R.
R. López (Córdoba, 1977) es un autor español de literatura fantástica, que a la fecha ha
publicado dos libros: Historias que no contaría a mi madre,
correspondiente a una colección de 4 relatos entrelazados entre sí y usando a
los mismos personajes; a la que le siguió Imposible pero incierto una novela
que se nutre de los mitos de Cthulhu, creados por Howard Phillip Lovecraft y
sus seguidores, aunque de una manera bastante especial. Asimismo entre su primer y segundo libro es
posible encontrar más de un nexo, siendo uno de ellos la reaparición de varios
personajes de su ópera prima, en su
siguiente trabajo. Es así como la
presente entrada se encuentra dedicada a esta segunda obra, de modo que en ella
se hablará acerca de sus varias virtudes y con el propósito de recomendar su
lectura a quienes deseen descubrir al genio de Providence, desde una
perspectiva novedosa y refrescante.
La
trama gira en torno a un estudiante universitario, el cual en su
caracterización bien puede representar al típico joven español juerguista y con
claros intereses de tipo friki o ñoño, como se le dice acá en Chile (gusto por
los cómics, los juegos de rol, el cine y las películas fantásticas), quien tras
una noche de parranda descubre un secreto que se esconde a los ojos de sus
conciudadanos: en pleno barrio histórico de su ciudad germina una oscura secta
ligada a uno que otro crimen, entre desapariciones y muertes, la cual se
encuentra involucrada además en ceremonias de magia negra. Lo más sorprendente es que en la medida que
el protagonista y sus amigos encuentran nuevos datos acerca de este culto, se
enteran de que todo lo escrito por Lovecraft y compañía sobre monstruosidades
arcanas, a la espera de recuperar su sitial en este mundo y el resto del
universo, no era solo fruto de una fértil imaginación; pues todo demuestra que
en realidad la verdad supera la ficción y de este modo solo les queda a ellos
evitar que los villanos de la historia consigan lo que quieren, o si no el
resto de la humanidad cobrará muy caro el costo de todo esto. Es al respecto que el llamativo juego de
palabras que compone el nombre de la novela, atiende sin duda a esta vacilación
entre creer o no que las historias de Lovecraft, en realidad eran una demostración
de lo que yacía escondido al resto de los mortales (y todo esto bien es
explicado en parte durante una decisiva charla entre los protagonistas, quizás
uno de los mejores momentos y mejor escritos de esta obra). Como se trata de tipos comunes y corrientes,
quienes para nada corresponden al estereotipo de héroes, deben valerse solo con
su determinación de muchachos inexpertos y los conocimientos logrados gracias a
horas de lectura y jugando frente al tablero de rol (lo que no deja de
contrastar con los personajes más “sofisticados” y serios de la narrativa
típica de este subgénero).
Para
satisfacción de los fanáticos acérrimos de la mitología lovecrafniana, el autor
regala a sus lectores con un montón de referencias directas e indirectas a todo
ello, de modo que aquí aparecen algunas de las criaturas y hasta un personaje, salidos
de estos textos de culto. Es así como no
podía faltar en sus páginas el famoso Necronomicon, título de ficción
aparecido por primera vez en la prosa de Lovecraft, como una fuente de
sabiduría maldita sobre este tipo de seres y que llegó a tal nivel de
credibilidad, que mucha gente ha llegado a creer de su verdadera
existencia. No obstante es en el uso de los recordados Perros
de Tíndalos, del famoso cuento homónimo de Frank Belnap Long, que yace
buena parte del sentido homenaje que hace el libro a toda esta literatura y
donde el libro llega a tener otro de sus capítulos más memorables; de este modo
la introducción de tales monstruosidades, aprovechándose de varios elementos
del cuento original para hacer más atractiva la narración, bien demuestra que
los clásicos no dejan de estar vivos gracias a los autores actuales. Por otro lado, en la novela aparece también
uno de los personajes más recordados del autor de Los Sueños en la Casa de la Bruja,
correspondiente al espantoso Wilbur Whateley (salido de uno de sus cuentos más
celebrados, El Horror de Dunwich), quien en pocas palabras es descrito tal y como aparece en el
relato de Lovecraft… ¡Y por supuesto no podía aparecer Cthulhu!
“El Lompa se quedó
mirando al auditorio.
―Bueno, y
ahora «oj» voy a «presentá» a un alumno que ha «venío» de la «facurtá» de
«siensia» de «Jarva», de «Masachuse», de «loj Ejtado» Unido, vaya, y que va a
«empesá» a «trabajá» en mi departamento.
Su cara
reflejaba un gesto de orgullo. Para alguien a quien le gustaba tanto figurar
como a él, tener un alumno de la capital del imperio, de la prestigiosa
universidad de Harvard ni más ni menos, debía de ser toda una oportunidad para
ufanarse. Señaló a uno de los estudiantes que se hallaba sentado en la primera
fila. Hasta el momento había pasado desapercibido, pero ahora que reparábamos
en él no entendíamos como había sido posible.
―«Oj» presento
«ar señó» Jedediah «Guatli» ―Su acento hacía imposible determinar cómo se
deletreaba el nombre del extranjero―. «Ejpero» que lo «tratéi» bien, con
«hojpitalidá». ―El Lompa remarcó su alegato con un amenazador ¡EJEM!, mientras
señalaba al corpulento individuo, que se giró y recorrió el auditorio con una
mirada aviesa, extraña, torcida.
Un mote vino a
mi mente de forma automática: Caracabra. Y es que sus rasgos podían ser
calificados de chotunos. Una perilla puntiaguda remarcaba el efecto. Sus ojos
también eran caprinos, amarillentos, y casi parecía que su pupila fuera
horizontal por algún tipo de malformación. Lo único que lo diferenciaba del ojo
de una cabra era que tenía un finísimo círculo blanco por esclerótica. Su media
melena de pelo alborotado y salvaje le daba cierto aspecto parecido a la
mitológica Medusa.
― ¡Coño! ¡Qué
tío más feo! ―La aguda voz de Modesto, que contrastaba con su elevada estatura,
sonó en tono quedo en segundo plano.
Durante el
resto de la clase no pude dejar de observar a aquel individuo tan inquietante.
Tampoco fue tranquilizador observar, cuando se levantó al final de la hora, sus
extraños pasos, casi deslizantes. Sin duda debía tener un problema en las
piernas, dado que eran anómalamente anchas, como si tuviera elefantiasis o un
culo inusitadamente gordo. Para ocultarlas vestía unos
pantalones anchísimos, como de rapero, de los que tienen el tiro a la altura de
las rodillas.
Un gélido cosquilleo me recorrió la
espalda cuando percibí que, súbitamente, fuera por un efecto de la luz sobre el
movimiento del tejido al andar, fuera por una alucinación de mi mente, un
extraño culebreo recorría sus piernas y costados.
Seguramente llevará prótesis en las
piernas, me dije a mí mismo para intentar tranquilizarme”.
Si
bien el libro en cuestión corresponde a un sentido homenaje tal como ya quedó
demostrado y se enmarca dentro del llamado Horror
Cósmico, el subtítulo de esta obra da de inmediato claras señales de su
tono igualmente paródico: Una novela de horror c(ó)smico. De este modo la novela se encuentra llena de
humor, uno muy negro por cierto. Por lo
tanto a lo largo de la novela las situaciones, incluso las que deberían
encontrarse entre las más graves, se van dando con una hilaridad que no solo
puede hacernos sonreír, sino que bien puede sacar más de una carcajada al
lector (como bien le pasó a quien aquí escribe). El mismo protagonista, el cual oficia de
narrador, corresponde a uno de esos muchachos que pocas veces se toma en serio
lo que hace y a quienes le rodean, de modo que abundan sus comentarios risibles
(y también escapistas a la tensión del momento). Es al respecto que uno de los pasajes más
graciosos de toda su extensión, resulta ser cuando el personaje principal acude
a un entierro y todo resulta alejado del aire de sublimidad y formalidad que se
esperaría de algo así. En su narración el
personaje no deja de hacer comentarios sarcásticos sobre los demás y lo que
pasa. Por otro lado, la habilidad
literaria del autor consigue diálogos lo más espontáneamente cómicos, lo que les
otorga a sus personajes la vivacidad habitual de tanta comedia española y que
sigue una rancia tradición. Es al
respecto que en el lenguaje usado en el texto, abundan las alusiones de tipo
sexual y escatológica en general, tan abundante entre la juventud, edad que
corresponde a estos particulares “héroes”
y también al ya citado humor de más rancia procedencia. Ni siquiera el propio “maestro” de R. R.
López, Lovecraft, escapa a la pluma satírica de este; al respecto es que donde
debería haber por completo seriedad y una atmósfera cargada de misterio, la
risa no deja de hacerse presente:
“La misteriosa y corpulenta
figura, que permanecía de espaldas a nosotros mirando a la piedra sacrificial,
tenía unos folios amarillentos en la mano. En algún rincón de mi subconsciente
la imagen sugirió un deja vu que no acababa de ubicar, pero que
me creaba una sensación harto conocida.
―¡Oh tú, progenie de aquel que aguarda soñando,
oh tú, inmensidad oscura, asciende del… ―el tipo echó un vistazo rápido a los folios, en
los que se traslucía una apretada caligrafía― «poso der» tiempo inmemorial en el que te
hallas confinado.
»¡Oh tú, horror cósmico, asciende para
ayudarnos a… ―de
nuevo otra mirada a los folios― …para
ayudarnos a preparar, más bien podría «desirse» pla-nifi- car ―resaltó este último término como si lo
estuviera dictando― la
venida «der» grande, de aquel que aguarda soñando… ―otra mirada furtiva a la chuleta. El acento
fluctuaba por momentos; se notaba el esfuerzo notable del orador por pronunciar
correctamente―
soñando en las simas abisales «der pasífico». ¿Saben ustedes por qué se
«hisieron» las pruebas atómicas «der» atolón de Mururoa? ―Hubo un silencio, no sabíamos si para dar
tiempo a ver si alguien contestaba o tan solo para resaltar el efecto dramático
de su discurso. ―¡Porque
creían que estaba «Shulú» ahí «metío», fijo… ―Aquel comentario nos resultó terriblemente
conocido.
―¡Cállate ya y sigue con el ritual de llamada!
¡Que se va a pasar el alineamiento estelar! ―gritó una voz anónima con indignación.
―¡Que el ritual solo se pude hacer una vez cada cuatro
siglos! ―Fue
otro de los murmullos que se alzó entre los presentes.
Si no era capaz de recitar una invocación
de memoria, esas miradas a los apuntes, el estado desvencijado de estos, la
prepotencia del jueguecito de preguntas y respuestas… estaba claro que se
trataba de un profesor de universidad.
Y el acento, ese acento tan marcado. Un
escalofrío me recorrió la espalda acompañando a la súbita certeza que se
aposentó en mi mente. Sin duda el mago negro era…
―¡EJEM! ―Se aclaró la garganta con una tos tan repulsiva
como característica―.
¡Ayúdanos a preparar su advenimiento (y a que el «rejtor noh» apruebe el
presupuesto «der» departamento) ―concluyó
con una especie de ripio mirando nuevamente los folios.
―¡Y yo quiero una lavadora nueva! ―Dejó escapar alguien.
―¿Quién ha «sío»? ―preguntó el invocador a la vez que se giraba,
enojado―.
¡«Quejto e mu» importante, leñe! ¡A que te «asuso» todavía a «loj gule der
sementerio» de la Salud!”
“El profesor de matemáticas, Teo
Domingo Santos de Dios, era un miembro del la rama hardcore del Opus Dei que había decidido modificar las
matemáticas después de un derrame cerebral que tuvo mientras se masturbaba con
papel de lija viendo Los diez mandamientos (por supuesto esa era la
versión «extraoficial» de la causa del derrame).
¿No os parece que eso debe doler mucho?
En fin, que había creado las Teomáticas;
os podéis imaginar el regalito. Evidentemente, había sido repudiado por el
resto de matemáticos de toda la universidad de Córdoba en un alarde de purismo
(que para eso los matemáticos son muy suyos) y nos lo habían endiñado a
nosotros. El rector debía pensar que en lugar de para perito ecológico
estábamos estudiando para masoquistas o sufridores del Un, Dos, Tres (sí, soy un antiguo, que le vamos a hacer).
Para colmo, el amigo nos daba como única
guía unos apuntes manuscritos de su puño y letra, que dejaba en la copistería
para que los compráramos, y que eran una mezcla entre un libro de física y un
folleto de los testigos de Jehová, todo ello escrito en una letra quebrada
tenía que envidiarle a la caligrafía de un médico con Parkinson o a la
escritura cuneiforme.
(…)
Era muy interesante estudiar las parábolas
tomando como ejemplo el portal de Belén o calcular las condiciones de
perpendicularidad de la santa cruz, hacer ecuaciones diferenciales para refutar
la prueba del carbono catorce que desmintió que la sábana santa de Turín fuera
auténtica… en fin, un «no parar» de diversión educativa a raudales”.
En
el tono más “lovecrafniano” de la escritura, el novelista recoge el estilo de narración
en primera persona, tan caro a su fuente de inspiración. Además en el terreno del lenguaje usado, a manera
de estilo literario, si bien abundan en el texto los coloquialismos y voces
informales tan propios del grupo sociocultural al que pertenecen los
personajes, la narración no deja de ser culta, siendo que además en ella existe
una gran proliferación de vocablos que demuestran el manejo óptimo del autor de
la lengua castellana; así es cómo R. R. López mantiene ese aire académico, que
le era tan caro a Lovecraft, quien hacía uso de un léxico lo más formal posible
(y es al respecto, que al comienzo de cada capítulo va incluida una cita
textual que apoya su contenido, la que no solo están sacadas de los autores del
llamado Círculo de Cthulhu, sino que de fuentes varias, lo que evidencia la
gran cultura general de su autor). A su
vez continuando con otro aspecto característico de las obras que le
precedieron, en el libro destaca la presencia, aunque breve, del “sabio” que
apoya en su misión a los protagonistas y quien en este caso por supuesto no
podía dejar de ser alguien esperpéntico; no obstante el narrador se refiere a
él igual con respeto, lo que en parte no deja de otorgarle mayor simpatía, a
diferencia del resto de sus amigos y de personalidad mucho más visceral.
“No es por tirar de un recurso
fácil, pues lo cierto es que viéndolo cualquiera pensaría que el creador de los
Simpson había estado en España y se había inspirado en él para dibujar al
dependiente de "La mazmorra del Androide" que, para quien no lo sepa,
es la tienda de cómics de Springfield.
Se hallaba repantigado en su silla
giratoria delante del monitor del ordenador, entrado en kilos y vestido de riguroso
negro de pies a cuello, porque la cabeza la llevaba al descubierto mostrando su
cabellera, un conjunto de lacios y finos hilos de oro del mismo color que la
barba perfectamente recortada que poblaba su rostro. Sus rasgos, nobles y
armoniosos, que recordaban a un guerrero vikingo rubicundo, contrastaban con
unos ojos azules de una claridad tan profunda que cuando te miraban parecían
estar escrutándote el alma.
(…)
Su cuarto era un verdadero oasis de
conocimiento comprimido en nueve metros cuadrados. Las estanterías, que iban
del suelo al techo, estaban cuajadas de volúmenes que comprendían colecciones enteras
de novelas, juegos de rol, tratados académicos de historia, comics, y figuras
en profusión que decoraban los huecos que quedaban en las repisas y muebles;
una nave Ala X por aquí, un Caza Tie por allá, una réplica en miniatura del
casco de Darth Vader, una figurita de plomo de un dragón pintada a mano … Todo
un universo de fantasía que sería la envidia de cualquier coleccionista, se
hallaba compendiado entre aquellas paredes”.
Teniendo en cuenta el grupo etario y sociocultural al que pertenecen el
protagonista y sus compañeros, aquí los adultos poseen poca importancia y los
pocos que sí la tienen, son descritos de la forma más estrafalaria y poco
amistosa (eso sí sin perder su carácter humorístico), como los ya citados
profesores universitarios. En cuanto a las mujeres, estas apenas aparecen en el
libro y cuando lo hacen bien se les dedican unas pocas líneas, salvo en el caso
de la muchacha a cuyo funeral asiste el protagonista y otra que aquí cumple el
rol típico de “la damisela a la que hay rescatar”. En cambio como ya se dijo más arriba, sí
pululan entre estas páginas algunos muchachos que en su “frikismo” bien nos
pueden recordar a muchos de nosotros mismos, ya que no dejan de ser jóvenes inadaptados
y por otra, verdaderos niños grandes que todavía alucinan con los videojuegos,
películas y seriales de culto. Dentro de
esto último, se puede apreciar en Imposible pero Incierto el tema de
la amistad, puesto que la única manera que tiene su personaje central para
“derrotar a los malos”, es apoyándose en sus iguales.
Puede bien llamar la atención a los ojos de algunos lectores,
interesados en ciertos aspectos de los libros que tienen entre sus manos, la
existencia de elementos costumbristas, pues es posible hallar aquí más de una
referencia al lugar y las tradiciones propias de donde viven los personajes:
refiriéndose a su historia como pueblo, con sus personajes típicos y la
conocida diferenciación lingüística de una zona tan rica en herencia cultural
como lo es España, donde de una región a otra la gente habla diferente según su
acento. Este aspecto inesperado del
libro, lo hace mucho más valioso, justamente por conseguir este efecto que a
los no españoles, les permite aprender algo más acerca de dicho país ya los compatriotas del autor, sentirse
reflejados en su identidad ante tanta hispanidad en la escritura.
Quizás
el único pero que se le podría poner a esta obra, es su final algo acelerado,
puesto que una vez llegados al clímax, el enfrentamiento de las “fuerzas del
bien” con las del mal deja con ganas de más y en especial de monstruos
lovecrafnianos. Por otro lado, también hay un muy interesante personaje en el
libro, nada menos que un hombre lobo caníbal, quien está desperdiciado en el
argumento, al irrumpir en la trama para luego desaparecer con la misma rapidez
con la que salió y sin tener mayor impacto en los acontecimientos.
Por
último, para aquellos que deseen saber qué pasó luego de tan grande aventura y
seguir pasándola bien junto a los personajes de este libro, R. R. López
escribió un breve relato a manera de epílogo y que permite saber cómo estos
retomaron su vida para volver a la normalidad.
R. R López. |
Muchas gracias por las amables palbras que dedicas a mi libro y por un análisis tan profundo y detallado.
ResponderEliminarUn placer haberte aportado algunos momentos de diversión. Un saludo
Para mí es todo un honor que el mismo autor de este fabuloso libro me lo haya regalado (enviándolo desde la Madre Patria al confín del mundo), me lo haya dedicado y más encima deje sus palabras acá en el Cubil. Estaré atento a poder disfrutar otras obras tuyas.
EliminarMe alegra leer en tu crítica, Elwin, que la transcripción del acento andaluz (cordobés en particular, porque Andalucía es muy grande y su variante dialectal muy amplia) no es ningún obstáculo para la lectura fuera de España. Por otra parte, es algo significativo de la novela su crítica del sistema universitario español, de su inmovilismo y del escaso nivel de su profesorado, normalmente el mejor relacionado social y políticamente, y no el más brillante.
ResponderEliminarGracias por pasarte de nuevo por acá, Tomás. Una aclaración, je, el acento cordobés ni lo escuché, que recuerda leí un texto y la lengua es la misma (en especial en esta modalidad gráfica), pues hablamos el mismo idioma (claro que con su diferencias en lo que léxico se refiere). Igual vi el video presentación del autor en su página y lo pude entender de lo más bien.
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