El
prolífico escritor y demasiado joven fallecido Robert E. Howard (pues se
suicidó disparándose a la cabeza cuando solo tenía 30 años) dejó a la
posteridad un legado literario imperdible.
Creador de personajes memorables como Conan el Bárbaro, el Rey Kull y
Sonya la Roja, durante su corta vida concibió un montón de relatos y novelas
cortas entre los que destacaron sus incursiones en la fantasía épica y el
terror. Tal como sucedió con su “amigo
epistolar” H. P. Lovecraft (otro gran
artista de estos géneros demasiado pronto desaparecido), dejó varias obras sin
publicar y otras inconclusas, las que se conocieron de manera póstuma o fueron
terminadas por colegas suyos según fuese el caso. Asimismo sus textos fueron editados
originalmente en la hoy mítica revista pulp
Weird
Tales, la misma donde vieron la luz muchos de los trabajos del creador
de los llamados Mitos de Cthulhu. Es así
como Rostro
de Calavera fue su primer original extenso en ser publicado, allá por
el lejano año de 1929 en la revista ya mencionada, convirtiéndose en un título
imperdible para conocer las habilidades narrativas de su creador, fuera de sus
ciclos literarios más conocidos…
Existe una versión resumida o más bien en formato de cuento de esta
historia y que en 1987 la editorial española Martínez Roca, sacó junto a otros
4 relatos de horror suyos en su hoy recordada colección Super Terror. Tanto la versión corta como la extensa tratan
sobre lo mismo, aunque sin dudas la novela cubre mayores acontecimientos y
desarrolla su argumento de manera mucho más completa y con ello permite además
elaborar un escenario ficticio complejo que le otorga una intensidad
superior. Su trama transcurre en la
actualidad de los tiempos en que fue escrita, ambientándola además en pleno
Londres, lo que de adrede permite que posea una atmósfera propia de la
literatura policial de más rancia alcurnia, ya que buena parte del libro se
enmarca dentro de este tipo de literatura.
Es así como los típicos barrios londinenses, con sus puertos llenos de
viajeros de todo el mundo, sus calles cubiertas por la neblina que las humedece
y otorga un aspecto siniestro, y en especial con sus casas del opio (lugares
donde la gente iba a drogarse con esta sustancia vegetal, echándose en
camastros y quedándose allá por días sumidos en sus sueños alucinógenos),
pareciera que Howard hubiese dado forma a su texto con la intención de
homenajear nada menos que al más famoso detective londinense: Sherlock Holmes,
creación de sir Arthur Conan Doyle.
Escrita
en primera persona a través de la confesión de su propio protagonista y
particular héroe, se encuentra dividida en varios capítulos de nombres tan
rimbombantes y sugerentes como los títulos de sus cuentos más famosos: La
Cara en la Niebla, El Saber Oscuro y La
Marca de Tulwar, son algunos ejemplos de estos episodios breves, pero
llenos de acción y misterio. Todo ello
nos invita a sumergirnos en una trama que se adelanta a su época, para
contarnos una historia sobre una maquiavélica confabulación (por supuesto
secreta y descubierta a tiempo para detenerla) con la intención de tomarse el
poder sobre… ¡Las “naciones blancas”!
Pues bien, muy respetado y querido por sus seguidores será el señor
Howard, no obstante de que como Lovecraft sufría de delirios xenófobos y de la
creencia en la superioridad blanca anglosajona, eso era algo evidente y ello se
puede ver sin dudas en el siguiente fragmento:
“¡Oh, no actúa a tontas y a locas! Antes de que llegue la
oleada negra, estará preparado... si le permitimos salirse con la suya, los
gobiernos de los países de raza blanca serán hormigueros de corrupción, los
hombres blancos más fuertes estarán muertos. Los secretos de guerra de los
blancos serán suyos. Cuando llegue el momento, preveo un levantamiento
simultáneo contra la supremacía blanca de todas las razas de color, razas que,
en la última guerra, aprendieron el modo de luchar del hombre blanco y que,
conducidas por un hombre como Kathulos y armadas con las mejores armas del
blanco, serán casi invencibles”.
A su
vez cada capítulo del libro se encuentra introducido por una cita textual,
sacada de ominosos versos de autores consagrados y donde caben destacar dos
grandes como lo son Edgar Allan Poe y C. K. Chesterton (en la impresión de
Jaguar Ediciones se incluye un distinto ideograma chino para cada capítulo,
bello detalle por cierto).
Cabe
destacar además que Kathulos hace uso del flagelo de la droga para minar las
fuerzas de sus enemigos y a los que engaña con la tentación de los placeres que
ofrece…Pues en los tiempos en los que Howard realizó esta obra, el opio y otras
drogas orientales eran la preocupación de las autoridades europeas y gringas;
de este modo al satanizar a este punto dicho mercado negro y darle forma en la
figura del brujo, el autor ha logrado crear al villano más convincente para
provocar terror y rechazo entre los suyos.
Volviendo al propio Kathulos, su presencia “se roba gran parte de
película”, ya que es un soberbio oponente, cuya imagen al desnudo no solo es
aterradora, puesto que además viene a ser un villano de tanto peso como uno de
los enemigos recurrentes en las obras de Conan: Thoth- Amón. Considerando sus antecedentes de hechicero,
de gran inteligencia y poder, representa en su figura al típico servidor del
mal howardiano, cuyos conocimientos más que representar la luz de una sabiduría
constructora, tienen relación con los rincones más lóbregos del alma humana;
sujetos como este son arteros y hacen uso de sus saberes prohibidos para causar
daño y satisfacerse así mismos, en contraposición con los héroes que optan por
la acción, en vez de la artimaña puramente intelectual. No obstante un detalle de lo más curioso en
su caracterización, viene a ser el hecho de que el propio Kathulos en varias
ocasiones se considera a sí mismo un científico, de tal modo que bien su
erudición podría estar dentro del plano de la ciencia ficción (de tal modo que
lo que para unos es producto de la lógica y la técnica, para los ignorantes es
algo de naturaleza sobrenatural, debilidad de la que claramente se aprovechaba
el atlante).
En
las obras de “espada y brujería” como también se les llama a las narraciones
tipo Conan el Bárbaro, el lector sabe de antemano que entre tanta batalla la
hemoglobina saltará sin tapujos, lo mismo con la abundancia de hechos y/o
descripciones truculentas, ya que ello es fruto de la tradición milenaria en la
que clásicos como La Iliada, el Poema del Mio Cid y La Araucana,
hace ya rato nos llevan deslumbrando con sus luchas cuerpo a cuerpo…Pues bien,
este detalle es abundante en el trabajo de Howard y en esta particular novela
de terror (que más bien resulta ser de aventura y suspenso), el artista no ceja
en mostrarnos el peligro en el que se desenvuelven los personajes. Lo anterior se puede ver muy bien acá:
“El cuarto del barón,
que estaba en el último piso, se hallaba en un estado imposible de describir.
Ni siquiera en la Gran Guerra había visto yo un desorden tan absoluto. Nada
había sido tocado; todo seguía exactamente igual como lo había encontrado la
doncella una media hora antes. Mesas y sillas yacían hechas pedazos en el suelo
y los muebles, el suelo y las paredes estaban salpicados de sangre. El barón,
que en vida había sido un hombre alto y musculoso, yacía en el medio de la
habitación, un espectáculo horrible. Le habían hendido el cráneo a la altura de
la frente, de su axila izquierda partía una profunda herida que le cruzaba las
costillas y el brazo izquierdo colgaba sostenido solamente por unas fibras de
carne. El rostro, frío y barbudo, mostraba una indescriptible expresión de
horror.
—Debieron de
usar algún tipo de arma pesada y curva —dijo Gordon—, algo parecido a un sable,
y el golpe debió de ser de una fuerza terrorífica. Fíjese, allí un golpe
fallido ha dejado una señal de varias pulgadas de profundidad en el marco de la
ventana. Y allí, en el grueso respaldo de esa pesada silla, que ha sido hendida
como si fuese un simple panel de madera. Un sable, seguramente”.
Si
bien el protagonista parte en el libro como un hombre que ha perdido la
voluntad de vivir, poco a poco va despertando en él la personalidad férrea y
activa propia de todos los héroes howardianos; de este modo el “yanqui”
extranjero hace alarde de gallardía y derrocha testosterona como bien es
habitual en las narraciones del escritor.
Para los lectores acérrimos de Robert E.
Howard, bien sabido es su fuerte relación con los ya mencionados Mitos de
Cthulhu, los que ayudó a desarrollar gracias a sus muchas contribuciones
literarias…Pues bien, este novela corta presenta más de un guiño a dichas
obras, en especial por su antagonista y villano absoluto Kathulos, quien viene
de una antiquísima civilización extinta (tan habitual en los textos
lovecrafnianos) y el que practica la magia más negra, como bien sucede en este
tipo de obras; además tanto nombre exótico abunda en los relatos que también le
gustaba escribir al autor y que concretamente en este libro se puede apreciar
sin duda.
Igualmente propio de la marca de Howard es la creación de personajes
femeninos de carácter fuerte y las cuales si bien no poseen el protagonismo de
la narración (salvo en el caso de la ya citada Sonya la Roja), demuestran ser
recias compañías para el héroe de turno.
Son damas de gran belleza y sensualidad, osadas y que no vacilan en
tomar parte en la acción para conseguir sus objetivos, lo que además significa
que apoyan en la contienda a sus queridos involucrándose físicamente en ella…De
este modo la preciosa Zuleika de esta novela, es un claro ejemplo de estas
féminas.
Por
último, Rostro de Calavera termina de manera sorprendente, con mucha
acción y con la promesa de que no ha sido todo visto aún sobre su especial
villano. No obstante lo que más llama la atención de su desenlace, es la manera
de cómo el autor resuelve el problema de Corrigan, quien inicia su cruzada
contra el atlante con la certeza de que su vida ya se acaba; de este modo
Howard le da un destino final “feliz”, aunque maravilla por su condición de
“políticamente incorrecto” y que de seguro para la época en que fue escrito
debió provocar más de una polémica (me reservo los detalles de todo esto para
no caer en el spoiler).
No conocía esta parte de la obra de Howard. Leí relatos suyos de temática similar, pero no ésta en concreto. Intentaré localizarla.
ResponderEliminarPues está para bajarla de la red, que si bien me compré el libro y lo leí en papel como acostumbro, lo bajé sin problemas para sacar las citas textuales de rigor.
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