sábado, 14 de julio de 2018

El viaje antes del viaje.


     El tercer libro de la pentalogía de ciencia ficción del Retorno de Orson Scott Card, recibe el nombre de Las naves de la Tierra.  Su nombre se refiere justamente a las máquinas que llevarán a los protagonistas hasta su nuevo hogar, como también a que en un mundo en el cual los seres humanos ya no manejan tecnologías de este tipo, aún se mantienen a resguardo del resto de la gente en el planeta Armonía, los vehículos que hace millones de años trajeron a sus antepasados a este lugar… ¿Cómo es posible esto último? Mejor es descubrirlo junto a Nafai casi al final de la novela, ya que en contra de lo esperado al llamarse así esta obra, estas nunca aparecen en sus páginas, pues se supone que el viaje especial solo se inicia en la siguiente entrega.  Pero no por ello este tomo deja de ser atractivo y otra muestra del genial talento de su autor, si bien se podría decir que en lo que va de la serie, es el menos logrado o el que menor cantidad de grandes emociones posee; en cierto sentido,  se trata de una novela que sirve como nexo a lo que viene, una preparación para aventuras más extraordinarias y que es necesaria para consolidar la comunidad que se creó, cuando los personajes abandonaron Basílica en busca de la “Tierra Prometida”.
     Es así que la novela sigue a los personajes a través de su viaje por el desierto, permaneciendo durante periodos en lugares precisos, hasta llegar al lugar en el cual por fin se asentarán por años (casi una década) antes de partir de una vez a las estrellas.  Mientras sucede todo, el grupo de los elegidos por el Alma Suprema se mantiene cerrado en sí mismo, sin contacto con otros humanos.  No obstante es debido a este importante detalle, que comienzan a surgir (otra vez) los conflictos entre sus miembros: los partidarios del plan de la inteligencia artificial, apoyando a Nefai y, en contraposición, aquellos que aún se resisten al plan de viajar hasta la Tierra.  Queda de manifiesto, entonces,  que el Alma Suprema no ha elegido por completo a los más virtuosos para cumplir con sus propósitos, lo que a partir de esta entrega es más evidente que nunca.
     El conflicto entre los “buenos” de la historia y los “villanos” (que como es habitual en las obras de Orson Scott Card, están humanizados), toma ribetes religiosos y/o arquetípicos, al mostrarnos las rencillas entre hermanos, donde el desprecio hacia el hijo menor y más virtuoso, por parte de sus celosos hermanos mayores, nos recuerda textos bíblicos tales como las narraciones de Caín y Abel, Moises y Josué; de este modo, los pesares por los que pasa el elegido de la “divinidad”, que viene a ser Nafai, al enfrentarse una y otra vez a las mezquinas acciones de sus dos hermanos mayores, no dejan de otorgarle a esta ficción más moderna ribetes épicos y míticos, en algunos de los momentos más emocionantes de la saga.  La dulzura y compasión de Nefai, quien no es alguien perfecto, pues duda en más de una ocasión de sus propias capacidades y puede resultar demasiado blando contra la perfidia de los demás, contrasta con la maldad de Elemak y Mebbekev, el primero rencoroso y soberbio, mientras que el segundo es nada menos que un rastrero cobarde.  Imposible que el lector no tome partido por el ingenuo héroe, que ahora ha tomado el papel principal en la narración.
    Siguiendo con la línea que acerca esta obra cada vez más a los relatos religiosos y/o bíblicos, se encuentra el hecho de que ahora Nafai y su esposa Luet, mantienen una relación más cercana con el Alma Suprema.  Es así que ambos ahora conversan “mentalmente” con la entidad, la cual incluso ha llegado a evolucionar a tal punto, de llegar a bromear con ellos y a tener una especie de complicidad.  Si se toma en cuenta lo misteriosa que era la IA en el primer libro y nos detuviéramos en cómo ha ido evolucionando la relación con la criatura, que antes consideraban un dios, es posible encontrarse con otro giro interesante en la narración.  Por otro lado, para quienes hayamos leído y gozado de la saga de Ender, inmediatamente resulta difícil no comparar ambas sagas del mismo autor, que el protagonista de dicha space opera de igual manera tiene una IA de amiga.

     “Nafai montaba guardia como de costumbre, conversando con el Alma Suprema. 
      Ahora era más fácil que al principio, cuando él e Issib prácticamente le habían obligado a hablarles. Ahora podía articular pensamientos con la mente, como si los pronunciara en voz alta, y luego, sin esfuerzo, sentir las respuestas del Alma Suprema. Le llegaban como si fueran sus propios pensamientos, de modo que a veces le costaba distinguir entre las ideas del Alma Suprema y las propias; por cierto, a menudo repetía sus preguntas, y el Alma Suprema, como era un ordenador y por tanto nunca sentía prisa, repetía las respuestas todas las veces que él deseara. 
     Esa noche, como estaba de guardia, primero preguntó al Alma Suprema si había algún peligro en las cercanías. 
     (Un coyote, siguiendo el rastro de una liebre.) 
     No, quise decir peligro para nosotros, dijo Nafai en silencio. 
     (Los mismos bandidos que te mencioné antes. Pero oyen ruidos en la noche, y tiemblan escondidos en una cueva.) 
      Disfrutas haciéndoles esto, ¿verdad?, preguntó Nafai. 
      (No, pero percibo tu deleite. Esto es lo que vosotros llamáis un juego, ¿verdad?) 
      Se parece más a lo que llamamos una jugarreta. O una broma. (Y a ti te encanta ser el único que está enterado de lo que hago.) Luet lo sabe. (Por cierto.) ¿Algún otro peligro? (Elemak trama tu muerte.)”

     Recordando una vez más la primera parte de esta saga, no se puede olvidar el elemento erótico presente en dicha obra y que sorprende si se considera el resto de la bibliografía de su autor…Pues en esta tercera parte nos encontramos nada menos que con… ¡Una escena de sexo! Claro que este fragmento corresponde a una muy especial, ya que sus protagonistas son más encima una pareja de adolescentes.  Un episodio como este podría considerarse un tema tabú, hasta cierto punto, ya que no olvidemos que estamos frente a un autor enormemente religioso; pero tampoco se puede olvidar, de que por mucho de que se trate de un libro de ciencia ficción, no por ello posee elementos realistas, pues de que hay menores que comienzan su vida sexual a temprana edad, eso es algo que todo el mundo sabe hoy en día.  Por otro lado, tal como suceden las cosas en esta serie, es necesario que nazcan nuevos humanos para luego poblar la Tierra, que siempre han habido sociedades en las que gente muy joven contrae matrimonio y tiene descendencia… ¿Y quiénes son los dos “adelantados” en este caso? Pues nada menos que Hushidh e Issib, siendo este último el hermano menor lisiado de Nafai, más encima; así que con mayor razón este momento resulta ser interesante, que con ello también queda de manifiesto que la plenitud no se niega a nadie.
     Tal como ya habrá quedado  con lo expuesto más arriba, la familia de Volemak solo se tiene a sí misma (y al Alma Suprema, que no es poca cosa) durante su periplo en el desierto.  Acercándose al final llegan a un sitio más boscoso, en el que se llegan a quedar unos 9 años.  Por intervención de la IA nadie se cruza con ellos, en lo que a otros humanos se refiere y, sin embargo, sí entran en contacto con una comunidad diferente: una tribu de mandriles. Desde la primera novela se les mencionó, no obstante en esta ocasión llegamos a conocerlos en profundidad y de este modo es posible reconocer que sus costumbres atienden más bien a una especie de cultura. Por lo mismo, las intervenciones de estas criaturas no solo resultan curiosas, sino que le dan a la lectura un nuevo rasgo interesante, al incorporar dentro de la saga un tema caro a la ciencia ficción: el encuentro con otras razas inteligentes…El detalle está en que esta especie no es autóctona del planeta Armonía, sino que llegó a dicho lugar con los humanos en sus naves; no obstante acá vemos que tras millones de años en Armonía han evolucionado y la mejor prueba de ello viene a ser un singular miembro de esta especie llamado Yobar.

     “Luet llevó el melón hasta donde Yobar pudiera verlo. Luego, volteándose despacio para no asustarlo, lo partió contra una roca. 
     Como ella esperaba. Yobar saltó hacia atrás, alarmado. Cuando vio que Luet no tenía miedo, se acercó a investigar. Ahora Luet pudo mostrarle lo que quería: el secreto que habían ocultado tan celosamente a los mandriles todo ese año. Cogió un fragmento carnoso y comió ruidosamente. 
      El ruido atrajo a los demás, pero fue Yobar —como Luet esperaba— quien siguió el ejemplo y se puso a comer. No hacía distinción entre la pulpa y la cáscara, y parecía disfrutar de ambas por igual. Cuando estuvo lleno, se puso a saltar y a parlotear hasta que los demás —sobre todos los machos jóvenes— se aventuraron a probar la fruta. 
      Luet retrocedió despacio y se marchó. 
      Oyó pasos a sus espaldas. Miró hacia atrás y vio que Yobar la seguía. No lo había esperado, pero Yobar siempre la sorprendía. Era muy curioso e inteligente, aun entre animales cuya inteligencia no distaba mucho de la humana, y cuya curiosidad y afán de aprender a veces era mayor.”


     En el primer libro aparece por primera vez el archivero del villano Gaballufix, de nombre Zdorab y quien está destinado a ser la pareja de la genetista Shedemei, siendo estos dos los únicos del grupo que no mantienen lazos de sangre con el resto.   No obstante solo recién en este tercer libro el personaje toma importancia y se convierte en alguien interesante y complejo.  Sin ánimo de querer caer en el maldito spoiler, este guarda un gran secreto: es homosexual, lo que en la sociedad ficticia en la que había vivido hasta entonces, era claramente una desviación y por ello algo condenable.  Es en todo esto y en cómo se desarrolla al personaje, que llama la atención que un autor al que se le ha acusado de homofóbico y que ha declarado públicamente estar en contra del matrimonio entre personas del mismo sexo, lo retrate de una manera tan natural, sin emitir juicios condenatorios y más encima dándole sus propios rasgos de heroísmo.  Frente a la decisión de tener alguien como Zdorab entre los secundarios, quien tiene varios momentos de gloria en esta novela y en la que le sigue, cuesta creer que Card sea tan homofóbico como pareciera en primera instancia (además, cabe recordar que su hermosa novela Maestro Cantor, tiene como protagonista a un gay y el que más encima mantiene una relación amorosa con un hombre mayor que él).  Por otro lado, el personaje permite abordar un aspecto bastante atractivo acerca del amor, acercándolo a las grandes historias trágicas y al tema del autosacrificio, en pro de quien se ama.  No diré más al respecto, que la idea es descubrir por uno mismo todas las maravillas que nos deparan Zdorab y el resto de los protagonistas de esta recomendable saga.

    “Shedemei nunca se había sentido tan carente de atractivos. Era absurdo. Minutos atrás despreciaba tanto a ese hombre que habría sentido repulsión si él hubiera manifestado el menor interés sexual. Pero él ya no era el mismo hombre, sino una persona mucho más interesante, una persona dotada de inteligencia y voluntad, y aunque Shedemei no se sentía precisamente enamorada ni desbordante de pasión, ahora lo respetaba de un modo que volvía dolorosa esa indiferencia. 
     Otra herida en el mismo lugar, abriendo las viejas y frágiles cicatrices: nuevamente sangraba de vergüenza, por ser una mujer que ningún hombre deseaba. 
     —No estás prestando atención —dijo Zdorab. 
     —Perdón. 
     Él no respondió. Shedemei abrió los ojos. Zdorab la estaba mirando. 
     —No es nada —dijo ella, enjugando la lágrima que le colgaba de las pestañas inferiores—. No quise distraerte. ¿Podemos comenzar de nuevo? 
     Pero él no volvió a mirar el índice.
      —No es que yo no te desee a ti, Shedemei. 
     ¿Qué, su corazón estaba tan desnudo, que él podía ver a través de sus simulaciones y descubrir el origen de su dolor? 
      —Es que no deseo a ninguna mujer. Ella tardó un instante en comprender. Luego se echó a reír.
      —Eres un zhop
      —En verdad ésa es una antigua palabra que designa el ano —murmuró Zdorab—. Algunos se ofenderían si los llamaran de ese modo. 
      —Pero nadie lo adivinó. 
      —He procurado que nadie lo adivinara —dijo Zdorab—, y al confesártelo pongo mi vida en tus manos. 
      —Oh, no es para tanto —dijo ella.
       —Dos amigos míos fueron asesinados en Villa del Perro. 
      Villa del Perro era el lugar de Basílica donde vivían los hombres que no tenían mujer, pues era ilegal que un varón solo viviera o pernoctara dentro de las murallas de la ciudad. 
      —Uno fue atacado por una turba, porque habían oído el rumor de que era un zhop, unpeedar. Lo colgaron por los pies de la ventana de un piso alto, le cortaron los genitales y lo remataron a puñaladas. El otro fue engañado por un hombre que fingió ser... uno de nosotros. Lo arrestaron, pero camino a la cárcel sufrió un accidente. Fue un accidente rarísimo, además. Trató de escapar, pero tropezó, y al caerse se atragantó con sus propios testículos, tal vez ayudado con el mango de una escoba o de una lanza, y se asfixió antes que nadie pudiera ayudarle. 
     —¿De veras hacen esas cosas? 
     —Oh, lo entiendo muy bien. Basílica era un lugar muy difícil para los hombres. Tenemos la necesidad innata de dominar, pero en Basílica debíamos resignarnos a no tener ningún control, salvo por intermedio de una mujer. Los hombres que vivían extramuros, en Villa del Perro, estaban calificados como chusma, hombres a quienes las mujeres no querían, por el mero hecho de no vivir intramuros. Constantemente se los acusaba de no ser hombres auténticos, de no tener lo necesario para complacer a una mujer. Se cuestionaba su identidad masculina. Por eso odiaban y temían a los zhop —pronunció la palabra con apasionado desprecio— hasta extremos realmente inauditos.”


     Otro personaje que ya había aparecido con anterioridad (en este caso en el segundo tomo) es Vas, el “cornudo” marido de Sevet, una de las dos decepcionantes hijas de la inteligente dama Rasa (y madre de nuestros queridos Issib y Nafai) y que fue engañado por su esposa en complicidad con el marido de la propia hermana de esta, Kokor (¡Toda una teleserie! ¿Verdad?).  Es así que quien hasta hace poco nos parecía un hombre demasiado dócil, desde ahora se convierte en otro de los sujetos despreciables, con los que se deben enfrentar los héroes de la trama; asimismo, a través de su figura el autor introduce dentro de la serie otro tópico clásico: el de la venganza, que no se trata de cualquiera, sino que se refiere a una que ha dado paso a un montón de grandes narraciones, la motivada por el despecho amoroso.
    Asimismo, dos nuevos personajes son introducidos en esta obra, considerando que tras la nueva vida de los protagonistas, una vez que salen de Basílica, comienzan a nacer sus bebés.  Pues una vez que todos se establecen, durante un largo periodo en el sitio que los acercará a las naves que menciona el título de esta novela, ya algunos niños toman relevancia dentro de la narración. Tal como es habitual encontrar otros menores de edad, extraordinarios en la bibliografía del escritor, aparecen acá personitas tales como Oykib (uno de los nuevos hijos de Volemak y Rasa) y Chveya (la hija mayor de Nafai y Luet).  Ambos chicos resultan estar llenos de talento y si bien ya en esta novela demuestran ser dignos hijos de sus padres, ya en sus primeras apariciones se convierten en la promesa de otros grandes momentos para las novelas que están por venir.
     No podían faltar unos cuantos verdaderos episodios en la lectura que pueden ser considerados como memorables.  Al respecto, se pueden mencionar pasajes tales como una de las tantas muestras de la odiosidad de Elemak, al querer dejar atado a su hermano menor Nafai en pleno desierto y la manera de cómo se resuelve todo esto; también se encuentra una muy interesante visita de Hushidh al propio Elemak y, por último, el clímax del libro y en el cual Nafai les demuestra, con mayor medida que antes, a sus dos nocivos hermanos que no se juega con el Alma Suprema.
     De las 4 primeras novelas de la serie esta es la más extensa, ya que en castellano alcanza cerca de las 500 páginas.  Puede que sea un poco más lenta que aquellas que le precedieron, no obstante no deja de poseer sus propias virtudes, como espero haberles dejado claro.  En estos momentos ya sobrepasé la mitad de la siguiente entrega y todo está tan bien entrelazado entre un libro y otro, que una vez que se está disfrutando este otro, llamado nada menos que  Retorno a la Tierra, resulta gratificante que lo mejor está por venir y que mientras tanto, cada libro resulta ser una verdadera delicia para la imaginación.


4 comentarios:

  1. Tus reseñas siempre tan entusiastas, vaya que hay mucho material en el área de ciencia ficción interesante de revisar. Gracias por siempre fomentar la lectura de estas obras, que buena falta que hace.

    Saludos y gracias.

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    Respuestas
    1. Gracias, querido amigo, por detenerte a leerme y comentar (yo leyendo la cuarta novela que ha tomado giros impresionantes).

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  2. Saludos Elwin, aquí murinus2009.

    Extrañamente creo que alguna vez he visto este libro en las librerías que visito habitualmente, aunque nunca ninguno de los otros de la pentalogia.

    Por lo que mencionas se trata casi de un libro de transición, como que el autor lo hizo en lo que se le ocurria lo siguiente.

    Notables los asuntos que toca Card:

    -Gente marginada, los que no tienen mujer y familia, a pesar de que la sociedad es casi un paraíso

    -Personajes homosexuales
    A pesar de la educacion religiosa conservadora del Autor.

    -Un personaje que se hace amigo de la inteligencia artificial que aqui hace el papel de un Dios.
    Tener I.As. como amigas creo que la primera vez que lo vi fue en la serie de los 80s Knight Rider (El Auto Increible en Mexico) con Michael Knight amigo de KITT.

    A manera de actualización, todavía sigue en la lista de pendientes esta serie de libros, eso y que como lo mencione creo que vi este libro hace quizá menos de 6 meses.

    Gracias Elwin y hasta pronto.

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    Respuestas
    1. No me falta mucho para terminarme la cuarta novela y ya me apesadumbro, porque aún no tengo el último tomo (así que imagina cómo estoy).

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