lunes, 1 de agosto de 2011

Frankenstein a los Ojos del Siglo XX (parte 1).

                                   




    Famosa es la anécdota que originó la creación literaria de Frankenstein de Mary Shelley. Vacacionando en Ginebra, Suiza, la autora junto a su pareja, el poeta Percy Bysshe Shelley en Villa Diodati, como huéspedes de su amigo Lord Byron, disfrutó junto a estos de la lectura de una colección de cuentos folklóricos alemanes de aparecidos.
     Inspirados por las narraciones, surgió la idea de escribir cada uno de los presentes una historia similar. Aparte del cuento El Vampiro, originalmente atribuido al doctor Polidori (el otro miembro de aquel grupo en Villa Diodati), pero que al final se supo pertenecía a Lord Byron, sólo Mary Shelley supo responder a la propuesta. En 1817, un año más tarde a esta mítica reunión, publica su Frankenstein o el Moderno Prometeo.
    El subtítulo de la novela, hace mención a la mítica figura de Prometeo, titán inmortal que les entregó el Fuego de los Dioses a los hombres (que dentro de la mitología griega representaba la inteligencia y el conocimiento científico) y que fue condenado por Zeus, el padre de los dioses olímpicos, a estar encadenado a una roca para sufrir un terrible suplicio; hasta que Hércules lo liberó de las garras del ave que todos los días le comía las entrañas, las que cada 24 horas le volvían a crecer para extender su sufrimiento. Así en la novela de Mary Shelley el científico Frankenstein es un Prometeo sin las ataduras que retienen su saber.
    La génesis de esta obra contiene más de un dato de interés; el impacto literario y dentro de la cultura popular de la novela, también se pueden catalogar como algo de gran éxito. Si bien hoy en día no todo el mundo se puede jactar de saber quién escribió el libro, incluso de haberlo leído, al menos sí conoce la historia: Un científico crea a un monstruo de apariencia humana en base a pedazos de cadáveres; el ser se subleva contra su creador y lo mata. Así de sencillo es para el gran común de la gente, para quienes Frankenstein es el Monstruo, confundiéndose, fusionándose las figuras del científico Víctor Frankenstein, su creador, con la de la Criatura. Este fenómeno sobre tal confusión se abordará luego.
    Tal como se afirma en el párrafo anterior, la historia de Frankenstein, del científico y su monstruo, forman parte del conocimiento público. Al popularizarse la obra de Mary Shelley, más allá de los círculos literarios, con la versión fílmica de James Whale de 1932, con un joven Boris Karlof haciendo de un Monstruo totalmente idiota (siendo que el ser salido de la pluma de Mary Shelley era un superdotado, incluso se le podría tildar de filósofo), una seguidilla de adaptaciones cinematográficas, televisivas, de teatro, radiales, en cómics e incluso literarias serían inspiradas por el mito de Frankenstein. Así es como este último campo artístico y de expansión de la afamada novela romántica el que motiva a este artículo.
    Más de una novela y cuento han tomado para sí la narración en cuestión y le han seguido dando vida, tal como el mismo Víctor Frankenstein tomó pedazos de cuerpos sin vida y en un conjunto les insufló de existencia, extendiendo estas obras contemporáneas la narración original hasta los ilimitados recursos de la imaginación; otras veces, los autores se contentaron con sólo hacer de sí el tema del orgullo de Frankenstein de controlar la naturaleza, con los resultados desastrosos que la moralizante obra de Mary Shelley quiso dar, y proyectándolos a otros contextos. Otras veces, como ocurre en la novela La Fuerza de su Mirada, escrita en 1989 por Tim Powers, los artistas se interesaron en tomar prestada la fuerte imagen de aquella charla en Villa Diodati de estos personajes románticos y le dieron un cariz más ligado al mundo sobrenatural (para esto, vasta con recordar la película del británico Ken Russel titulada Ghotic de 1986, que también gira en torno a Mary Shelley y su pareja, Lord Byron y Polidori). Dentro del panorama literario, aparte de Frankenstein Desencadenado de Brian Aldiss, obra a la que se le dedicará la segunda parte de este artículo, cabe destacar la antología de cuentos Frankenstein Insólito recopilada por Leonard Wolfe y que contiene una serie de cuentos ligados a la novela de Mary Shelley, incluyendo además otra narración de Brian Aldiss sobre el tema.
   Así que este artículo pretende, a la luz de una novela de la segunda mitad del siglo pasado, analizar esta fascinación por la obra de Mary Shelley. Ver cómo un autor como lo es Brian Aldiss, trabaja el mito de Frankenstein, apropiándose de una historia que ya es patrimonio de la humanidad y pertenece al inconciente colectivo. Brian Aldiss homenajeó mayormente a Mary Shelley ambientando su novela en un mundo donde sí existieron realmente Frankenstein y su Criatura.
   Este texto está compuesto de dos parte, donde se trata específicamente cada novela: primero el Frankenstein de Mary Shelley, luego la novela de Aldiss. La idea es ver los temas caros a la narración de Aldiss que tienen estrecha relación con la novela de Mary Shelley. De este modo el ensayo es un trabajo comparativo entre la novela gestora del mito y la novela de Brian Aldiss, encontrando las intertextualidades entre ambas.

Frankenstein o la creación de un mito moderno.

    Cuando Mary Shelley escribe en el prólogo a su novela lo siguiente:

“(…) mi primera preocupación en este campo ha sido evitar los perniciosos efectos de las novelas actuales y presentar la bondad del amor familiar, así como las excelencias de la virtud universal. Las opiniones de los protagonistas vienen influidas, es lógico, por su carácter particular y por la situación en que se hallan; no han de ser consideradas como las mías propias. Del mismo modo no debe extraerse de estas páginas ninguna conclusión que pueda llegar a perjudicar doctrina filosófica alguna”.

afirma la independencia entre su novela y su propias convicciones ideológicas. Sin embargo la joven escritora, hija de un reputado filósofo, William Godwin, y de una mujer adelantada para su época como lo fue la feminista Mary Wolstonecraft, queriéndolo o no escribió una obra llena de sentido moralizante; una novela cuya connotaciones cuasi religiosas, a través del tema de las responsabilidades éticas de Víctor Frankenstein, ha servido para identificar los conflictos sobre lo que se puede hacer o no en la ciencia.
   Como artista e intelectual de principios del siglo XIX, Mary Shelley fue una fiel exponente del llamado Romanticismo. Para este movimiento cultural, la idea de la libertad llevada a todas sus dimensiones, con la consecuencia de una exacerbación de los sentimientos era algo que se manifestaba tanto en sus vidas, como en sus obras. Ello dio la justificación necesaria para que hombres y mujeres románticos fueran lo suficientemente apasionados como para exponer sin miedo, visceralmente, lo que sentían y se comportaran teniendo a su corazón como primera fuente de sus impulsos. No deja de estar presente en Frankenstein esta actitud frente a la vida. Así Víctor Frankenstein se siente impulsado a ir más allá de los conocimientos científicos de su época, tomando para sí los escritos de alquimistas como Cornelius Agripa, Alberto Magno y Paracelso (para entonces superados y menospreciados por los grupos científicos imperantes) y dándose las ínfulas necesarias para darse a la tarea de crear vida de la nada. De este modo, Frankenstein asume que es libre para hacer lo que quiera sin importarle mayormente lo que realmente pueda significar su empresa.
    Tal como los personajes de la mitología griega, y otras creencias religiosas, Víctor Frankenstein se otorga la calidad de dios creador, de demiurgo, para sobrepasar las leyes de la naturaleza. Como Ícaro y Dédalo, quienes con alas de cera buscaron llegar hasta el sol, como los forjadores de la Torre de Babel, que querían construir el edificio más grande del mundo hasta tocar las puertas del cielo, Frankenstein llega hasta el extremo de su soberbia. El orgullo de Ícaro y Dédalo fue aplastado cuando sus alas se derritieron con el calor solar, cayendo con gran estrépito; Dios molesto hizo derrumbarse la Torre de Babel; y Frankenstein, el padre de todos los modernos “científicos locos” encontró la perdición a manos de su propia Criatura. Es así como en esta situación del científico que se cree todopoderoso, al final en vez de conseguir la gloria, resulta castigado por su falta de ética profesional al profanar las leyes naturales. Entonces este científico obnubilado por su hambre de poder y conocimientos se convierte con la obra de Mary Shelley en un nuevo tópico literario que de ahora en adelante será caro a este tipo de obras. La ciencia ficción misma, que según Brian Aldiss nace con el libro de Mary Shelley, estará llena de ficciones que tratarán, recrearán y se inspirarán en la tragedia del doctor Frankenstein. Antecedentes sobre este tipo de personaje ya venían también con el Fausto de Goethe, que en el drama de este autor era un hombre tan inteligente como Frankenstein, seducido por el poder que le ofrece el demonio Mesfistófeles. El rabino de la leyenda del siglo XVI del Golem, también crea a un ser de la nada, aunque para ello utiliza métodos mágicos; como Frankenstein sus propósitos eran originalmente buenos (“El camino hacia el Infierno está lleno de buenas intenciones” dice un dicho), más sin embargo se ve obligado a destruir al ser cuando éste se convierte en un peligro para la seguridad de los inocentes.
    Brian Aldiss llama a Víctor Frankenstein en su novela “precursor de la Era de la Ciencia” y luego expone:

“La naturaleza necesitaba ser enmendada y enmendarla era la misión del hombre. ¿Y esa manía no había sido transmitida como un virus a cada uno de sus semejantes en sucesivas generaciones?”.

   Para tener más claro el sentido moralizante de la narración de Mary Shelley, aunque más bien es un texto que invita más a la reflexión que a una simple didáctica a diferencia de las fábulas, basta con tener claro las siguientes palabras de Frankenstein a Robert Walton en la novela:

“Anhela el conocimiento y la sabiduría como lo hice yo durante muchos años y deseo ardientemente que el cumplimiento de sus proyectos no sea, como para mí, semejante a una serpiente venenosa . No sé si el relato de mis desgracias tendrá para usted alguna utilidad, pero como creo que sigue un sendero igual que el mío, arriesgándose a peligros idénticos a los que han hecho en mí lo que soy ahora, creo que podrá extraer de mi historia alguna experiencia que pueda serle útil si el éxito le sonríe, o en caso contrario, pueda consolarle en su fracaso”.

    Así como Víctor invita al osado Walton a desistir de su quijotesca empresa de encontrar una nueva ruta al Polo Norte, Mary Shelley convida al lector a meditar sobre la ciega pasión humana. La ciencia ficción es un género que basa su cualidad y calidad en la extrapolación de la realidad. En otras palabras lo que hace es llevar un tema a otro contexto, cambiarlo lo suficientemente en apariencia, aunque no en el contenido, para abordarlo de una forma más objetiva (verlo desde fuera). Así en el mito de Frankenstein el tema que se trata es el de la soberbia humana y los resultados nefastos que trae esta actitud tan típica de la especie humana. Los primeros hombres en la Tierra que quisieron ser como dioses fueron Adán y Eva, según la creencia judeocristiana, quienes comieron del Fruto Prohibido del Árbol de la Ciencia y fueron expulsados del Paraíso.          He aquí que en este primigenio relato ya se vislumbraba el efecto que provoca en la humanidad la tentación por el poder del conocimiento. Sobre esta situación, Víctor Frankenstein es un símbolo de la ciencia que se atreve a sobrepasar los límites establecidos por la llamada “bioética”. Posteriormente en la vida real, tras una serie de llamados “Mad Doctors” literarios y cinematográficos y de los numerosos personajes míticos con sus características, se hablará de personajes como el médico nazi Joseph Mengele (quien experimentó cruelmente con los prisioneros judíos en los campos de concentración). De este modo Frankenstein está en nosotros mismos.
    Respecto a lo anterior dice el escritor estadounidense de origen ruso Isaac Asimov en el prólogo a la colección de cuentos Frankenstein Insólito:

“Casi podemos llegar a convencernos de que hemos usurpado los poderes divinos de la creación, o al menos los hemos tomado a préstamo para establecer nuestro propio dominio de la naturaleza; (…) somos lo bastante listos para utilizar esos poderes, pero no lo bastante sabios para controlarlos”.

    Aparte de la osadía del científico ginebrino de convertirse en un nuevo dios, está su falta de paternalismo a la hora de reconocer su responsabilidad para con su creación. Apenas “nace” la criatura, horrorizado Víctor Frankenstein por su acción (avergonzado), decide destruir al ser. Ha traído a la vida a un individuo único, a un ser pensante y sensible que luego le recriminará sus actos y faltas, sus omisiones como gestor. He aquí otra debilidad del personaje que se repetirá en obras posteriores, donde se ve cómo los hombres poderosos no son capaces de asumir sus obligaciones con lo que han hecho y provocado. Es este dilema otro aspecto de gran carga moral en la obra de Mary Shelley; luego resulta difícil no simpatizar con la Criatura, cuando se siente sola y desamparada por haber sido arrojada al mundo sin la posibilidad de afecto, ni comprensión (relegado al olvido y convertido en un paria). Y es tal como asegura la propia Mary Shelley en su Prólogo al referirse a “la bondad del amor familiar” que por esta falta de Víctor Frankenstein, al negarle a la Criatura la posibilidad de contar con el amor de una familia, que queda más claro que nunca la importancia de esta institución. Como Frankenstein no asume su papel como padre, su castigo es mayor, puesto que difícilmente en una sociedad occidental moralista como en la que le toca vivir a la autora del libro, puede quedar impune tal ingratitud. En esta falta de vida familiar entre Víctor Frankenstein y su Criatura, se contrasta la feliz e idílica familiaridad entre Víctor, sus padres, hermanos e incluso empleados y amigos… todo hasta que la mácula que es la Criatura llega para quitarle todo lo que hace feliz al científico, todo lo que su padre le negó. Uno a uno de sus miembros les es arrebatado a Víctor, pues la Criatura actúa como un ángel vengador salido casi del Antiguo Testamento, citando al Milton de El Paraíso Perdido, una de las lecturas de cabecera del Monstruo.
    En cuanto a la Criatura misma, es un ser complejo e inolvidable. Su soledad y dolor, y luego la pasión de su odio destructor es símbolo de las fuertes emociones románticas que durante la primera mitad del siglo XIX clamarán por un espacio en el mundo. Resulta irónico que con los medios de comunicación masivos del siglo XX, con la gran interpretación de Boris Karloff (y que luego se repetiría en las continuaciones de la Universal, como en los sangrientos filmes de los sesenta y setenta de la productora de cine inglesa Hammer), la gente se haya quedado con la imagen de una Criatura estúpida e infantil. En cambio la verdadera Criatura, la de la novela y la de adaptaciones de finales del siglo XX, contaba con una mente privilegiada capaz de convertirse en la digna Némesis del científico. Por esta misma razón el Monstruo se identifica con el Lucifer de El Paraíso Perdido de John Milton, quien al ser un ente “casi” perfecto, se siente ofendido por la ingratitud de su creador. La Criatura es capaz de sentir afecto, compasión, soledad, ira, de reflexionar sobre la existencia y sus vicisitudes, de soñar y lamentarse: toda una gama de sentimientos que demuestran su calidad como individuo con el derecho a existir. Es cierto que su aspecto no es humano, pero al menos es humanoide y su inteligencia es abrumadora (es un ser sensitivo).

“Debiera ser vuestro Adán y, sin embargo, me tratáis como al ángel caído y me negáis, sin razón, toda felicidad (…). Yo era bueno y cariñoso. Los sufrimientos me han convertido en un malvado. Concededme la felicidad y seré virtuoso”.

Dice la Criatura a Frankenstein.
    Debido a que se le creó en un laboratorio, por medio de métodos científicos, se le puede considerar lo que hoy se llama inteligencia artificial. Es una entidad creada de forma “no natural”, hecha por la mano y el ingenio del hombre, con mentalidad propia e inteligencia sofisticada. Es una nueva especie sobre el planeta, que posee instintos de supervivencia y que exige su derecho a seguir viviendo. Es lo que posteriormente se introducirá con la obra teatral de los hermanos checos Kapeck bajo la imagen del robot y que ya en una obra suya como RUR (1921) muestra cómo los adelantos científicos se van contra su creador. Los robots, palabra que en el idioma polaco de sus autores significa “esclavo”, son creados para trabajar como obreros en una fábrica; sin embargo se sublevan producto de los abusos a los que están sometidos y destruyen a los humanos. He aquí el germen de una paranoia por los resultados devastadores de la ciencia y la tecnología (que se acentuará con las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki), plasmándose en la ciencia ficción de principios del siglo pasado; hasta la introducción de las llamadas Leyes de la Robótica, creadas por el propio Isaac Asimov para sus cuentos y que se constituyen en un mecanismo de protección al programarlas en los robots, de modo que no atenten contra la vida de los seres humanos. Y en cuanto a que la Criatura es un ser sui generis, tiene muy clara su naturaleza (por esta misma razón le pide a Frankenstein una hembra, ya que no le queda otra para compartir su inmensa soledad).
    Con respecto a la confusión de la gente sobre el nombre de la Criatura y el del científico Víctor Frankenstein (puesto que es común llamar como “Frankenstein” al Monstruo), esto puede atender a más de una razón, aparte de la ignorancia y simplificación de la novela por parte del vulgo:

a) Padre (Frankenstein) e hijo (Criatura), si bien no comparten la misma carne, ni la misma sangre, sí mantienen una relación de parentesco estrecha. Víctor lo trajo al mundo, usando sus conocimientos e inteligencia. La Criatura heredó de éste su inteligencia o al menos sus habilidades, no obstante el proceso científico para ello no se explica en la novela. Padre e hijo se confunden, puesto que los hijos son la continuación de sus padres y como se dice en la película de Superman (1978) de Richard Donner: “El Hijo se convierte en el Padre y el Padre en el Hijo”.

b) La Criatura de algún modo representa el inconciente de Frankenstein, su Ello, puesto que es capaz de hacer todo lo que su creador no puede, ya que las convenciones sociales a las que está sometido Frankenstein no le son imprescindibles. Tanto para Frankenstein como para la Criatura existe el libre albedrío, pero Frankenstein dirige sus impulsos motivado primero por el deseo de poder y la curiosidad, luego por la culpa y el odio; en cambio a la Criatura lo mueve una intensidad emocional más fuerte: la ira. La Criatura no tiene duda en el actuar, mientras que Frankenstein vacila en sus decisiones. La Criatura es entonces la superación de las debilidades humanas, físicas y morales, de su padre. En La Fuerza de su Mirada se describe a la Criatura como a “un gemelo temible que estaba destinado a terminar con las vidas de todos aquellos que amaba”. Es la Némesis de las tragedias griegas y de los cómics de superhéroes, que impulsan a los protagonistas a esforzarse por ser mejor en lo que hacen (en el caso de Víctor, a destruir a la Criatura) durante el conflicto . La Criatura es el Dopelgänger de los alemanes.
    El popular escritor de novelas y cuentos de ciencia ficción, Isaac Asimov, en su libro Sobre la Ciencia Ficción, afirmó en uno de los ensayos que componen el volumen:

“Todavía llamamos a cualquiera que es destruido por sus propios acto <<un Frankenstein>>, y a esos actos <<un monstruo de Frankenstein>>”.

    En el ensayo que justamente se titula La Primera Novela de Ciencia Ficción le da tal honor a la novela de Mary Shelley, a quien también llama la primera escritora del género, si bien también se la puede calificar como a la “Madre” de la ciencia ficción.

3 comentarios:

  1. Volvere a leer Frankenstein, y luego releere aca, hay cosas que me llamaron mucho la atencion del libro...curiosidad + poder = vanidad?

    ResponderEliminar
  2. es todo esto my interesante, y me deja un poco en claro la confusion que tiene la gente con respecto a nombrar como frankestein como al monstruo, aunque estariamos aplicando mal el concepto si lo llamamos monstruo, ya que permiteme corregirte, un ser sensible no puede razonar, como en el cazo de los animales, no pueden hacer una reflexion valorica de algo, esta criatura por lo que comprendí, si podia llevar a cabo dicha accion.

    Además como hablamos de la primera novela de ciencia ficción, nos dmos cuenta que esta historia ha servido como referente para muchas otras obras, ya sean o no de culto, como por ejemplo astroboy, o la misma pelicula "inteligencia artificial".

    Otro punto que a mi parecer me resulta paradogico es el siguiente, supongamos que alguien puede crear vida como lo hizo frankestein, creo a un ser pensante por medio de la inteligencia y la ciencia, como humanidad estariamos evolucionando, pero a la vez crearia tanta repercución que la gente lo vería como un mosntruo, así como la vision que tiene la sociedad frente a la criatura de la novela, entonces, a lo que quiero llegar es que cientificamente estariamos subiendo la escala, pero como humanos al rechazar tal creacion estariamos decayendo, ¿no resulta paradogico? puesto que es una criatura que tambien quiere vivir.

    atte. fabian ibarra

    ResponderEliminar
  3. Amigo mío, el Monstruo de Frankenstein, también conocido como "La Criatura" (de hecho no sé cómo le llama originalmente Mary Shelley en su libro, si Monstruo o Criatura) recibe como nombre esta designación peyorativa simplemente debido al miedo del ser humano ante lo desconocido, extraño y diferente a nosotros; es por todo esto que dicho ser pensante y sensible arrastra consigo el rechazo, ya que siempre la figura del "otro", el distinto a nosotros, ha cargado a lo largo de la historia real (y ficticia) con esta triste suerte. Espero con estas palabras completar un poco tus inteligentes comentarios de siempre.

    ResponderEliminar

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...