viernes, 3 de abril de 2020

Una novelita escrita a 4 manos para gozar de corazón.

1. Preámbulo.

    Durante muchos años el llamado Rey del Terror, Stephen King (el “Tío Steve” para los amigos y/o seguidores acérrimos, como este humilde servidor suyo) se dedicó casi en exclusiva a publicar sus numerosas obras, entre cuentos, novelettes y novelas, en solitario.  No obstante, en plena época de sus obras más clásicas, años ochenta (bueno, también hay que considerar la década anterior), se unió a su amigo y colega Peter Straub para escribir esa joyita de la fantasía oscura juvenil (que no sé si estoy 100% en lo correcto para tildarla de esa forma) que es El Talisman (1984).  Pasaron años para que volviera nuestro autor a cooperar con otro artista, en lo de escribir una nueva obra y ello fue una vez más junto a Straub, con quien nos dio una obra aún más sorprendente, ya que se trataba nada menos que de la continuación del libro recién mencionado, retomando a su protagonista ahora adulto y más encima conectando la trama con su saga de La Torre Oscura, que por aquellas fechas estaba por terminar (si bien aún luego de sacar el séptimo tomo de los títulos centrales, publicó dos piezas más de sus personajes); me estoy refiriendo a Casa Negra (2001).
    Luego en 2005 se dio el gusto King de sacar un libro sobre una de sus mayores pasiones, el beisbol, el cual redactó junto a Stewart O'Nan, ¡Campeones mundiales al fin!: Cómo los Medias Rojas lograron ganar la serie del 2004 (Faithful: Two Diehard Boston Red Sox Fans Chronicle the Historic 2004 Season, 2005) y definitivamente el único libro, hasta ahora, que no leería de mi autor favorito (en contra de lo que pensaba antes, que de él me leería hasta la lista del supermercado y que para nada me interesa un deporte que en Chile ni se juega, además de que me aburren las actividades físicas de este tipo).  En 2012 volvió a unirse con O´Nan, al coescribir un relato de ficción, al que titularon Un Rostro en la Multitud, texto que se publicó originalmente de forma electrónica.
      A partir de entonces, parece que le tomó el gusto a eso de cooperar de ese modo con algún colega suyo y siendo el siguiente de sus compañeros de escritura, nada menos que su hijo Joe Hill, ya convertido por sí mismo en un artista con fama, fortuna y talento propios; es así que Throttle es una novela corta, coescrita por ambos para la antología Él es Leyenda (2009) y en la cual varios autores consagrados de la narrativa de terror y de ciencia ficción homenajearon al maestro Richard Matheson, al escribir historias inspiradas en varios de sus clásicos (luego esta obra fue adaptada al cómic).  Posteriormente en 2012 sacaron En la Hierba Alta, un duro relato de horror sobrenatural que fue adaptado el año pasado por Netflix, si bien con irregulares resultados.
     Y al parecer le agradó bastante trabajar con uno de sus hijos a ese nivel, puesto que en 2017 sacó una nueva novela, esta vez realizada junto a su hijo Owen King y aunque  este no célebre como Joe Hill (el cual, a diferencia de Owen, decidió comenzar a publicar con pseudónimo para demostrarles a otros su propio talento y alejarse de ese modo de la sombra de su padre).  Fue así que salió al mercado Bellas Durmientes, que tuvo muy buena acogida (aunque no dejo de preguntarme, si en realidad dicho libro fue algo proyectado para disparar la carrera de este retoño suyo, hasta entonces conocido solo dentro de un pequeño círculo en su país como escritor). 
     Y es ahora cuando llegamos al libro que ahora nos reúne, La Caja de Botones de Gwendy (2017), una novela corta o novelette coescrita junto a su amigo de años Richard Chizmar…



2. ¿Y quién es Richard Chizmar?

     Tal como pasó con Owen King, quien sin duda hoy le debe su fama mundial a su padre, sin dudas, hasta antes de la publicación del libro que hoy revisamos solo los “Lectores Constantes” y conocedores en profundidad de la vida y obra del Tío Steve, sabíamos sobre esta persona.  Y es que Richard Chizmar (Estados Unidos, 1965) es el dueño de una pequeña, pero importante editorial gringa especializada en sacar ediciones limitadas, de lujo y hermoseadas, de libros de autores como Stephen King: o sea, obras de terror, entre novelas, antologías y colecciones de cuentos de escritores contemporáneos, como clásicos.  Se trata, además, de ediciones firmadas por sus autores y numeradas, con ilustraciones exclusivas hechas por artistas de renombre, encuadernadas y con otras características de lujo.
     Como ya llevaba tiempo junto al resto de su empresa, sacando estas versiones de lujo de los libros del Maestro del Terror (uno de los principales nombres de su catálogo), era obvio que sus relaciones comerciales tan estrechas, los acercaran a tener también una férrea amistad.  Por otro lado, su interés en la narrativa de horror, también llevó a Chizmar a incursionar por su cuenta en la narrativa, llevando a escribir varios cuentos y unas cuantas novelas que lo hicieron reconocido por la crítica especializada, al punto de ganar varios premios de rancia alcurnia, como el Mundial de Fantasía en dos ocasiones.  


 3. El argumento.

     La novela nos lleva de nuevo a esa mítica ciudad pequeña y donde está claro ese viejo adagio de “Pueblo chico, infierno grande”, llamado Castle Rock; el mismo lugar donde King ha ambientado algunas de sus obras clásicas más famosas, tales como La Zona Muerta y Cujo, entre cuentos y novelas.  Es así que empezando la historia a finales de los setenta, nos cuenta las vicisitudes de la pequeña de doce años Gwendy Peterson, una chica vivaz, pero acomplejada por una al parecer incipiente gordura.  Un día la chica se encuentra con un misterioso hombre vestido de negro y con quien temerosa, aunque intrigada, entabla conversación no habiendo nadie más a su alrededor.  El sujeto le regala una caja muy especial, la cual entrega a su dueña unos regalos que ningún objeto “normal” podría dar y de ese modo la vida de nuestra protagonista comienza a cambiar considerablemente.  Años pasan mientras Gwendy tiene consigo ese artículo mágico, hasta los primeros años de su adultez.
     Detrás de esta historia emotiva e inquietante, encontramos una honda reflexión acerca del poder que tienen los deseos, los cuales muchas veces nos llevan a sacar a flote la oscuridad que habita en nosotros y llevándonos a tomar las peores decisiones, por el hecho de albergar con tantas ansias apetitos inconfesables.  La caja de botones de Gwendy es, entonces, una alegoría a los vicios tales como la drogadicción y el alcohol, lo que bien se puede observar por la dependencia a la que llega la muchacha.  Se habla de “premios” y/o satisfacciones que le otorga el susodicho objeto a la protagonista, haciéndole la vida más fácil; no obstante, este artefacto tiene su propia manera de cobrar los beneficios que da, tal como ocurre con las mencionadas adicciones y otras.  De igual manera, podríamos hallar paralelos con el materialismo y la vanidad, por cuanto la “dichosa” caja de botones acentúa en la joven estos rasgos y ello a medida que va usándola con cierta constancia para conseguir sus beneficios. 
     Interesante, resulta ser que en ningún momento Gwendy se vuelve una “mala persona”, al contrario, siempre mantiene cierto grado de belleza interior; sin embargo, tal como queda demostrado a lo largo del libro, lo que llega fácil, se va fácil y la única manera de que nuestras posesiones tengan verdadero valor para uno y trascienda en nuestros recuerdos, es si ellos son fruto de nuestro esfuerzo.
     En efecto detrás de todo esto hay una fuerte carga moral, donde la culpa y el arrepentimiento toman un papel determinante en la trama, ya que como sucede en las obras más clásicas del género de terror, nuestros actos traen consecuencias y ellas en este tipo de ficcione,s pueden ser tanto o más pesadillescas que en la vida real.   En cierto sentido, estamos frente a lo más parecido a un cuento de hadas para adultos, puesto que todo comienza cuando Gwendy aún es una niña pequeña; quien como muchas heroínas de los viejos textos, recibe un regalo maravilloso, lo usa a su entera satisfacción y ello se convierte en una razón para obtener una verdadera lección de vida (o un castigo, si lo vemos de la manera menos amable.  Al final la moraleja no deja de estar presente, elemento primordial en este tipo de obras, aunque tal vez nos falte en este caso la intervención de las fuerzas del bien (que no olvidemos es una historia de terror).
     La narración consigue mantenernos atentos a todo lo que pasa y va a pasar y bien podría considerarse un retrato costumbrista del cambio de las décadas de los setenta a los ochenta, visto a través de una chiquilla, si no fuera porque detrás de sus alegrías y penas, está ese elemento sobrenatural que en determinados momentos nos va a sorprender (y me saco el sombrero, cuando los autores juegan con cierto famoso hecho fatídico de la época, para relacionarlo con la historia que nos están contando). Por otro lado, el verdadero horror solo llega a manifestarse cerca del final, devolviéndonos al King que tanto amamos sus seguidores de tantos años y en lo que Chizmar sabe adecuarse muy bien.


4. Regalitos para el “Lector Constante”.

     Aparte de que el argumento transcurra en la citada ciudad de Castle Rock, debido a la época en la que sucede este, se menciona a un recordado personaje de las historias de antaño de tal lugar, el sheriff Bannerman; por otro lado, tenemos a un personaje de apellido Desjardin…¿Quizás pariente de la amable profesora que aparece en Carrie?.  Pero es en la figura de extraño hombre con el que se encuentra la protagonista, Richard Farris, al cual podemos reconocer nada menos como a un avatar de Randall Flagg, el villano arquetípico de las novelas de Stephen King; recordemos que este tiene la capacidad de moverse entre mundos, usando por lo general un nombre con las iniciales R y F (cabe mencionar, además, que  apareció por primera vez en la versión original de The Stand- en español traducida como La Danza de la Muerte- y que luego lo usó King para sus novelas de La Torre Oscura, como en su fantasía épica juvenil Los Ojos del Dragón).  No obstante, esta versión de su antagonista es al parecer bastante distinto a sus otras manifestaciones, puesto que su conducta difiere mucho a como lo habíamos visto antes…Sin embargo, es mejor que los conocedores de la bibliografía del Rey del Terror, que no han leído aún este texto, lo descubran por su cuenta.

5. Para terminar.

    Cambié este libro por otro del mismo Tío Steve, cuando me regalaron para mi último cumpleaños un título suyo que ya tenía (eso sí, tuve que pagar una diferencia en dinero, aunque era poquita y valía la pena el desembolso).  No tenía pensando leerlo aún, luego de que mi primera lectura literaria de este año fue la Trilogía de Bill Hodges, no obstante, una alumna escogió esta novelita como lectura para el primer trabajo de este año y como no quería que me hiciera spoilers, me dispuse a dedicarme a ella antes de recibir su trabajo. 
     Es cortita, de poco más de 170 páginas, con letra grande y con ilustraciones en blanco y negro (aunque estas no me gustaron, puesto que las encontré demasiado minimalistas y que no logran sintetizar los pasajes del libro, pecando de “artísticas”).  A Chile llegó en una preciosa edición en tapa dura, con sobrecubierta y a precio accesible.
      Por otro lado, mi hizo interesarme en la obra en solitario de Richard Chizmar y espero ojalá tener pronto la oportunidad de leer algunas de esas historias… ¿Estará al menos un par de sus cuentos en español?
      Recién me enteré, investigando en Internet, que Chizmar escribió una continuación y que se llama Gwendy´s Magic Feather; a ver si llega por estos lares en la lengua de Cervantes y pronto.
      Ojalá se animen en adentrarse en las páginas de este libro, que es fácil de llevar y yo lo dosifiqué en 3 noches más o menos, menos de un par de horas por sesión, aprovechando la cuarentena del Coronavirus, je.

2 comentarios:

  1. Elwin... muy buen análisis, no tengo mucho más para agregar. Una novela corta y de lectura rápida, algo que a veces viene muy bien. Visto que la secuela está siendo publicada en varios países, es muy probable que llegue a publicarse en castellano. Y seguramente habrá un tercer libro, aunque todavía no sabemos si será King-Chizmar o solo Chizmar.

    Saludos
    RICARDO

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    Respuestas
    1. ¿Cuánto llevamos compartiendo nuestro aprecio por Steven King...unos veinte años? ¡Cómo pasa el tiempo! Y es que el Tío Steve (¡Larga vida al Rey!) no deja de sorprendernos con sus historias y es así como esta novelita vuelve a ser otra manifestación de su genialidad, sin menosprecio de Chizmar, y una razón de más para compartir con otr@s el gusto de su lectura.

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