jueves, 11 de junio de 2015

Viscosidades lovecrafnianas a la española.


     R. R. López (Córdoba, 1977) es un autor español de literatura fantástica, que a la fecha ha publicado dos libros: Historias que no contaría a mi madre, correspondiente a una colección de 4 relatos entrelazados entre sí y usando a los mismos personajes; a la que le siguió Imposible pero incierto una novela que se nutre de los mitos de Cthulhu, creados por Howard Phillip Lovecraft y sus seguidores, aunque de una manera bastante especial.  Asimismo entre su primer y segundo libro es posible encontrar más de un nexo, siendo uno de ellos la reaparición de varios personajes de su ópera prima, en su siguiente trabajo.  Es así como la presente entrada se encuentra dedicada a esta segunda obra, de modo que en ella se hablará acerca de sus varias virtudes y con el propósito de recomendar su lectura a quienes deseen descubrir al genio de Providence, desde una perspectiva novedosa y refrescante.
    La trama gira en torno a un estudiante universitario, el cual en su caracterización bien puede representar al típico joven español juerguista y con claros intereses de tipo friki o ñoño, como se le dice acá en Chile (gusto por los cómics, los juegos de rol, el cine y las películas fantásticas), quien tras una noche de parranda descubre un secreto que se esconde a los ojos de sus conciudadanos: en pleno barrio histórico de su ciudad germina una oscura secta ligada a uno que otro crimen, entre desapariciones y muertes, la cual se encuentra involucrada además en ceremonias de magia negra.  Lo más sorprendente es que en la medida que el protagonista y sus amigos encuentran nuevos datos acerca de este culto, se enteran de que todo lo escrito por Lovecraft y compañía sobre monstruosidades arcanas, a la espera de recuperar su sitial en este mundo y el resto del universo, no era solo fruto de una fértil imaginación; pues todo demuestra que en realidad la verdad supera la ficción y de este modo solo les queda a ellos evitar que los villanos de la historia consigan lo que quieren, o si no el resto de la humanidad cobrará muy caro el costo de todo esto.  Es al respecto que el llamativo juego de palabras que compone el nombre de la novela, atiende sin duda a esta vacilación entre creer o no que las historias de Lovecraft, en realidad eran una demostración de lo que yacía escondido al resto de los mortales (y todo esto bien es explicado en parte durante una decisiva charla entre los protagonistas, quizás uno de los mejores momentos y mejor escritos de esta obra).  Como se trata de tipos comunes y corrientes, quienes para nada corresponden al estereotipo de héroes, deben valerse solo con su determinación de muchachos inexpertos y los conocimientos logrados gracias a horas de lectura y jugando frente al tablero de rol (lo que no deja de contrastar con los personajes más “sofisticados” y serios de la narrativa típica de este subgénero).
     Para satisfacción de los fanáticos acérrimos de la mitología lovecrafniana, el autor regala a sus lectores con un montón de referencias directas e indirectas a todo ello, de modo que aquí aparecen algunas de las criaturas y hasta un personaje, salidos de estos textos de culto.  Es así como no podía faltar en sus páginas el famoso Necronomicon, título de ficción aparecido por primera vez en la prosa de Lovecraft, como una fuente de sabiduría maldita sobre este tipo de seres y que llegó a tal nivel de credibilidad, que mucha gente ha llegado a creer de su verdadera existencia.   No obstante es en el uso de los recordados Perros de Tíndalos, del famoso cuento homónimo de Frank Belnap Long, que yace buena parte del sentido homenaje que hace el libro a toda esta literatura y donde el libro llega a tener otro de sus capítulos más memorables; de este modo la introducción de tales monstruosidades, aprovechándose de varios elementos del cuento original para hacer más atractiva la narración, bien demuestra que los clásicos no dejan de estar vivos gracias a los autores actuales.   Por otro lado, en la novela aparece también uno de los personajes más recordados del autor de Los Sueños en la Casa de la Bruja, correspondiente al espantoso Wilbur Whateley (salido de uno de sus cuentos más celebrados, El Horror de Dunwich), quien en pocas  palabras es descrito tal y como aparece en el relato de Lovecraft… ¡Y por supuesto no podía aparecer Cthulhu!

     “El Lompa se quedó mirando al auditorio.
      ―Bueno, y ahora «oj» voy a «presentá» a un alumno que ha «venío» de la «facurtá» de «siensia» de «Jarva», de «Masachuse», de «loj Ejtado» Unido, vaya, y que va a «empesá» a «trabajá» en mi departamento.
     Su cara reflejaba un gesto de orgullo. Para alguien a quien le gustaba tanto figurar como a él, tener un alumno de la capital del imperio, de la prestigiosa universidad de Harvard ni más ni menos, debía de ser toda una oportunidad para ufanarse. Señaló a uno de los estudiantes que se hallaba sentado en la primera fila. Hasta el momento había pasado desapercibido, pero ahora que reparábamos en él no entendíamos como había sido posible.
    ―«Oj» presento «ar señó» Jedediah «Guatli» ―Su acento hacía imposible determinar cómo se deletreaba el nombre del extranjero―. «Ejpero» que lo «tratéi» bien, con «hojpitalidá». ―El Lompa remarcó su alegato con un amenazador ¡EJEM!, mientras señalaba al corpulento individuo, que se giró y recorrió el auditorio con una mirada aviesa, extraña, torcida.
     Un mote vino a mi mente de forma automática: Caracabra. Y es que sus rasgos podían ser calificados de chotunos. Una perilla puntiaguda remarcaba el efecto. Sus ojos también eran caprinos, amarillentos, y casi parecía que su pupila fuera horizontal por algún tipo de malformación. Lo único que lo diferenciaba del ojo de una cabra era que tenía un finísimo círculo blanco por esclerótica. Su media melena de pelo alborotado y salvaje le daba cierto aspecto parecido a la mitológica Medusa.
     ― ¡Coño! ¡Qué tío más feo! ―La aguda voz de Modesto, que contrastaba con su elevada estatura, sonó en tono quedo en segundo plano.
     Durante el resto de la clase no pude dejar de observar a aquel individuo tan inquietante. Tampoco fue tranquilizador observar, cuando se levantó al final de la hora, sus extraños pasos, casi deslizantes. Sin duda debía tener un problema en las piernas, dado que eran anómalamente anchas, como si tuviera elefantiasis o un culo inusitadamente gordo. Para ocultarlas vestía unos pantalones anchísimos, como de rapero, de los que tienen el tiro a la altura de las rodillas.
     Un gélido cosquilleo me recorrió la espalda cuando percibí que, súbitamente, fuera por un efecto de la luz sobre el movimiento del tejido al andar, fuera por una alucinación de mi mente, un extraño culebreo recorría sus piernas y costados.
     Seguramente llevará prótesis en las piernas, me dije a mí mismo para intentar tranquilizarme”.

     Si bien el libro en cuestión corresponde a un sentido homenaje tal como ya quedó demostrado y se enmarca dentro del llamado Horror Cósmico, el subtítulo de esta obra da de inmediato claras señales de su tono igualmente paródico: Una novela de horror c(ó)smico.  De este modo la novela se encuentra llena de humor, uno muy negro por cierto.  Por lo tanto a lo largo de la novela las situaciones, incluso las que deberían encontrarse entre las más graves, se van dando con una hilaridad que no solo puede hacernos sonreír, sino que bien puede sacar más de una carcajada al lector (como bien le pasó a quien aquí escribe).  El mismo protagonista, el cual oficia de narrador, corresponde a uno de esos muchachos que pocas veces se toma en serio lo que hace y a quienes le rodean, de modo que abundan sus comentarios risibles (y también escapistas a la tensión del momento).  Es al respecto que uno de los pasajes más graciosos de toda su extensión, resulta ser cuando el personaje principal acude a un entierro y todo resulta alejado del aire de sublimidad y formalidad que se esperaría de algo así.  En su narración el personaje no deja de hacer comentarios sarcásticos sobre los demás y lo que pasa.  Por otro lado, la habilidad literaria del autor consigue diálogos lo más espontáneamente cómicos, lo que les otorga a sus personajes la vivacidad habitual de tanta comedia española y que sigue una rancia tradición.  Es al respecto que en el lenguaje usado en el texto, abundan las alusiones de tipo sexual y escatológica en general, tan abundante entre la juventud, edad que corresponde a estos particulares “héroes”  y también al ya citado humor de más rancia procedencia.  Ni siquiera el propio “maestro” de R. R. López, Lovecraft, escapa a la pluma satírica de este; al respecto es que donde debería haber por completo seriedad y una atmósfera cargada de misterio, la risa no deja de hacerse presente:

     “La misteriosa y corpulenta figura, que permanecía de espaldas a nosotros mirando a la piedra sacrificial, tenía unos folios amarillentos en la mano. En algún rincón de mi subconsciente la imagen sugirió un deja vu que no acababa de ubicar, pero que me creaba una sensación harto conocida.
     ¡Oh tú, progenie de aquel que aguarda soñando, oh tú, inmensidad oscura, asciende del… el tipo echó un vistazo rápido a los folios, en los que se traslucía una apretada caligrafía «poso der» tiempo inmemorial en el que te hallas confinado.
       »¡Oh tú, horror cósmico, asciende para ayudarnos a… de nuevo otra mirada a los folios …para ayudarnos a preparar, más bien podría «desirse» pla-nifi- car resaltó este último término como si lo estuviera dictando la venida «der» grande, de aquel que aguarda soñando… otra mirada furtiva a la chuleta. El acento fluctuaba por momentos; se notaba el esfuerzo notable del orador por pronunciar correctamente soñando en las simas abisales «der pasífico». ¿Saben ustedes por qué se «hisieron» las pruebas atómicas «der» atolón de Mururoa? Hubo un silencio, no sabíamos si para dar tiempo a ver si alguien contestaba o tan solo para resaltar el efecto dramático de su discurso. ¡Porque creían que estaba «Shulú» ahí «metío», fijo… Aquel comentario nos resultó terriblemente conocido.
     ¡Cállate ya y sigue con el ritual de llamada! ¡Que se va a pasar el alineamiento estelar! gritó una voz anónima con indignación.
     ¡Que el ritual solo se pude hacer una vez cada cuatro siglos! Fue otro de los murmullos que se alzó entre los presentes.
     Si no era capaz de recitar una invocación de memoria, esas miradas a los apuntes, el estado desvencijado de estos, la prepotencia del jueguecito de preguntas y respuestas… estaba claro que se trataba de un profesor de universidad.
     Y el acento, ese acento tan marcado. Un escalofrío me recorrió la espalda acompañando a la súbita certeza que se aposentó en mi mente. Sin duda el mago negro era…
    ¡EJEM! Se aclaró la garganta con una tos tan repulsiva como característica. ¡Ayúdanos a preparar su advenimiento (y a que el «rejtor noh» apruebe el presupuesto «der» departamento) concluyó con una especie de ripio mirando nuevamente los folios.
    ¡Y yo quiero una lavadora nueva! Dejó escapar alguien.
    ¿Quién ha «sío»? preguntó el invocador a la vez que se giraba, enojado. ¡«Quejto e mu» importante, leñe! ¡A que te «asuso» todavía a «loj gule der sementerio» de la Salud!”

    
Es en cuanto a lo abordado en el párrafo anterior a la cita que se acaba de incluir, que el artista a través de su caracterización de los personajes, los dota de una personalidad y en especial un aspecto físico que los hace ideales para crear una atmósfera de rareza.  Por lo tanto el libro está lleno de sujetos bizarros, quienes desde la vida cotidiana se aprecian como verdaderos individuos dignos de la parodia más hilarante.  Muchos de ellos son personas de aspecto caricaturesco, pocos favorecidos estéticamente y de conducta que hace dudar acerca de su inteligencia o bien de sus habilidades sociales y capacidad para relacionarse con otros de forma madura.  Todo ello aumenta la dosis de humor en la narración, puesto que ante la ineptitud de los personajes, sus reacciones y diálogos crean la sensación de estar frente a una historia salida, en parte, de los llamados esperpentos de su compatriota Ramón de Valle-Inclán; cabe saber al respecto, que este último escritor creó toda una nueva literatura basada en el uso de personajes no solo estrafalarios, sino que defectuosos y a tal punto, que su propia fealdad llega a reflejar los aspectos internos de su personalidad.   De este modo R. R. López, ya sea consiente o inconscientemente, continúa con esta tradición tan ibérica y que desde la tierra de Cervantes han continuado otros artistas y no solo en la literatura (como bien se puede identificar en los primeros trabajos de Pedro Almodóvar y luego con Alex de la Iglesia en el cine).  Por lo tanto este libro se nutre no solo de los clásicos lovecrafnianos y aún en esta mezcla el autor logra compatibilizar ambos tipos de escritura, ya que lo grotesco de Valle-Inclán va de la mano con lo monstruoso de Lovecraft.  Recordemos que el autor pulp en sus propias obras describía a sujetos más que curiosos, en especial para dejar clara su naturaleza bastarda.  De este modo el Wilbur Whateley que aquí aparece, es tanto hijo de su creador original, como de este autor más reciente,  pues si bien este logra provocar rechazo y miedo, no deja de poseer los rasgos cómicos de muchos de los personajes que en esta novela abundan.  Es al respecto justamente que en los capítulos dedicados a la vida universitaria del protagonista (que lo que menos hace es dedicarse a estudiar), pululan algunos de los sujetos más esperpénticos, en especial entre los profesores (de los que no se salva ninguno de la pluma mordaz del autor); esto último bien podría corresponder al traspaso de los recuerdos de R. R. López a la ficción, de sus propias ingratas experiencias estudiantiles durante su juventud.

    “El profesor de matemáticas, Teo Domingo Santos de Dios, era un miembro del la rama hardcore del Opus Dei que había decidido modificar las matemáticas después de un derrame cerebral que tuvo mientras se masturbaba con papel de lija viendo Los diez mandamientos (por supuesto esa era la versión «extraoficial» de la causa del derrame).
     ¿No os parece que eso debe doler mucho?
     En fin, que había creado las Teomáticas; os podéis imaginar el regalito. Evidentemente, había sido repudiado por el resto de matemáticos de toda la universidad de Córdoba en un alarde de purismo (que para eso los matemáticos son muy suyos) y nos lo habían endiñado a nosotros. El rector debía pensar que en lugar de para perito ecológico estábamos estudiando para masoquistas o sufridores del Un, Dos, Tres (sí, soy un antiguo, que le vamos a hacer).
     Para colmo, el amigo nos daba como única guía unos apuntes manuscritos de su puño y letra, que dejaba en la copistería para que los compráramos, y que eran una mezcla entre un libro de física y un folleto de los testigos de Jehová, todo ello escrito en una letra quebrada tenía que envidiarle a la caligrafía de un médico con Parkinson o a la escritura cuneiforme.
   (…)
    Era muy interesante estudiar las parábolas tomando como ejemplo el portal de Belén o calcular las condiciones de perpendicularidad de la santa cruz, hacer ecuaciones diferenciales para refutar la prueba del carbono catorce que desmintió que la sábana santa de Turín fuera auténtica… en fin, un «no parar» de diversión educativa a raudales”.

     En el tono más “lovecrafniano” de la escritura, el novelista recoge el estilo de narración en primera persona, tan caro a su fuente de inspiración.   Además en el terreno del lenguaje usado, a manera de estilo literario, si bien abundan en el texto los coloquialismos y voces informales tan propios del grupo sociocultural al que pertenecen los personajes, la narración no deja de ser culta, siendo que además en ella existe una gran proliferación de vocablos que demuestran el manejo óptimo del autor de la lengua castellana; así es cómo R. R. López mantiene ese aire académico, que le era tan caro a Lovecraft, quien hacía uso de un léxico lo más formal posible (y es al respecto, que al comienzo de cada capítulo va incluida una cita textual que apoya su contenido, la que no solo están sacadas de los autores del llamado Círculo de Cthulhu, sino que de fuentes varias, lo que evidencia la gran cultura general de su autor).  A su vez continuando con otro aspecto característico de las obras que le precedieron, en el libro destaca la presencia, aunque breve, del “sabio” que apoya en su misión a los protagonistas y quien en este caso por supuesto no podía dejar de ser alguien esperpéntico; no obstante el narrador se refiere a él igual con respeto, lo que en parte no deja de otorgarle mayor simpatía, a diferencia del resto de sus amigos y de personalidad mucho más visceral.

     “No es por tirar de un recurso fácil, pues lo cierto es que viéndolo cualquiera pensaría que el creador de los Simpson había estado en España y se había inspirado en él para dibujar al dependiente de "La mazmorra del Androide" que, para quien no lo sepa, es la tienda de cómics de Springfield.
    Se hallaba repantigado en su silla giratoria delante del monitor del ordenador, entrado en kilos y vestido de riguroso negro de pies a cuello, porque la cabeza la llevaba al descubierto mostrando su cabellera, un conjunto de lacios y finos hilos de oro del mismo color que la barba perfectamente recortada que poblaba su rostro. Sus rasgos, nobles y armoniosos, que recordaban a un guerrero vikingo rubicundo, contrastaban con unos ojos azules de una claridad tan profunda que cuando te miraban parecían estar escrutándote el alma.
    (…)
    Su cuarto era un verdadero oasis de conocimiento comprimido en nueve metros cuadrados. Las estanterías, que iban del suelo al techo, estaban cuajadas de volúmenes que comprendían colecciones enteras de novelas, juegos de rol, tratados académicos de historia, comics, y figuras en profusión que decoraban los huecos que quedaban en las repisas y muebles; una nave Ala X por aquí, un Caza Tie por allá, una réplica en miniatura del casco de Darth Vader, una figurita de plomo de un dragón pintada a mano … Todo un universo de fantasía que sería la envidia de cualquier coleccionista, se hallaba compendiado entre aquellas paredes”.

      Teniendo en cuenta el grupo etario y sociocultural al que pertenecen el protagonista y sus compañeros, aquí los adultos poseen poca importancia y los pocos que sí la tienen, son descritos de la forma más estrafalaria y poco amistosa (eso sí sin perder su carácter humorístico), como los ya citados profesores universitarios. En cuanto a las mujeres, estas apenas aparecen en el libro y cuando lo hacen bien se les dedican unas pocas líneas, salvo en el caso de la muchacha a cuyo funeral asiste el protagonista y otra que aquí cumple el rol típico de “la damisela a la que hay rescatar”.  En cambio como ya se dijo más arriba, sí pululan entre estas páginas algunos muchachos que en su “frikismo” bien nos pueden recordar a muchos de nosotros mismos, ya que no dejan de ser jóvenes inadaptados y por otra, verdaderos niños grandes que todavía alucinan con los videojuegos, películas y seriales de culto.  Dentro de esto último, se puede apreciar en Imposible pero Incierto el tema de la amistad, puesto que la única manera que tiene su personaje central para “derrotar a los malos”, es apoyándose en sus iguales.
      Puede bien llamar la atención a los ojos de algunos lectores, interesados en ciertos aspectos de los libros que tienen entre sus manos, la existencia de elementos costumbristas, pues es posible hallar aquí más de una referencia al lugar y las tradiciones propias de donde viven los personajes: refiriéndose a su historia como pueblo, con sus personajes típicos y la conocida diferenciación lingüística de una zona tan rica en herencia cultural como lo es España, donde de una región a otra la gente habla diferente según su acento.  Este aspecto inesperado del libro, lo hace mucho más valioso, justamente por conseguir este efecto que a los no españoles, les permite aprender algo más acerca de dicho país ya  los compatriotas del autor, sentirse reflejados en su identidad ante tanta hispanidad en la escritura.
      Quizás el único pero que se le podría poner a esta obra, es su final algo acelerado, puesto que una vez llegados al clímax, el enfrentamiento de las “fuerzas del bien” con las del mal deja con ganas de más y en especial de monstruos lovecrafnianos. Por otro lado, también hay un muy interesante personaje en el libro, nada menos que un hombre lobo caníbal, quien está desperdiciado en el argumento, al irrumpir en la trama para luego desaparecer con la misma rapidez con la que salió y sin tener mayor impacto en los acontecimientos.
    Por último, para aquellos que deseen saber qué pasó luego de tan grande aventura y seguir pasándola bien junto a los personajes de este libro, R. R. López escribió un breve relato a manera de epílogo y que permite saber cómo estos retomaron su vida para volver a la normalidad.  

R. R López.

4 comentarios:

  1. Muchas gracias por las amables palbras que dedicas a mi libro y por un análisis tan profundo y detallado.
    Un placer haberte aportado algunos momentos de diversión. Un saludo

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    1. Para mí es todo un honor que el mismo autor de este fabuloso libro me lo haya regalado (enviándolo desde la Madre Patria al confín del mundo), me lo haya dedicado y más encima deje sus palabras acá en el Cubil. Estaré atento a poder disfrutar otras obras tuyas.

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  2. Me alegra leer en tu crítica, Elwin, que la transcripción del acento andaluz (cordobés en particular, porque Andalucía es muy grande y su variante dialectal muy amplia) no es ningún obstáculo para la lectura fuera de España. Por otra parte, es algo significativo de la novela su crítica del sistema universitario español, de su inmovilismo y del escaso nivel de su profesorado, normalmente el mejor relacionado social y políticamente, y no el más brillante.

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    1. Gracias por pasarte de nuevo por acá, Tomás. Una aclaración, je, el acento cordobés ni lo escuché, que recuerda leí un texto y la lengua es la misma (en especial en esta modalidad gráfica), pues hablamos el mismo idioma (claro que con su diferencias en lo que léxico se refiere). Igual vi el video presentación del autor en su página y lo pude entender de lo más bien.

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