viernes, 19 de abril de 2024

Es un placer leer (te).


1. Vamos, vamos, que se puede.
 
    Tras la finalización de Abarat, la primera entrega de fantasía, supuestamente juvenil, de Clive Barker, el lector queda con unas ganas tremendas de leer la continuación. Es así que el escritor complació a sus seguidores en 2004, publicando su secuela y titulándola de un modo muy sugerente: Días de Magia, Noches de Guerra. De ese modo, bien podemos saber cómo sigue el viaje de su protagonista, Candy Quackenbush, a través del maravilloso archipiélago que le da nombre a la saga; continuación que lejos no solo complacerá a su público, sino que superará todas las expectativas que podamos llegar a tener al respecto.
    La admirable chica sigue en compañía de su nuevo amigo Malingo, hasta que la intervención de uno de los tantos enemigos que ha hecho también (sin proponérselo, claro), los separa; a partir de entonces, cada uno de ellos tendrá que seguir a solas (aunque no "en solitario", si se entiende) hasta que sus caminos se vuelvan a cruzar.
    Por otro lado, el también bueno de Fechorías junto a sus inseparables hermanos, (quienes solo aparecen luego de cerca de doscientas páginas, sin saber de ellos) realizan su propio periplo, en busca del único hombre que podría ayudar a mejorar el equilibro de poderes.
    Y, por otro lado, tenemos a Carroña, supuestamente el principal villano de esta serie (estemos atentos a su desalmada pariente), se dedica a seguir armando un pavoroso plan para que llegue la noche eterna a Abarat.
     Todos estos destinos deben unirse de una vez por todas, porque héroes y villanos poseen un papel significativo en el futuro de la isla. Algo grandioso, plagado de sorpresas y horrores, se está cociendo y nada menos que el llamado Más Allá, por igual tomará una inesperada participación.
 
2. Apreciaciones personales.
 
    Esta segunda parte no solo es algo más extensa que la anterior (sobre las 400 páginas), sino que, como ya dije más arriba, es considerablemente superior a su predecesora.
   Los personajes que ya conocimos logran crecer bastante, al punto de que se van volviendo individuos más complejos y admirables (en muchos casos) o retorcidos; los últimos, al punto de que, pese a todo, nos regodeamos con sus villanías tan "bakerianas", que no deben faltar en las obras de nuestro escritor.  Hay felicidad absoluta, para quienes esperaban volver a saber más de ellos, adentrándose a través de estos seres de ficción, que encarnan con gran humanidad lo mejor y peor de nuestra propia naturaleza.
    Por otro lado, los nuevos participantes que se han agregado nos siguen mostrando lo vasto que es ese mundo (y el nuestro), tan colorido y al punto de que en la práctica pareciera que nadie hay igual a otra persona, ni siquiera parecida (espiritual y físicamente hablando).  A algunos se les dedica más tiempo en estas páginas, que se pasan volando, con mucho divertimento y emociones varias, que todo depende del rol que cumplirán en la guerra que se avecina.
    Conoceremos otros paisajes de Abarat, los que son un precioso ejemplo de la mente prodigiosa que hay detrás de estos libros.  Al respecto, mucho hay de la añeja tradición de los diarios de viaje, de los colonizadores de la Antigüedad y de la época dorada de la exploración, con reminiscencias a las maravillas contadas por gente como Marco Polo, Cristóbal Colón y demases.  Y es que no solo para Candy el mundo se despliega, como todo un abanico de extraordinaria belleza, plagado de una naturaleza exuberante y de gentes tan diversas, como costumbres, todo de lo más inesperado.  Por lo tanto, cada nuevo destino, cada nueva ruta que se describe en esta obra, resulta ser un deleite para nuestros sentidos (incluso los lugares más espantosos).  Así que sabremos de lugares impresionantes, algunos bellos como una isla donde nace y muere una flora exótica, distinta cada cierto tiempo; otros espantosos, donde habitan monstruos de pesadilla (al aire libre o encerrados dentro de una pirámide) y otro donde la fiesta es eterna, a costa de las pobres rarezas que exhiben como espectáculo en sus dependencias.  Hemos apreciado innumerables sitios así, en la literatura de muchos otros escritores, pero no hay cómo Clive Barker para darles su propio carácter (si no bien recuerden su particular infierno de El Corazón Condenado, que algunos solo reconocerán bajo el nombre de Hellraiser, la película que escribió y dirigió el propio Barker sobre su novelette).


    Hay mucho que gozar en esta novela, llena de verdadera belleza (incluso cuando las monstruosidades están más cerca de lo que quisiéramos): Se nos relatan dos historias de amor preciosas, el heroísmo de distintos personajes es sobrecogedor (por eso sus muertes nos duelen como si fuese algo real) y las confrontaciones con el mal, en sus distintas manifestaciones, están descritas con tanta fuerza, que su efecto dramático y gráfico se nos engancha en la cabeza, como si estuviéramos viendo la mejor de las películas de este tipo.
   Se supone que esta serie de libros está destinada a un público juvenil o "adulto joven", como leí por ahí; no obstante, en Días de Magia, Noches de Guerra la mano de su autor está más evidenciada, que la primera vez que llegamos a Abarat: Esta vez los esperpentos, tan propios de su narrativa, sí que abundan y son pavorosos, no aptos para una mente demasiado sensible.  Puede ser que la violencia esté algo dosificada, pero de que la hay, la hay y solo se trata de la elección adecuada de palabras, por parte del autor, para no convertir las numerosas masacres y batallas en algo tan explícito (y las muertes abundan acá, que ocurren frente a 'los ojos" de los lectores, quienes quedamos impactados con las pérdidas en ambos bandos y cada muerte ocurre de forma intensa).
    Teniendo en cuenta lo anterior, me niego a la idea de que sean los de Disney quienes adapten estas obras; que lejos prefiero unas buenas miniseries, ojalá hechas por Netflix, Amazon o Max.  Clive Barker y Abarat se merecen sus buenas adaptaciones hoy en día y hasta donde leí la poderosa (y monopólica) empresa, quería tener los derechos de la saga; algo impensable, a menos que queramos suavizar esta tremenda historia.
    Por último, quiero destacar dos valiosos detalles que ocurren en las páginas de tan poderosa secuela:
 
Primero: Candy y Carroña por fin se conocerán, encontrándose en más de una ocasión. El primer encuentro es digno de antología, permite tanto encumbrar más aún a la joven heroína, como darnos una descripción más detallada de la monstruosidad del segundo; además, comprobaremos, con mayor fuerza, cuán complejo resulta el retorcido corazón de este hombre, alguien que en efecto es capaz de sentir otras pasiones, además de la ira y el odio.
 
Segundo: Si bien tuvimos atisbos, acerca de la verdad sobre la llegada de Candy a Abarat, ahora se nos revelarán por completo su identidad y las razones de por qué es tan especial.
 
3. Más personajes con los que encantarse.
 
Diamanda:  La conocimos en el tomo anterior, aunque esta vez su participación es mayor y al punto de que ahora es inequívoco su papel de heroína.  Una hermosa anciana, posee una magia muy llamativa, que le permite volar y realizar proezas.  Tiene mucha labia y resulta rescatable tener a un personaje tan potente como ella, mujer, más encima, de la tercera edad y que sea valiente, inteligente y con su sabiduría.
 
Munkee:  Una ser "típico" del archipiélago, con aspecto simiesco y antropomorfo.  Aparece solo una vez, si bien espero volvamos a verlo en siguientes entregas.  Fue bufón en la corte de un queridísimo rey, aunque posee al menos otra interesante habilidad, que le será de ayuda a Candy cuando se encuentren.
 
Finnegan Hobb: El héroe perdido al que Fechorías y sus hermanos salieron a buscar, junto a los tripulantes de un barco.  Un hombre de tremenda nobleza y gallardo, guapo, que fue parte de una de las historias de amor trágico, que se recuerdan con dolor en Abarat.  Su destino logra juntarse con el de la muchachita del Mas Allá, porque fuerzas poderosas lo requieren.
 
Melissa: La madre de Candy apareció poco en el libro anterior, pero esta vez su labor será mayor.  Justo cuando creíamos que era una mujer demasiado pasiva, sometida a un marido borracho y cruel, descubrimos que mucho de lo que admiramos de su hija viene de ella.


 
Bill Quackenbush: Esposo de la anterior y padre de Candy, otro secundario del primer tomo que podrá ser más desarrollado en este; ahora comprobamos cuán detestable es, incluyendo su misoginia (lo peor para mí).  Pese a todos sus defectos, Melissa aún lo ama y eso conecta a estos dos con Cristopher Carroña, para ejemplificar de nuevo los matices que hay en los sentimientos de las personas.
 
Henry Murkitt:  También supimos de él en el inicio de la serie.  Un hombre que se suicidó, producto de la pena por perder a la mujer que amaba.  De Chickentown, también, se ha vuelto un fantasma inofensivo que tendrá una nueva oportunidad para ser feliz.
 
Mather Mootley:  Sobre la abuela de Carroña, su única pariente viva, se habló en el primer libro, aunque recién hizo su debut de forma directa en esta continuación. Es una mujer que solo pretende el poder, muy poderosa, incapaz de tener algún tipo de nobleza; manipula a su nieto a su gusto, a quien para nada ama y el cual la odia más que a nadie.  Ella, junto a su séquito de brujas, es la responsable de los llamados cosidos, monstruos hechos con género (trapos mejor dicho), barro y otros materiales de desecho, con los que pretende conseguir el control de Abarat.  Es lejos el personaje más malvado de todo el libro (y, seguro, de la saga).
 
El Hombre Entrecruzado:  Lo conocimos en un impactante momento de la entrega anterior, aunque acá interviene al menos en tres acontecimientos.  Su apodo lo debe a los tatuajes que lleva en la cara.  Trabaja, como muchos de los villanos, para Carroña, siendo enviado a capturar a Candy.  Es un gran rastreador y un tipo detestable, como el resto de los villanos que conocemos en estas páginas.
 
Leeman Vol: El más monstruoso de los servidores del Señor de la Medianoche, es un humanoide con tres bocas y la capacidad de comunicarse con los insectos, las únicas criaturas a las que considera sus iguales. En su cuerpo viven a gusto parásitos y todo tipo de bichos asquerosos, a los que adora y protege como si fuesen sus hijos.
 
Letheo:  Un chico más o menos de la edad de Candy (esta cuenta con 16 años), quien trabaja obligatoriamente para Carroña ¿Por qué razón? Pues resulta que el muchacho posee "una maldición en la sangre", que lo hace volverse alguien bestial; el proceso cuando ocurre lo anterior es doloroso y solo Carroña posee el antídoto que logra revertirlo, aunque se lo da en pequeñas dosis y con ello consigue que el muchacho le obedezca, además de humillarlo.  Pese a todo, el joven no es malvado, por eso cuando es enviado detrás de su presa, las cosas no resultan como su amo lo esperaba.

sábado, 13 de abril de 2024

Así era en mis tiempos (XIV): Los álbumes de láminas (cromos)


        Pasé toda mi infancia en los ochenta, adolescencia y primeros años de la adultez de los noventa (o sea, cuando aún era un estudiante y me encontraba en la universidad), coleccionando álbumes de láminas.  Cuando me refiero a estos, les estoy hablando de esa especie de revistas de grapas, dedicadas a una temática en especial (por lo general una franquicia), en la cual se pegan láminas con imágenes numeradas y cuyo objetivo es conseguirlas todas para lograr tener el álbum completo.  Lo anterior resultaba algo difícil, puesto que las láminas las conseguías, por lo general, comprando sobres que venían sellados y las traían al azar (en número de cinco por cada uno).  Por lo tanto, la única manera para lograr tu objetivo, además de hacerlo por medio de la compra consumista de sobres, era intercambiando las repetidas con otros ñoños como tú (por lo general de tu misma edad, si bien creo tener el recuerdo confuso de haberlo hecho con uno que otro mayor con alma de niño). Años después, ya en los últimos años de mi coleccionismo, en las ferias (especie de mercados al aire libre e informales- no dan boleta- muy populares en Chile y en las que se venden alimentos, naturales y procesados, hasta ropa, juguetes, electrodomésticos, antigüedades y de todo en la práctica) comenzaron a vender algunos, más avispados, láminas sueltas para regocijo de los frikis.
    Tenía la idea, tan propia del llamado pensamiento mágico de los niños y de la gente de escaso conocimiento científico, de que, si compraba en kioscos y otras tiendas no habituales, de donde lo hacía generalmente, conseguiría los números que me faltaban.  Por otro lado, el regalo ideal para pedirle a los adultos que nos visitaban o que salían a alguna parte, era que me trajeran uno que otro sobre y con algo así de sencillo sí que era feliz.
    Uno de pura memoria visual sabía qué números le faltaban y en mi caso pocas veces me confundía entre uno y otro.  Había quienes llevaban un registro anotado y solo ya en el siglo XXI, dentro del mismo álbum iba un apartado en un recuadro, para marcar el orden de las láminas que uno tenía.
     Hasta mediados de los ochenta, más o menos, las láminas se pegaban usando algún tipo de químico.  En esos años mi papá, en el negocio que tenía en casa vendía una "goma" muy económica,  líquida y verdosa, poco funcional, que usaba a veces para realizar esa labor y mis tareas escolares; no me gustaba mucho y por eso conseguía que me pasara luego cola fría, de mejor consistencia, y cuando llegó el avance del Stick-Fix y similares, ese fue el tipo de sustancia que comencé a usar (creo que en mi infancia muy temprana, incluso usé engrudo, un compuesto de harina y agua que mi propio padre preparaba).  En los mismos ochenta, comenzaron a salir las láminas autoadhesivas, un gran avance para los coleccionistas como yo, que primero venía una por sobre y eran imágenes especiales; luego, cuando se abarató este recurso, ya todas poseían esa cualidad.
     Siguiendo con las láminas, luego comenzaron a salir unas especiales, de bordes dorados, por ejemplo; por completar estas, me parece, te daban un premio especial y es que, por cierto, estaba olvidando que tras llenar tu álbum recibías de obsequio un póster o algo similar (siempre un objeto "humilde", que tu corazoncito de niño recibía como si se tratara de la gran cosa, aunque todavía estoy esperando el cuadro del SDF1 que me gané por completar el de Robotech).  Igual había sorteos de premios mayores, claro que nunca gané uno como computadores y bicicletas.



     Respecto a las láminas, no puedo dejar de mencionar que con otros niños (por lo general varones, que era escasa, en aquellos tiempos, la chica que tuviese este tipo de intereses y si llegaba a conocerla la admiraba mucho) jugábamos con las imágenes repetidas: Se ponían dado vuelta en el piso, con el dibujo hacia abajo para que no se viera; uno debía golpearla con la mano y si lograba darla vuelta, para que se viera la foto o ilustración, se la "ganaba" a su rival.  Una vez conseguí tantas del otro chico, que este se puso a llorar y "se hizo la vístima", al punto que mis papás me obligaron a devolvérselas (y obvio que me molesté por ello).
     En algunos álbumes iba una introducción acerca del tema, por lo general breve, que de chicos pocos éramos los que nos interesábamos en esos detalles; no obstante, en algunos casos, abajo de la imagen en cuestión iba un pequeño texto explicativo, para orientarnos de qué trataba.
    Existían álbumes de divulgación científica, que coleccioné dos distintos sobre el cuerpo humano y salud; también tuve en mis manos en 1986, uno dedicado al cometa Halley, antes de su paso por nuestros cielos.  También educativos y que compré fue el dedicado a Cristóbal Colón, que no recuerdo si fue en torno a una miniserie sobre el personaje histórico o para aprovechar el quinto centenario del "Descubrimiento de América" en 1993.
      La memoria también me falla, cuando evoco un hermoso ejemplar que encontré ya completo, no sé si en mi casa o, tal vez, donde mis abuelitos maternos, llamado Maravillas y curiosidades del Mundo; este, con dibujos muy cuidados y/o preciosistas, trataba (tal como decía su nombre) acerca de numerosos ejemplos a lo largo de la historia y del mundo, de construcciones, flora y fauna, entre otros, que debido a sus cualidades únicas las convertían en verdaderas maravillas (la existencia de una flor gigantesca en África, me impresionó al punto de que todavía la puedo rememorar). Me pregunto de quién habrá sido ese ejemplar, que lo pillé en los ochenta, pero creo databa de los setenta; como el resto de los que tuve conmigo, se perdió con el transcurso del tiempo.
     También hubo uno que se llamaba Flora y Fauna, pero solo ahora logro tener una deslucida imagen suya en mi cabeza, gracias a mi amigo Jorge Lorca, que me lo nombró cuando le conté de este texto cuando lo estaba escribiendo.


    Respecto a los álbumes sobre el cuerpo humano que tuve, el que lejos más me gustaba era el perteneciente a la editorial Artecrom, una de las dos destacables empresas que en Chile sacaban este tipo de material.  Lo tuve dos veces, con bastantes años de diferencia y en las páginas del medio, traía dibujos del cuerpo humano completo, desde pies a cabeza, uno sobre los huesos, otro acerca de los órganos internos y otro en torno a la musculatura ¿Tenía más siluetas como estas? ¿Tal vez unas cinco? A diferencia de las láminas típicas, rectangulares, estas imágenes eran pequeñas y con la forma del hueso, órgano o músculo que representaban.
     El otro álbum dedicado al cuerpo humano, lo sacó Salo, la empresa con mayor relevancia en esta industria que tuvimos acá y que permaneció hasta primera década de este siglo.  Gracias a la sección dedicadas a las enfermedades, me enteré de que existía la Otitis y así fue cómo al ver sus características, pude deducir que mi hermana menor se había contagiado de ese bicho; cuando el doctor a domicilio verificó mi diagnóstico, mis papás alucinaron con la idea de que de grande me hiciese médico. Por otro lado, debido al éxito de este título, luego salió un complemento que se compraba aparte, consistente en un "librito" tipo pop-up, que desplegaba un cráneo al que se le pegaban sus huesos ¿Era más complejo este para ser armado, teniendo otros elementos?
    Creo que el álbum más sui generis que tuve, fue uno dedicado nada menos que... ¡Al rock chileno! Se llamaba Los Hipergrosos! (ignoro si la grafía que uso es la correcta, que he buscado imágenes al respecto y nada he pillado en la Red) Su nombre tan estrafalario, correspondía a un chilenismo que se usaba en los ochenta, hoy hace rato caído en desuso; bueno, la verdad es que se componía de dos expresiones que, juntas" eran algo así como decir "Muy genial", obviamente referidos a los músicos que aparecían en sus páginas.  Fue una interesante manera, y destacable, de impulsar el arte musical nacional de la época, que en todo caso algunos nombres triunfaron más que otros y la mayoría hoy ya han sido olvidados (por ejemplo ¿Alguien se acuerda de Venus, compuesto de puras féminas?)
    No puedo dejar de mencionar a Basuritas, una colección que fue polémica debido a la truculencia de sus "preciosos" dibujos.  Eran truculentos, porque mostraba a niños monstruosos, que tenían una característica en general, está ligada a cosas tan dispares y asquerosas como los mocos o la caspa; y era preciosos, porque estaban muy bien hechos, pese a todo tenían un aspecto tierno y primaban el humor (negro) por sobre lo terrorífico.  Cada personaje tenía su propio nombre, el cual era un juego de palabras relacionado con su particularidad. Debido a la belleza "diferente" que había en sus láminas (no olvidemos el importante detalle, de que salió en plena dictadura), no faltaron las "almas sensibles" que quisieron censurarlo, por encontrarlo tanto de mal gusto, como inconveniente para los pequeños; pero lo prohibido y escandaloso provoca más interés cuando se trata de quitarlo de en medio.  Debo mencionar dos cosas en especial sobre Basuritas y yo:
 
1. Tuve una pesadilla infantil respecto a sus imágenes. que creo me hizo despertar asustado (tal vez llorando o gritando): Me encontraba en el baño de mi hogar, mirándome al espejo, cuando entonces mi rostro comenzó a deformarse, hasta volverse el de una de las criaturas de Basuritas.
 
2. Había una lámina claramente homofóbica, pues mostraba a un niño varón afeminado.  Era la típica caricatura de una época, en la cual era habitual reírse de la homosexualidad, siempre reduciéndola a lo femenino.  En su momento, supongo, no me detuve mayormente en el discurso detrás de su "mono"; no obstante, hoy en día habiendo asumido mi propia condición y pese a que no soy una "loca" (tampoco un "camionero") la encuentro ofensiva y me alegro de que dicha lámina hoy en día merezca el rechazo de la opinión pública.
 
    Tal como pasó con el susodicho álbum de Salo, en torno al cuerpo humano, el éxito de Basuritas hizo que saliera al menos un complemento: Un póster, que también se compraba por separado, para agregar en él nuevos personajes.  Creo que tanto el uno, como el otro, los llené.



    Obviamente debido a mis inclinaciones "artísticas", los álbumes que más compraba eran los dedicados a las series que veía; por lo tanto, tuve en mi poder (entre los que puedo recordar): Sankoukai (de un live action japonés, inspirado en Star Wars y que me tenía loco de niño),  los Transformers, Los Ositos Cariñositos y Disney (estos últimos dos, dentro de lo más "tierno" de mi persona), entre los que puedo recordar ahora.  Todo eso fue en mi infancia.  Un caso aparte de esa época dorada, viene a ser el de Los Thundercats, que no se compraba, sino que el álbum y los sobres se cambiaban por tapitas de Coca-Cola, así que no solo consumía con más ganas esa famosa bebida, sino que andaba buscando hasta en la basura el recurso para completarlo.
    Sobre los títulos que tuve a disposición en mi adolescencia, nada puedo decir que lo tenga fresco en la memoria; sin embargo, en los primeros años de la adultez también me dediqué a este pasatiempo, o sea, cuando estaba estudiando Pedagogía, con Sailor Moon (recuerdo que en el comercial salía un tipo guapísimo vestido de Tuxedo Mask, que me hacía tener más ganas de completarlo, je) y Los Caballeros del Zodiaco, dentro de lo que puedo mencionar.  Del anime también llamado Saint Seiya, tuve al menos dos álbumes, creo que uno acerca de la Saga de Poseidón y otro sobre la peli La Batalla contra Lucifer; este último lo conservo de esa época, creo está en uno de mis baúles o en una de mis bibliotecas... En todo caso, la edición que sacó Salo de esta última colección, era bien deplorable y es que los fotogramas que reproducían sus láminas eran de muy mala calidad, como sacados de una copia pirata en VHS del filme; pero era lo que había y como bien decimos acá: "Peor es mascar lauchas".
    Ya he contado que la principal editorial chilena, especializada en el rubro que hoy nos reúne, fue Salo.  En los ochenta uno podía hacerse socio de forma gratis y si se convertía en uno, le llegaba por cada nuevo álbum que saliera, un ejemplar por correo y dos sobres de regalo... ¡Y por supuesto que accedí! Ignoro cuánto tiempo duró este beneficio.  Me dio mucha pena cuando cerró Salo en 2010, que con ello se fue otra parte importante de mi vida.
    Por última, si se es chileno o latinoamericano, bien se sabe que acá el deporte más popular es el fútbol; pues a mí nunca me gustó y hasta llegué a detestarlo, porque crecí en una época y cultura, en la que te trataban de poco hombre, de mariquita y se burlaban de ti si no te entusiasmabas con un partido.  La verdad es que bien poco me importaba, ya desde niño, lo que decían de mí gente que no tenía incidencia en mi vida (mis familiares y amigos, que me conocían, nunca me molestaron al respecto e incluso mi papá, refanático del balompié, tampoco se gastó en imponerme su pasión); sin embargo, mi mamá, que puede ser muy rústica si se lo propone, sí trató de convencerme para que fuera igual que los otros niños... Por eso cuando me llegó de regalo, uno de los tantos álbumes de fútbol de Salo, que sacaban todos los años una nueva versión, hasta se ofreció pasarme plata para pagarme los sobres; reconozco que lo intenté unos cuantos días, pero como bien digo ahora: "No soy deportista pasivo y no me importan los deportes de equipo y competición".
    Eso.


                  Ahora que vuelvo a ver este comercial... ¡No era gran cosa el cosplayer!

domingo, 7 de abril de 2024

Mucho mejor por sobre todo


     La segunda temporada del Doctor Who "moderno", logra ser superior a su predecesora y esto es posible, al menos, a tres elementos: En primer lugar, las historias resultan ser más consistentes, como también atrapantes, y ello hace que cada capítulo sea un delicioso bocado único que disfrutar; luego tenemos el hecho de que se nota la subida de presupuesto, lo que significa mejores efectos especiales y sets más sofisticados, además de creíbles (pese a las tramas de tipo sobrenatural y de ciencia ficción), lo que ayuda a engancharse de manera más fácil a un show, que en cierta medida resulta ser absurdo (a diferencia de la "seriedad" de títulos como Star Trek o La Dimensión Desconocida, si vamos a hablar de programas clásicos); por último, tenemos a su más "nuevo" doctor, el undécimo para ser más precisos e interpretado por un entonces joven David Tennant (a este los "no ingleses" solo  lo habíamos visto, de manera breve, como un desalmado mortífago, villano, en Harry Potter y El Cáliz de Fuego) y cuyo desenvolvimiento en el rol fue tan grandioso desde el principio, que para muchos (incluyéndome) fue el mejor como tal en este relanzamiento del personaje (al punto de que muchos años después, el año pasado para ser precisos, regresó en al menos tres especiales antes de dar cabida al actual Doctor).
    Por último, antes de ir de lleno a los episodios que forman parte de este segundo año, debo destacar mi dicha porque no solo la compañera del Doctor, la encantadora Rose, fue aprovechada al máximo (y ello también debido a que su actriz, entonces casi una principiante, se le notó más a gusto con el rol), sino que también fueron en especial potenciadas la madre de esta y su novio (que la primera siempre me cayó muy bien y el segundo solo ahora logró ganarse mi corazoncito).  También cabe destacar todo lo relacionado a los sentimientos de Rosie Tyler hacia el doctor, lo cual gatilla interesantes arcos argumentales, incluyendo un emotivo "enfrentamiento" con una vieja compañera del Señor del Tiempo, la madurez de (el novio de la chica) y un muy impactante final de temporada.
    Y ahora sí a repasar estas deliciosas golosinas ñoñas.
 
0. La Invasión de Navidad
 
    El primer especial navideño del modernizado Doctor Who, nos trae al décimo doctor en un estado "deplorable", que lleva Rosie a hacer hasta lo imposible para que este recupere la conciencia ¿Qué le está pasando al alienígena? Mejor descubrirlo por su cuenta.  Cabe mencionar una nueva amenaza extraterrestre, la reaparición de un simpático personaje de la temporada anterior (y ahora no tan agradable) y el comienzo del desarrollo de lo que será el gran spin-off "adulto" de la franquicia: Torchwood.  Por cierto: el ataque de los Viejos Pascueros y el árbol navideño, no puede ser más propio de la extravagancia de este show.
 
1. Nueva Tierra
 
     El Doctor y Rose viajan al futuro distante (otra vez), cuando la humanidad ha colonizado la galaxia y descendientes de los terrestres han fundado en un planeta una sociedad que desea homenajear su antigua cuna.  Allí, y entonces, dentro de un enorme hospital, se haya una orden religiosa de mujeres-gato que cuida a los enfermos y los sana de las enfermedades más raras; sin embargo, estas supuestamente atentas monjas y enfermeras, guardan un espantoso secreto, el cual es descubierto por nuestros héroes.  Este potente primer episodio significa, además, el inesperado regreso de una gran villana de la temporada anterior y de quien, tal como la fémina que volvió en el capítulo cero, nos revelará una faceta distinta de suya.  Por cierto: En contra del habitual "escapismo sano" de este título, encontramos detrás de su argumento una extrapolación al uso y abuso, propio del esclavismo y los poderosos en general, hacia las comunidades más débiles; asimismo, el desenlace lo encontré bellísimo.
 
2. Dientes y Garras.
 
    Se cumple el mismo esquema de la temporada anterior, al menos en los tres primeros episodios: En un principio Inglaterra en el presente y sometida a una inteligencia extraterrestre malvada; en el segundo capítulo el futuro distinte, en el que está implicada la humanidad (y la misma antagonista); y en el tercero un viaje al pasado, el mismo siglo XIX en la misma Inglaterra y con un importante personaje histórico incluido.  En este caso, la presencia de unos cuantos licántropos provoca el terror en una zona campestre y en ello se involucra nada menos que... ¡La Reina Victoria! Entre los aspectos interesantes de esta divertida entrega, se encuentra el detalle de que un personaje real como la recién mencionada, pese a la rigidez que la caracterizaba, aparece como alguien que hasta nos puede simpatizar y luego, ya llegando al final el argumento, se hace más verosímil al otorgarle ese cariz suyo que es más propio de ella (destacable el desenvolvimiento de la actriz que la interpretó).  Por cierto... ¡Aquí conocemos el origen de Torchwood!


3. Reunión Escolar.
 
     Un verdadero momento histórico para la franquicia, más encima, lleno de nostalgia, emotividad, grandes escenas y diálogos.  En un colegio está desapareciendo la gente y a ello se meten a investigar el buen Doctor y Rose; es entonces que allí mismo se encuentran con una muy querida ex compañera del protagonista, de una de sus antiguas encarnaciones más famosas: Sara Jane Smith.  Da gusto volver a ver a la mentada dama, interpretada, con tanta simpatía, por la misma actriz que la tuvo a cargo antaño.  Cabe mencionar que el éxito de este episodio significó darle un show propio a Sarah Jane, el cual estuvo al aire cinco años consecutivos, hasta poco antes de la muerte de la actriz por cáncer (hecho que apenó mucho a los seguidores de la franquicia" en todo el mundo).  Destacable viene a ser la singular confrontación entre Sarah Jane y Rose, ambas muy involucradas emocionalmente con el mismo hombre.  Por cierto, como líder de los villanos, se encuentra nada menos que Anthony Stewart Head, el recordado mentor de Buffy Summers, Rupert Giles, del también de culto programa Buffy la Cazavampiros.
 
4. La Chica en la Chimenea.
 
    Como diríamos en Chile: Hay puro filete en esta segunda temporada de Doctor Who, que cada episodio se disfruta mucho y posee sus propias virtudes.  En este caso concreto, hablamos de una historia, de una dramatización tan perfecta, que hasta ganó un prestigioso Premio Hugo a la mejor producción audiovisual corta.  La trama transporta a nuestros héroes, nada menos que a la corte del Rey Luis XV de Francia, en pleno siglo XVIII.  Y es que una muchacha requiere de ayuda, ya que unos grotescos "autómatas" la acosan.  La chica, a quien la verán en varios momentos de su vida, resulta ser un interesante personaje real de tales tiempos.  Las sorpresas del guión mejor descubrirlas por uno mismo.  Destacable, resulta ser, entre otras cosas, la estética de las criaturas mecánicas, tan bizarras como lo que acostumbramos a ver en Doctor Who.
 

5. La Ascensión de los Cibermen.
 
    Regresan, por fin, estos rivales acérrimos del protagonista y los que aparecen remodelados para las actuales generaciones (aunque manteniendo su indistinguible aspecto, en lo que se refiere a su "casco", a diferencia de los Daleks que siempre han mantenido su misma imagen exterior).  Cabe mencionar dos cosas respecto a estos peligrosos ciborgs:
 
Primero: Tuvieron un breve cameo en la temporada anterior, detalle apreciado solo por los viejos seguidores del programa (algo que solo me di cuenta, en esa segunda revisión del show, porque la vez anterior, hace dos décadas atrás, no los conocía.
 
Segundo: Su especial configuración y deseo de convertir a otros a seres a su imagen y semejanza, de seguro fue lo que "inspiró" al guionista de Star Trek: La Nueva Generación, para crear a los famosos Borg cuando escribió su inolvidable debut.
  
     En su trama, el Doctor y Rose, acompañados del novio de esta (quien ha demostrado ser un buen compañero de viaje, tras los eventos del episodio anterior), de toma inesperada llegan a un tipo se sitio, que se supone nunca antes ha pisado el Señor del Tiempo: Un universo paralelo.  Allí llegan a otra versión de la Tierra, con una tecnología superior y una resistencia armada en contra del estatus quo; más encima, en su mundo el padre de Rose sigue vivo y junto a su esposa, que acá son millonarios, nunca tuvieron a su hija.  Es entonces que nos encontremos con un científico obsesionado, con llevar a cabo su plan, que significará la reaparición de un mal que estaba extinguido hasta ahora.
 
6. La Edad del Acero.
 
    Los Cibermen comienzan a proliferar y han conquistado ya buena parte de esta versión alternativa de la Tierra.  Solo el Doctor los puede detener, claro que necesita ayuda y bien puede ser esta la mayor amenaza a la que se haya enfrentado, desde su regreso.  Atentos al emotivo desenlace, con sacrificio incluido.
 
7. La Caja Tonta.
 
     En el pasado durante el siglo XX, específicamente en el año 1953, están por coronar a la futura (y entonces joven) reina Isabel y toda Inglaterra (así como buena parte del planeta) dedica su atención a ello.  La televisión es una tecnología bastante reciente todavía y contar con ella es un símbolo de poder para muchos, que, por otro lado, el mentado evento se televisará.  Es entonces que, en contra de lo que se esperaría, debido al alto coste de los aparatos, los vecinos de una pequeña zona residencial han tenido acceso barato a estos equipos; y es que detrás de esto, se encuentra una inteligencia extraterrestre maligna.  De esta historia cabe destacar cómo lograron hacer de un hecho real tan "localista", como el recién mencionado, algo de interés para el público general, relacionándolo con una ficción tan del tipo "Doctor Who"; y, por otro lado, detrás de esta fantasía científica, considerando la época en la que transcurre, encontramos un interesante discurso en contra del machismo y que le otorga un valioso peso dramático a esta pieza.
 
8. El Planeta Imposible
 
    Rose y el Doctor llegan a una especie de centro de investigación espacial, que se encuentra demasiado cerca de un agujero negro; por otro lado, bajo ellos se encuentra un planeta, en el cual un oscuro secreto está por salir a la luz, ligado al pasado de la Tierra y a los mitos de numerosas civilizaciones.  Más encima, nos encontramos con los Ood, una especie alienígena telépata y con mente de colmena, que recuerda bastante a Cthulhu, el famoso monstruo de Lovecraft; seres inteligentes, que tienen un papel relevante en esta historia de dos partes.

 
9. El Foso de Satán.
 
    Conclusión del arco anterior, nos muestra a la verdadera amenaza que ha despertado.  Considerando la identidad del mal que aquí aparece, su naturaleza viene bien pudo resultar algo escandalosa, para las "almas más fundamentalistas"; si bien meterse con asuntos de tipo religioso y fantasear con ello, es algo muy propio de este tipo de ficciones. Asimismo, la manera en la que mueren varios de los personajes de este episodio, si bien puede parecer ridícula, es otro detalle propio del carácter bizarro de este espectáculo.
 
10. Amor y Monstruos.
 
    Un precioso capítulo centrado en un grupo de personas, que no conocen al Doctor, pero que saben sobre su existencia y, por lo mismo, se han unido para reunir todos los datos que poseen acerca de él; lo que comienza como una forma de saciar su curiosidad y obsesión, se transforma en un entrañable grupo de amigos, que no deja de despertarnos simpatía.  Todo lo anterior va de lo mejor, hasta que un desconocido llega al grupo y debido a su intervención, les quita poco a poco el lado más alegre de sus reuniones, para volverlas algo más parecido a un deber, que a una diversión. Solo cuando los miembros del grupo comienzan a desaparecer, interviene de forma directa el Doctor junto a Rose.  Mucho hay de atractivo en esta historia, partiendo por el hecho de que los verdaderos protagonistas, son el grupo mencionado, bajo la sombra de un villano detestable y que salió nada menos que de la mente de un niño (en Inglaterra se hizo un concurso infantil, para diseñar a un nuevo antagonista del Doctor y el que sale acá es el ganador) y la propia madre de Rose, con una participación muy simpática.
 
11. Temedla.
 
    En un barrio residencial los niños están desapareciendo y ya sabemos quién puede ayudar a encontrarlos, así como evitar sucedan más abducciones.  Una historia con elementos de terror, que trata acerca del poder del miedo, así como de la orfandad, incluyendo una emotiva revelación acerca de la identidad del supuesto monstruo detrás de estos eventos.  La inmensa compasión del Doctor, es un rasgo suyo que no podemos dejar de lado.
 
12. El Ejército de los Fantasmas.
 
    En todo el mundo están apareciendo una especie de sombras humanoides, que la gente por alguna razón cree que son sus muertos que han venido desde el Más Allá; estas "visitas" son supervisadas por nada menos que Torchwood, la institución británica de la que supimos al comienzo de la temporada, cuyos representantes están seguros que pueden manejarlos sin problemas.  A lo anterior, se suma el hecho de que los funcionarios tienen la pésima idea de capturar al Doctor, pues pretenden tener poder sobre todo lo alienígena que llegue a la Tierra (¡La soberbia humana tan natural a nosotros y tan bien abordada en la ciencia ficción!). Sin embargo, nuestro Señor del Tiempo favorito sabe que hay algo raro en estas presencias, aunque no qué precisamente; hasta que se descubre la verdad y entonces queda claro, que se trata del peor peligro que puede significar el fin de la humanidad.
 
13. El Día del Juicio Final.
 
    Conclusión de una poderosa trama, que comenzó con un devastador monólogo de Rose, quien a estas alturas hace rato que se ha adueñado de nuestro corazón.  Dos viejos enemigos amenazan a la Tierra, si bien entre ellos no hay simpatía y esta es una ventaja que bien pueden aprovechar el Doctor y sus aliados.  El final de
todo es impactante en muchos sentidos.
 

lunes, 1 de abril de 2024

Lugares que nos hablan



1. Lo primero que rescato del pasado.
 
    A lo largo de nuestra vida, desde nuestra infancia más temprana, hay sitios que nos marcan para siempre (tal como las personas que nos acompañan durante parte del camino o a lo largo del resto del trayecto, aunque esto último solo lo sabremos cuando ya haya acabado ese periplo que es nuestra existencia), zonas naturales como playas, bosques o campos, como también construcciones hechas por el ser humano, que se han llegado a convertir en parte de nosotros.  Muchos de nuestros recuerdos están formados por ellos, así como hay de por medio sentimientos que nos provocan, según lo que hayamos pasado en sus dependencias.
     En mi caso, estos lugares son construcciones "artificiales", correspondientes a locales de comida, donde saboreé un montón de cosas ricas, a veces solo y otras acompañado por algún ser querido (algunos de ellos ya no al lado mío, por una u otra razón); en otras, corresponde a sitios ligados a la cultura y la entretención, específicamente cines y tiendas, librerías generalmente, donde iba a comprar mis libros que hoy en día atesoro en mi colección.  Todos estos casos que ahora rememoro ya no están y solo perviven en mis recuerdos con gran intensidad.
    Cuando pienso (y siento) en lo anterior, se me vienen a la cabeza restoranes y "cafés" como el Bravissimo, que frecuentaba desde los noventa, hasta el 2019 (poco antes del llamado Estallido Social) y que cerró por culpa de la pandemia del Covid (entre otras cosas); fui a varios de sus locales en Santiago e incluso en Viña del Mar, con familiares y amigos, muchas veces con el único hombre al que amé, por lo tanto, tengo demasiados recuerdos gratos al respecto.  Sus helados exclusivos y promociones de onces eran geniales. En el mismo nivel se encuentra el Café Colonia, que al menos le conocí dos sucursales, ambas ubicadas en la misma calle del Centro de Santiago (ignoro si tuvo más); que allí compraba tortas y pasteles en ocasiones muy especiales, como cumpleaños y cuando hice alguna "visita"; por lo menos una vez tomé una de sus exquisitas onces.  La maldita pandemia también se llevó esa marca que tenía décadas de tradición.
    Los cines de antaño se fueron hace rato, en parte por culpa de las grandes cadenas internacionales que llegaron a Chile en los noventa.  Escribí al respecto hace rato, pero cuando pienso en el tema que hoy nos reúne, no puedo dejar de traer a la memoria al cine Gran Palace, una de las salas más grandes que tuvimos en Chile antes de la "invasión extranjera" y que luego se convirtió en multisala, sobreviviendo en este último formato hasta bien comenzado el presente siglo; allí vi tanto cine comercial como "cine-arte", filmes muy queridos por mí desde que era adolescente (recuerdo una tarde lluviosa de vacaciones de invierno, cuando en solitario asistí a ver El Rey León) y en mi vida como universitario (una semana El Juez Dredd y a la siguiente En las Fauces de la Locura de John Carpenter, ambas con mi recordado compañero de esos años), luego como adulto ya titulado, hace rato como profesor (La Pasión de Cristo y la primera de Iron Man, entre otras).  Más encima, al lado había un Bravíssimo, así que ya era costumbre pasar después a servirse una cosita para comentar la peli después de verla.  También echo de menos al Imperio, ubicado en una hermosa galería que luego remodelaron; en ese sitio siendo adolescente acudí al estreno en plena Navidad de Bram Stoker' s Dracula (aquella vez las calles estaban vacías, que salí temprano y a esa edad verlas así era como estar en otro mundo) y en mi primer año de universitario (justo al comienzo de lo que llamo mi "Edad Dorada") asistí para gozar El Extraño Mundo de Jack antes de que se convirtiera en una cinta de culto.  Definitivamente hoy ir al cine no es lo mismo de antes, ya no posee esa magia de antaño de esas salas que pocas quedan funcionando.


    Y luego están las librerías, que desde mi época de escolar visitaba goloso para solo vitrinear, pensando en todos los textos que compraría apenas ganara mi propio sueldo.  De esos años lindos, en los noventa, datan mis experiencias dentro de lugares como la Librería Congreso, donde mis papás me compraron mis primeros libros de King y entre ellos mi preciada edición en tapa dura de It.  También recuerdo con melancolía la José Miguel Carrera y en especial la Andrés Bello (esta última a un paso del Gran Palace y del Bravissimo, así que ahí se completaba la "trilogía" del placer para mí), que tenía una editorial y muchos de mis primeros libros fueron los salidos de su imprenta (como Las Crónicas de Narnia).  Dentro de ellos compré, por ejemplo, mi hoy desarmada edición de bolsillo de Drácula (que más encima trae el estupendo cuento precuela El Invitado de Drácula, del mismo autor y que no viene en todas las ediciones de la novela) y mi igualmente sencilla versión de La Mitad Oscura de mi autor favorito, que le había echado el ojo hace rato y estuve un buen tiempo ahorrando el dinero para obtenerla.  La verdad es que muchos más títulos conseguí en esos locales, en una época en la que mi actual biblioteca (para la que hoy en día uso dos cuartos de mi casa y muchos muebles involucrados) era un sueño aún.
    Habría sido lindo tener alguna foto en esos lugares.  Ahora solo guardo la imagen mental de mi persona en tales edificios.
 
2. Adiós a ti también.
 
    Lo que me ha llevado a escribir estas palabras, fue la noticia que para variar me dio mi amigo Miguel (por medio de él generalmente me entero de estas "desgracias") y que consiste en el hecho de que la librería y comiquería Antiyal acaba de cerrar esta semana.  Supe tan aciago suceso en pleno Viernes Santo por la noche y fue para mí un bombazo, puesto que tan solo el día anterior anduve tentado de pasar, aprovechando que me encontraba relativamente cerca (hoy en día en la semana laboral, e incluso los findes, poco ando por esos lares).
    Antiyal ha sido LEJOS más relevante en mi cronología como ñoño y en especial como coleccionista, en mayor medida que las librerías antes mencionadas ¿Por qué digo esto? La respuesta puede parecer sencilla, si bien posee varios matices para mí, algo que solo entenderían otras personas como yo, que comparten conmigo la pasión por la lectura de historietas y literatura "de género".
     Desde los noventa, cuando era un universitario y el único dinero que tenía a mano era el que me daban mis papás, la Antiyal estuvo entre lo que llamo "mis lugares favoritos".  Recuerdo haber entrado y quedar maravillado con sus estanterías y títulos, que pocas veces había visto algo así "en vivo" y no en una peli o serie gringa, ya que fue una de las primeras o posiblemente fue la primera de todas en su tipo que conocí.  Como no tenía plata para gastar, pues mis ahorros los usaba en libros y cine, me hice la promesa de que cuando comenzara a trabajar iba a dejar un porcentaje para comprar todos los meses cómics.
    Solo en el llamado "Milenio" comencé a ser un cliente habitual de la Antiyal.  En ese tiempo no tenía mayor referencia para comparar precios, porque apenas iba a otras tiendas; no obstante, en esta siempre había ofertas y apenas uno entraba se encontraba con ella, por lo general números de revistas sueltas y one-shots (historias autoconclusivas), muchos de ellos títulos ya cerrados hace rato (remates y excedentes) dispuestos en un lugar “privilegiado”.  Todo era muy barato en esa sección y gracias a ella pude iniciar de verdad a reunir mi tesoro, entre ellos muchos números de las hoy lloradas editorial Vid (México) y Zinco (España), además de Forum (de Planeta de Agostini, España) y Toutain (otra vez la Madre Patria).  Había que tener paciencia, eso sí, para completar las enumeraciones, lo que se conseguía yendo de forma regular para comprobar si habían renovado el material. Los precios eran muy BARATOS y de esa forma pude completar todo lo que sacó Zinco de Superman a partir de su muerte (desde El Reino de los Supermanes) y del mismo Azuloso antes de su muerte y posterior a ella, aunque con historias posteriores a lo de Zinco, que incluyen su etapa con cambio de traje y poderes energéticos.  Todo eso y mucho más, la verdad, perlas muy apreciadas por mí.
    Por lo general compraba lo que había en los distintos cajones, que separaban la mercancía por precios, colecciones y otras tipologías que solo los clientes habituales entendíamos a cabalidad.  Buscando y buscando había muchas joyas que te estaban esperando para llevarlas a tu casa, si es que tenías el buen ojo y el conocimiento de reconocer lo que eran; además los buenos precios nunca faltaban y por años era un gusto gastarte la plata en ello.
    Atendida por su propio dueño, don Daniel Pérez, uno podía ñoñear de lo lindo con él, que el caballero era un erudito de la materia y te podía recomendar de verdad sobre aquellas obras y autores de los que nada sabías (luego “me contó un pajarito” que con los clientes que no sabían del tema no tenía paciencia y les contestaba mal).  Él, como uno, amaba este arte y por lo mismo tenía a disposición facsímiles "viejos, reviejos", como originales de Condorito (algunos firmados por sus artistas) y otros de la aún más antigua editorial Novaro (de México).  Conversábamos harto y entre ello le cambiaba mis números en grapa por versiones de mejor calidad (como tapa dura), pagando la diferencia o le pedía que me guardara uno que otro título para mi próxima visita; también hicimos uno que otro negocio cambiándole algún título repetido por otro que me faltaba.
    Por lo menos en tres ocasiones mandé a diferentes amigos a nombre mío (el Profe me llamaba) con el objetivo de que me compraran algún regalito para mi cumple o Navidad, asesorados por el maestro.  También llevé allá a unos ex alumnos, ya egresados de Enseñanza Media y comenzando la adultez, quienes terminaron apodándolo cariñosamente Tío Manga (de hecho, uno de ellos, Luciano y con quien mantengo mayor comunicación después de tantos años, fue la otra persona que, el mismo día en que se supo del cierre de la Antiyal, me contó por whatsapp de ello).
    También vendían libros, aunque su "existencia" era mínima adentro, y debido a ello compré unos cuantos, que desde al menos una década todavía tengo sellados mis Segundas Crónicas de Thomas Covenant de Stephen Donaldson, una trilogía de fantasía (esperando conseguirme la primera para leerla de una vez).  Tampoco puedo olvidar que también editó unos cuantos libros y cómics, que conservo de su imprenta una colección de relatos celtas; mientras que en cuanto a historietas, publicó a algunos autores nacionales, que creo la idea era regalar estas ediciones a la clientela más asidua (como su servidor), así como también llegó a obsequiar unas geniales revistas informativas que todavía conservo.
    Se me estaba olvidando: A veces el mismo titulo lo encontrabas en otro lugar de la tienda con un precio diferente, algo que no sé si alguien más se habrá dado cuenta de ello (era un poquito desordenado hay que confesar).  Por supuesto que me quedaba que el ejemplar que más le conviniera a mi bolsillo.
    Conocí a su hermano menor, con quien de igual manera charlaba harto y, lo mejor, con el cual podía hasta regatear los precios (todavía recuerdo la vez en que me llevé muy feliz una preciosa colección de tomos de DC, gracias a él y a mi labia).
    Cuando comencé a trabajar fuera del Gran Santiago, en Talagante primero y ahora en Peñaflor, dejé de ir y solo fui como dos veces en plena Pandemia, cuando se liberaron un poco las salidas (2020); me dio gusto ver que estaba abierto.  Por otro lado, durante ese tiempo me hice unos caseros en el Persa Bío-Bío, a quienes les compraba tomos de lujo muy baratos y lo mismo comencé a adquirir mucho por internet vía Buscalibre. Así fue cómo dejé de ir para allá, que uno a veces cree que los lugares y las personas estarán para siempre a nuestra disposición, hasta que el inexorable paso del tiempo nos demuestra que estamos equivocados y eso pasa mucho a medida que nos vamos haciendo viejos.
    Cuando me comuniqué con otro amigo, Luis Saavedra, el Tío Lucho, me di cuenta que este ya sabía al respecto y de hecho manejaba información.  Estas son las palabras textuales que me escribió:
 
   "hace rato que solo estaba vegetando solo porque el viejo no sabe qué otra cosa hacer. Finalmente el hermano le quitó el piso porque es socio de la librería. Se va al sur y le pidió cerrar la tienda y darle su parte."
 
    Textual y corta.  Una lástima.

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