Dentro de la tradición oral y escrita de las historias de terror, la
idea/motivo/concepto/leiv motiv/tema de la casa embrujada, ha tenido un papel
destacado a la hora de cobrar la atención de los amantes del género. Quizás su éxito se deba a las mismas creencias
populares en la existencia de lugares de fuerte carga sobrenatural, donde mucha
veces quienes han vivido en ellos han dejado parte de su energía (muchas veces
negativa) embrujándolos y convirtiéndose de ese modo en focos místicos y/o
espirituales; de ahí un paso a la presencia de fantasmas, demonios y todo tipo
de criaturas de la noche que habitarían estas zonas y edificaciones. No obstante también existe un interesante
simbolismo entre la casa (o cualquier edificación hecha por el hombre para habitar
en ella) y la mente humana… Y es que estas construcciones son reflejo de la
misma psiquis de quienes yacen dentro de sus paredes, de modo que tal y como
uno las mantiene, dichos objetos se convierten en proyecciones de quiénes viven
en ellas; asimismo las murallas y resto de su estructura vendrían a ser el
cuerpo que protege la mente detrás de la apariencia y el elemento físico que
viene a ser todo el material con el cual está construido la casa. Basta con hacer un ejercicio de observación
más detenida que de costumbre, del hogar donde habita alguien o el lugar donde
pasa gran parte de su tiempo, para que podemos reconocer por sus
ornamentos, limpieza y uso su verdadera
identidad, cuáles son sus pasiones y qué propósito le da en realidad a todo ello. Pero no solo las casas tienen su
personalidad, sino que también podemos apreciar todo esto en colegios,
iglesias, hospitales, centros comerciales y otros, sitios donde pasamos gran
parte de nuestras vidas y les otorgamos un grado de importancia en nuestro
devenir. Por ende la casa embrujada es
el reflejo de la locura misma que forma parte de nosotros mismos y sus horrores
corresponden a la irracionalidad detrás del aparente orden que resulta ser la
materialidad.
La casa
embrujada bien represente no solo la locura que subyace en cualquiera de
nosotros, sino que también encarna nuestra propensión al mal, ya que justamente
es detrás de los muros que ocultan todo, que suceden todo tipo de atrocidades
propias de la desquiciada humanidad; por lo tanto es posible encontrarnos con
distinta variantes en estas historias a la hora de abordar dicha temática. Es así que se pueden citar verdaderos
clásicos de la literatura de terror, entre los cuales se hayan títulos góticos como
el Castillo
de Otranto de Horace Walpole (1764) y ya casi un siglo después, toda
una obra de culto como el cuento La Caída de la Casa de Usher de Edgar Allan Poe (1839), donde queda más claro que nunca la relación entre la
insanía de su dueño y la decrepitud de sus murallas (obra de consulta
obligatoria a la que cerca de un siglo después, el también prestigioso escritor
Robert McCammon hizo una continuación, convirtiendo una vez más la mansión de
esta familia literaria en un santuario a la malevolencia, gracias a Usher´s
Passing en 1984). A su vez el
gran Lovecraft tiene entre sus mejores cuentos Los Sueños en la Casa de la Bruja
(1933). No se pueden dejar de lado en esta breve lista, la que es
considerada una de las mejores obras de Sherley Jackson, The Hauting of Hill House (1959),
como también otra de las aterradoras novelas
del maestro Richard Matheson, Casa Infernal (1971). El mismo Stephen King ha hecho su
contribución en cuanto a casa y lugares encantados, con su archiconocida El
Resplandor (1977), su cuento 1408 (1999) y su guión original para
la miniserie Rose Red (1999). Y por
último, antes de ir de lleno al libro que realmente inspiró este texto, cabe
recomendar una antología de primera de cuentos sobre el tema: Las
Moradas del Terror (The Architecture of Fear, 1987),
verdadera joyita que fue editada en nuestra lengua gracias a la (¿Hoy extinta?)
editorial Robin Book en 1991.
Para
los conocedores de la obra de William Hope Hodgson, bien sabido es que su
novela La Casa en el Confín de la Tierra (también conocida en nuestra
lengua como La Casa en el Límite, 1908) está considerada como su obra más
representativa, si es que no la mejor.
Tal como en otros de sus escritos, el autor logró adelantarse a su época,
por la manera de cómo trató con este libro el tema de las casas embrujadas;
puesto que si bien la historia cuenta sobre una casa donde suceden hechos
extraordinarios y terroríficos, dicha edificación más bien corresponde a otra
cosa, en vez de a un “simple” lugar lleno de fantasmas y/o espíritus inquietos.
Usando la técnica narrativa del manuscrito
supuestamente verídico, encontrado y luego publicado para su divulgación, esta
novela trata sobre un diario de vida revelador: Un hombre (de quien nunca
llegamos a saber su nombre) junto a su hermana vive en un viejo caserón,
aislados ambos del resto del mundo, en medio de un paisaje que podría haber
sido paradisiaco, si no poseyera su propia naturaleza ominosa. El lugar lleva años considerado por los
lugareños como maldito y ello lo descubre el protagonista junto a su hermana,
cuando un grupo de criaturas monstruosas comienzan a aparecer y a estorbar la
tranquilidad que hasta el momento habían tenido. Entre medio el sujeto comienza a tener una
serie de experiencias parecidas a la proyección astral, a través de las cuales es
transportado a extraños paisajes oníricos y en los que llega a ser testigo del
paso del tiempo a un ritmo impensable, hasta que se encuentra al final de todas
las cosas, o sea, en medio de la desaparición del universo.
El libro
es presentado por un primer narrador, quien acá posee la misma identidad que el
escritor y el cual en pocas palabras da pie a un segundo nivel de lectura,
donde se introduce a quien haya junto a su amigo, el supuesto texto que se
convierte en la narración central del libro; de este modo toda la novela se
encuentra desarrollada en primera persona, a manera de confesión fantástica. Este estilo ya lo había usado el autor en
otras de sus obras, no obstante en esta ocasión el argumento presenta mucho
menos aventura, acción e intriga que en sus relatos breves y de un horror mucho
más convencional. De hecho la novela se
convierte en un claro ejemplo de los viajes oníricos y pesadillescos, que luego
tanto le gustaría abordar al propio Lovecraft y compañía; lamentablemente se
podría afirmar que en tales momentos de la historia, el argumento se vuelve
demasiado lento y tanta descripción sin diálogos, ni acción, hacen del disfrute
del libro algo engorroso (incluso en muchos momentos cuesta centrar la atención
en lo que se lee y es fácil perderse entre medio de tanto detalle abstracto). Para comprender esto, el siguiente extracto
como muestra:
“»En lo alto, el río de llama se
cimbreaba más despacio cada vez; hasta que por último osciló de norte a sur en
grandes, pesadas vibraciones que duraban segundos. Transcurrió largo tiempo,
hasta que cada oscilación del enorme arco se hizo de casi un minuto; de forma
que, al cabo de mucho rato, dejé de percibirlo como un movimiento visible; y el
río de fuego corrió con un raudal inacabable de oscura llama por el cielo
mortecino.
«Transcurrió un período indefinido, y el
arco de fuego pareció volverse menos recortado. Lo veía más impreciso; y me
daba la impresión de que, ocasionalmente, surgían franjas negruzcas. Ahora, mientras
miraba, cesó el blando fluir, y sobrevino un momentáneo pero regular
oscurecimiento del mundo. Aumentó éste, hasta que la noche volvió otra vez,
aunque periódicamente, a intervalos, sobre la tierra cansada.
»Las noches se fueron alargando más y
más, de suerte que, finalmente, el día y la noche adquirieron una duración de
varios segundos, y el sol se mostró de nuevo como una bola casi invisible y
cobriza, en la incandescente bruma de su vuelo. Correspondiendo con las líneas
oscuras, que a veces recortaban su estela, destacaban ahora distintamente sobre
el sol, semivisibles, grandes franjas oscuras.
»Se deslizaron los años, uno tras otro, y
los días y las noches se ensancharon por minutos. El sol había perdido su
aspecto de cola, y salía y se ponía como un tremendo globo color bronce incandescente,
cruzado de bandas de un rojo sangre, que formaban anillos en unas zonas,
mientras otras mostraban unas bandas oscuras, como he dicho ya. Estos círculos
—rojos y negros— eran de una anchura variable. Durante un tiempo, no supe a qué
atribuirlos. Luego se me ocurrió que era poco probable que el sol se enfriase
uniformemente todo él; y que estas señales se debían quizá a las diferencias de
temperatura de las diversas zonas; las rojas representarían aquellas partes
donde el color aún era elevado, y las negras las porciones relativamente frías.
»Pero me resultaba raro que el sol se
enfriase regularmente a franjas definidas; hasta que se me ocurrió que debían
de ser manchas aisladas, a las que la enorme velocidad de su rotación les daba aspecto
de cinturones. El sol mismo era mucho más grande que el que yo había conocido
en los viejos días terrestres; por lo que deduje que estaba considerablemente
más cerca”.
El
personaje principal no es alguien con quien uno pudiese identificarse y sentir
empatía ante sus desventuras, ya que resulta ser una persona misántropa y hasta
misógina con su propia hermana; de hecho su única conexión emocional es con su
perro y al que le prodiga las atenciones propias de alguien solitario, que
carece de todo sentido de pertenencia con el resto del mundo. No obstante bien
podría haber cierto grado de simpatía con él, si uno viviese algún tipo de
experiencias alucinógenas o propias de la alienación, ya que bien podría
interpretarse lo que le sucede como algo fruto de una mente
esquizofrénica. Por esto mismo la naturaleza
aberrante de los monstruos humanoides, a los que se enfrentan los dos hermanos
y que bien recuerdan a cerdos, puede ser vista como una proyección de la propia
bestialidad, que se esconde en los rincones más oscuros del subconsciente.
Como
quizás ya quedara claro tras la mención del argumento central de esta obra, el
nombre del libro hace referencia al carácter sobrenatural de donde viven los
protagonistas. Esta resulta ser una
construcción ubicada en una zona que limita con tierras extraterrenales, de
modo que en cualquier momento la realidad puede ser interrumpida por los
fenómenos propios de un universo de pesadilla.
Por lo tanto esta “casa en el límite” se haya entre nuestra dimensión y
la de las entidades descritas en la novela.
Por
supuesto que hay momentos de tensión y maravillosos tal y como uno esperaría en
un texto de Hodgson, los que hacen de esta lectura algo imperdible para sus
seguidores y quienes deseen ahondar en la narrativa precursora del horror
contemporáneo; no obstante como ya se afirmó más arriba, esta obra resulta
compleja para quienes esperan algo más sencillo, como para digerirla de una
pura zampada.
En el
año 2000 el famoso dibujante de cómics Richard Corben, vio cumplido su sueño de
realizar una adaptación a este formato, de la obra que desde su juventud
admiró. Para esto contó con el trabajo
de Simon Revelstroke en el guión, quien lo ayudó a
trasladar a la imagen la célebre novela de William Hope Hogsdon. Para quienes no conocen a este artista de la
historieta, reconocido mundialmente como uno de los mejores en su campo, Corben
ha hecho escuela desde finales de los sesenta, creando espectaculares dibujos
para historietas de horror y fantasía, con títulos que hoy en día son
verdaderos clásicos tales como la saga de su autoría Den y sus adaptaciones de
obras literarias salidas de la mente de Poe, Lovecraft y Robert Howard, entre
otros; también resultan recomendables sus incursiones en las novelas gráficas
con Hulk para Marvel y Hellblazer para DC, en ambas ocasiones con el guión del
destacado Brian Azarello y algunos títulos de Aliens y Hellboy para Dark Horse,
entre muchas otras obras maestras. Su
estética y técnica artística, sin dudas reconocibles para todo amante de este
tipo de arte, consiste en el uso del aerógrafo y los diseños que simulan la
tercera dimensión, a través de cuerpos “esculpidos”; asimismo gusta del recurso
del feísmo, en muchos de los rostros que acostumbra a crear para sus
personajes, si bien aún con sus rasgos toscos, logra otorgarles cierta
sensualidad por medio del diseño de cuerpos esculturales (en especial con las
mujeres y a las que dibuja llenas de curvas peligrosas, con bustos prominentes
y cabelleras con vida propia). Por otro
lado, demuestra interés hacia el erotismo, lo que en el caso concreto de esta
versión de La Casa en el Confín de la Tierra, se puede observar en más de
una ocasión y a través de imágenes que nunca hubiese sido posible encontrar en
la pluma de Hogsdon.
Es un placer hablar de este autor y esta novela. Es cierto lo que comentas en tu análisis: su to o cósmico puede provocar una cierta difusión y es fácil distraerse de la lectura. Por otra parte, disfruté en especial de la descripción de la colosal explanada del Otro Mundo, con sus gigantecas estatuas de dioses. Se observa su clara influencia en la obra de Lovecraft.
ResponderEliminar¡Qué gusto encontrarme con un nuevo comentario tuyo, Tomás! Más todavía sabiendo que te gusta harto este autor. La verdad es que tanta descripción en este libro me aburrió un buen resto, pero aún así deseo leer más de este escritor.
EliminarMi estimado, no voy a hablar aquí de la novela del maestro Hodgson, a quien he leído muy poco, salvo algunos cuentos (uno de ellos particularmente potente, aparecido en la antología Horror 2 de la Martínez Roca, y relacionado con el mar, fuente de horrores para él y Lovecraft). Quiero decir unas palabras del cómic, que ha sido una lectura tremenda. Desde el prólogo de Alan Moore, hasta la nota final de Miralles, todo es perfecto en esta historia de horror, salpicada con el erotismo que tanto gusta a Corben. La secuencia del acecho de los monstruos híbridos, cuando los hermanos están en el techo de la casa, es memorable, y por supuesto que recuerda los filmes de zombies de Romero como dicen en el epílogo. Y el final del Sol... impresionante. Me imagino cómo describirá eso Hodgson en su novela, tan querida por Lovecraft. El prólogo de Moore es impresionante (y no le dedicaste ni una palabra), sobre esos escritores olvidados y enterrados (el propio Hodgson, Dunsany, Ashton Smith, Machen, M. P. Shiel)... Shiel es el único de ellos que no he leído, su novela mítica, La nube púrpura, fue editada en castellano por Nebulae. Lo que me asombra es que entre esos olvidados Moore no mencione a Abraham Merrit, autor de Moon Pool y del increíble relato "La gente del pozo" que leí hace más de 20 años, anterior a Los Mitos de Cthulhu, considerado uno de los inspiradores de Lovecraft por Rafael Llopis (Merrit es contemporáneo de Lovecraft). Tú muy bien escribías en otra parte de este blog que muchos de estos escritores apenas son conocidos en el habla hispana, o no circulan muchos de sus libros, pero piensa que es muy parecido lo que dice Moore para el mundo anglosajon... en el año 2000!! Para terminar, es claro que el elemento perturbador erótico es un añadido de Corben y también se encuentra en sus adaptaciones de Lovecraft, como las formidables viñetas de sus revistas La Guarida del Horror, de la Marvel, recopiladas por Panini... me imagino esas escenas eróticas en la obra del conservador Soñador de Providence, no? si se dice que se espantó cuando fue al cine a ver Drácula con Bela Lugosi, por hallarla muy "grafica". Grande Corben, y grande Moore.
ResponderEliminarPD: hay mucho de poesía visionaria en estas obras, y pensemos que tanto Ashton Smith como Lovecraft, o Frank Belknap Long, eran poetas además de prosistas.
Otro dato: Hodgson también cultivaba la poesía
ResponderEliminar¡Por fin me puedo sentar a responder este extenso y fructífero comentario tuyo en dos partes, amigo Miguel! Me alegra mucho de que hayas leído este texto de un autor que nos es tan caro y al cual siempre he ligado contigo (después de todo, gracias a ti tuve mi primer libro suyo y además leí por primera vez ese aterrador cuento que mencionas y que comenté en mi primer texto dedicado a Hodgson el año pasado). Se me pasó lo del genial prólogo de Moore para la edición del cómic, pero para eso están los grandes amigos como tú, que les recuerdan a uno sus faltas (mea culpa). Cuando quieras te presto esa novela y la colección de cuentos suyos que poseo. Además debo reconocerte de corazón que fue también gracias a ti que conocí a Corben, cuando me prestaste varias revistas Creepy, para la época en que nos conocimos. A ver si te agrada también lo que se viene en el blog (Bloch en un par de meses más, entre otras cosas). Como bien sabes la poesía no es muy de mi agrado y de la cultivada por nuestros queridos autores de terror, solo "El Cuervo" del maestro Poe me ha cautivado.
EliminarEstimado, varias veces me has dicho que la poesía no es muy de tu agrado, pero te gustó "El Cuervo", así que como aún hay esperanzas, te recomiendo el libro de poemas "Hongos de Yuggoth", de Lovecraft.
ResponderEliminarLeí ese libro más o menos en la época del liceo, pero no me gustó y tal vez deba echarle un nuevo vistazo ahora que estoy más viejo y soy menos ignorante. Por cierto, es increíble que por más de una década de amistad, solo gracias a tu blog me vine a enterar que te gustaba la poesía (de hecho me llamó mucho la atención el nombre que escogiste para tu página).
Eliminar¡Que maravilloso artículo! Hodgson es uno de mis autores de referencia y esta, mi obra favorita de entre su breve (pero fascinante) producción junto con "El reino de la noche" y los relatos de Carnacki. Aquí Valdemar ha publicado casi todo Hodgson, un poco gracias al éxito de Lovecraft, que ciempre lo contó como uno de sus escritores favoritos. Personalmente me encantan su imaginación, su fuerza narrativa y su estilo efectivo y elegante a partes iguales. La novela gráfica de Corben se aparta en buena medida del original de Hodgson, aunque conserva gran parte de su aura de misterio sumada a un erotismo soterrado digno de este genial artista. Un libro imprescindible, que gana con cada relectura :)
ResponderEliminar¡Qué bien saber que te haya gustado este texto! Con algo de dolor eso sí, debo decirte que comencé muy entusiasmado su lectura, pero que luego me estuvo aburriendo a ratos. En todo caso, deseo con muchas ganas leer más de su autor.
EliminarCuriosamente, si en mi anterior comentario mencionaba "El reino de lanoche", recién acaba de publicarlo la editorial Hermida en una nueva edición que recupera el texto original de Hodgson. Ahora mismo estoy releyéndola y recordando la sensación que sentí al leerla por primera vez, en una vieja edición de Arellano de los años setenta. Ay, la nostalgia...
ResponderEliminar¡Uf, qué envidia, je! En verdad apenas me encuentre más obras editadas del maestro por estos lares, me las compraré sin dudarlo (en especial este libro que mencionas y que uno de mis mejores amigos, Miguelito, tuvo la suerte de leer hace años).
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