Estrenada tan solo un año después de su
filme más icónico, Mi Vecino Totoro, en 1989, bien puede resultar una obra que a
primer vistazo puede resultar simplona y que incluso a algunos hasta les llegue
a ser poco atractiva. No obstante esta
cinta que en España recibió el nombre de Nicky, la Aprendiz de Bruja viene a
ser una película que encierra muchos elementos complejos en su argumento, así
como en su mensaje global. De este modo
se trata de una historia que en cierto sentido se encuentra dirigida
especialmente a un público mayor que en el caso anterior, o sea ya cercano a la
adolescencia o en los primeros años de esta etapa de la vida, ya que la edad de
su protagonista se encuentra en tal etapa de su existencia; debido a esto, a
través de su figura y lo que le pasa, se aborda de manera muy especial el tema
(entre otros) del camino hacia la madurez.
Su trama trata acerca de Kiki, una chica
que tras terminar sus años de infancia debe cumplir con la tradición familiar
de pasar un año fuera de casa, sirviendo a otros en lo que viene a ser todo un
rito de iniciación y a su vez su propia reafirmación como persona. Es así que en su nuevo hogar la joven llega a
adquirir suficientes experiencias como para conocer, por ejemplo, el valor de
la autosuficiencia, de la confianza en sí misma y en los demás; de este modo el
mismo tema de la fraternidad toma un rol fundamental en tan preciosa historia,
ya que la joven logra conseguir edificar entre pares (chicos de su edad y algo mayores) y gente
mayor, las primeras relaciones interpersonales de importancia fuera de su
núcleo familiar.
En el viaje la acompaña su gato, una criatura
mágica que sigue los patrones de los llamados “familiares”, animales con los
que supuestamente las brujas mantienen un lazo afectivo, que las conecta con el
mundo sobrenatural y/o sus poderes. Este
personaje resulta ser bastante llamativo en el guión, ya que cumple un papel de
consejero y confidente de Kiki, hasta que esta misma poco a poco comienza a
hacerse más independiente respecto a su existencia previa.
Llama
la atención cómo la familia de la muchacha lleva con soltura el periplo que
debe realizar su hija (por lo que se deja ver, el padre no posee poderes
algunos y solo las mujeres tienen habilidades extraordinarias), así como el
detalle de que todos los que llega a cruzarse la chiquilla, tomen con naturalidad
la existencia de gente como ella. Por lo
tanto el sentido de lo maravilloso, resalta de una manera muy especial en esta
obra, puesto que si bien carece de la espectacularidad de lo visto hasta el
momento, con las tres películas anteriores de Miyasaki para Ghibli, la
aceptación del resto para con Kiki (entre pequeños y mayores) es propia de los
cuentos de hadas y donde no hay separación entre un mundo y otro (algo habitual
en los viejos cuentos de hadas o los relatos orales, que no se complican con
todo esto). Por otro lado, todo ocurre
en una realidad donde lo único extraordinario es que hay brujas y salvo que
estas vuelan en sus escobas y tengan un animal con el que hablan, nada más lo
separa del nuestro. Es entonces que la
fantasía se encuentra más dosificada que nunca, pero ello es porque esto no es
lo más importante del argumento, sino que lo más relevante de todo es el
proceso por el que pasa su personaje principal.
Un hecho bastante especial dentro de la
trama, sucede cuando la positiva Kiki se da cuenta de que no todo el mundo es
como ella: o sea, que no todas las personas albergan sentimientos nobles y desinteresados. Ahora bien, no es que llegue a conocer a
gente malvada (que en esta ficción no existen), no obstante en determinado
momento se encuentra con otra adolescente, pero que deja mucho que desear en materia
de espiritualidad. Este infeliz
acontecimiento, aunque relevante para su propio crecimiento personal, se
convierte en el punto de partida para que entre en la crisis necesaria, que
luego la hará convertirse en alguien más integral. Lo que sucede con ella antes de superar esta
dura prueba, viene a ser bastante significativo, ya que lo que le pasa en pocas
palabras es que se reciente la fe en los demás y en ella misma, con la
correspondiente falta de seguridad, de modo que por un tiempo se vuelve carente
de aquello que la hace especial: no solo sus poderes, sino que también pierde el
amor propio y hasta la vitalidad. Tal
sentimiento de desgracia es habitual en muchos de su edad; y sin embargo
resulta vital en lo que viene a ser el proceso hacia la plenitud, que tal como
ya se afirmó más arriba, esta película lo aborda con creces (de modo que ignorar
estas desilusiones dentro del argumento, le quitaría buena parte de su moraleja,
así como le despojaría de su elemento más realista y aun cuando se trate de una
obra de fantasía).
Si bien en este caso Kiki es lejos la
protagonista absoluta de tan preciosa fábula, aparte del gato que la acompaña,
acá brillan al menos cuatro secundarios que se hacen entrañables y que vienen a
ser relevantes, para que la aprendiz de bruja adquiera las experiencias que la
convertirán en una persona más integral: por un lado está la panadera, una
mujer embarazada que la acoge enseñándole que las cosas se ganan con esfuerzo
(pues si bien le ofrece un cuarto en su casa para vivir, en realidad le
arrienda dicho lugar), en todo caso siendo un verdadero apoyo para ella; por
otro lado está la pintora unos años mayor que la chica, quien vive sola y se
convierte en su primer “par” de la ciudad; luego se encuentra la adorable
anciana, que de algún modo viene a serle una especie de figura maternal; y por
último está el chico que la admira y con quien comparte el mundo de la
adolescencia, como con ninguna de las otras puede hacer.
Hacia el final del largometraje la trama
toma un leve toque de heroísmo por parte de Kiki, lo cual demuestra que la
voluntad, la generosidad y la capacidad para superar las grandes penas (concerniente
a lo que hoy en día está tan en boga con eso de la resiliencia), más el apoyo en quienes nos rodean y quieren, son los
remedios más eficaces para conseguir nuestros sueños y lograr ser felices.
Destaca además la ambientación de este
filme, que se aleja de lo claramente nipón y es más propio de un país europeo y
mediterráneo, evidenciándose por la estructura de sus edificios, paisajes y el
aspecto físico de sus protagonistas.
Respecto a todo esto, una vez más la preocupación por la belleza de los
fondos y diseños de personajes viene a ser de primera, para este anime tan
característico de Ghibli, que demuestra que incluso antes de las sofisticadas
animaciones actuales, las perlas abundan.
Una buena historia de crecimiento o "coming to age" como dirían los gringos. Aunque comentas que la protagonista es una bruja, según se ve de tu texto, la parte de fantasía es mucho más liviana que en otras obras. Me llama la atención el hecho de que la ambientación sea menos nipona y con mayor tendencia hacia lo mediterráneo.
ResponderEliminarFíjate que con posterioridad sus películas "Porco Rosso" y "El Castillo Andante" tiene ambientación europea.
EliminarElwin: Qué otra cosa puedo decir que encuentro tus análisis tanto literarios como de cine, muy buenos.
ResponderEliminarLa película no la ví, así que ya la busco online. Besos
Vale
¡Hace tanto tiempo que no te pillaba por acá, querida amiga, que encontrarme con este comentario tuyo (y en un post "viejito ya") me ha alegrado mucho!
EliminarEspero puedas ver pronto esta maravillosa cinta.