. |
Aparte de Carmilla, que siempre he querido leer, pero que ni siquiera lo tengo, no conozco ninguno de los otros relatos. No sabía que el hijo de Nathaniel Hawthorne (Julian) había seguido los pasos de su padre y nunca me hubiera imaginado que escribiría un relato sobre vampiresas.
ResponderEliminar¿A qué esperas para leer estas joyitas? Te recomiendo seguir la misma secuencia de este libro.
EliminarExcelente! Que bueno un post sobre una antología clásica, que se sigue reeditando, y con un muestrario de autores tan amplios. Tengo la edición de Valdemar en rústica de 1991 y recuerdo haber leído este libro hace más de 15 años, con lo cual recuerdo muy pocos relatos. Por lo que analizas en cada uno, dan ganas de volver a leerlo ya. Lo que recuerdo es que me había gustado muchísimo. Le tengo un gran cariño a todas estas antologías de los 80-90, que tan buenos momentos nos dieron y nos daban la posibilidad de leer autores que, de otra manera, no era posible.
ResponderEliminarSaludos,
RICARDO
En verdad tener y leer este libro es un gran placer. Y en cuanto a las antologías de aquellos años, Martínez Roca lideraba.
Eliminar