domingo, 28 de abril de 2019

El Abuelito Daniel. SEGUNDA PARTE.


2.2. La vida en familia.

     La casa de los abuelitos era el centro de la familia, el lugar donde nos reuníamos tíos, primos y hasta bisnietos para festejar lo que la ocasión ameritara.  Estas juntas del clan se perdieron con el paso del tiempo y solo gracias a la buena voluntad de mis primos Carolina Vicuña y Rafael Castro, se ha podido recuperar esta tradición, organizando de vez en cuando juntas entre los primos, que muy bien la pasamos, como cuando la mayoría todavía éramos unos imberbes. 
     Recuerdo con nostalgia las partidas de bingo y la carne mechada que preparaban, a la que en mi ignorancia le llamaba “carne de parra”, pues me parecía igual a la corteza de un árbol de estos que había en mi hogar.  En temporada de vacaciones de verano, enero y febrero, era muy divertido dedicarse a esta práctica en el patio de su casa, sacando los bichos nocturnos que se posaban sobre los cartones de números y que llenábamos con granos de choclo.
     En Navidad mientras en casa armábamos un árbol artificial, de los que en aquellos años se vendían, los abuelitos usaban de esos pinos reales que eran muy populares (que les estoy hablando de una época en la que la ecología y la protección del medio ambiente aún no era un tema que preocupara mucho a la gente, que digamos).  Su casa quedaba impregnada del olor a pino, que ponían dentro de un tarro metálico de leche Nido u otra cosa, afirmándolo con tierra (creo) y adornaban de la manera más humilde y cariñosa de su parte; mi mamá quería que tuviéramos uno de esos en la nuestra, que de chica se suponía ya los usaban, pero a nosotros no nos gustaban…Y, sin embargo, no dejo de pensar en todo eso cuando llega la época de Navidad.
     La siguiente historia ya la puse por escrito hace más de media década, sin embargo regreso a ella porque viene al caso y, tal vez, en su momento no la detallé tan bien como se merecía: No sé por qué razón los abuelitos nunca tuvieron una tele a color, que solo contaban con una sola en su casa y ahora que miro hacia atrás en el tiempo me pregunto cómo es posible que nunca entre todos sus hijos, ya mayores, no juntaran plata y les regalaran un más moderno aparato.  Los abuelitos eran personas muy humildes y por su cuenta vivían felices sin exigirles alguna cosa, que tal vez por ello se contentaban con lo poco que tenían; pero a los ojos de un niño pequeño como yo, acostumbrado desde chico a contar con ciertos lujos, una tele en blanco y negro era signo de “muuuuuucha” pobreza.  Como los Álvarez Fuentes éramos los más cercanos, que estábamos a un par de minutos de distancia, a veces el abuelito Daniel se venía para acá a ver uno que otro partido de fútbol o de tenis, que el resto de la programación se conformaba con apreciarla bajo los tonos monocromáticos de su vieja tele.  No obstante, una vez hizo una excepción, que fue cuando emitieron un show televisado de nada menos que del Circo Chino de Pekín (u otra ciudad de aquel país).  A mí me llamó la atención dicho espectáculo, que el abuelito estaba muy entusiasmado y me lo vi enterito en su compañía y el resto de la familia.  Mucho tiempo después, tan solo al comienzo de esta década, pude ver en vivo a estos famosos artistas de renombre internacional; y, como no, me fue imposible dejar de lamentar que el abuelito Daniel no hubiese estado a mi lado, gozando de esas acrobacias que me transportaron a tan querida infancia.
    Si no me equivoco, los abuelitos Blanca y Daniel se casaron un día de Año Nuevo o en su víspera. El aniversario de Bodas de Oro se celebró en grande con toda la familia en casa de los patriarcas, que aquella ocasión no solo pasamos juntos la Noche Vieja y el Año Nuevo en familia, como nunca antes me había tocado pasarlo rodeado de tanto amor, si no que para festejar también que los abuelitos volvieron a hacer sus votos de amor incondicional y para toda la vida; además fue la primera vez en que la querida tía Elsa viajó desde Australia para pasar una temporada con nosotros; su visita fue una grata sorpresa para todo el mundo, que en aquellos años aún la tecnología y los medios económicos no permitían mantenerse en contacto de manera tan fácil como ahora (de hecho, para escribir este texto me he comunicado con ella al menos 3 veces seguidas, para hacerle una que otra pregunta; que la tiíta está en su patria de acogida de nuevo, luego de que volvió a estar por estos lares entre finales de diciembre del año pasado y finales de enero del presente 2019).  Recuerdo muy ese momento, porque además fue la primera vez en que pude quedarme despierto toda una noche, gran proeza a tal edad para mí. 
    En los primeros años noventa los abuelitos viajaron a Australia, invitados por la tía Elsa y el tío Gino, quien tenía a su familia allá desde antes que en los ochenta se fuera a vivir la tía Elsa.  Antes de partir, no dudé en pedirles que me trajeran a su vuelta de regalo chocolates.  Pasó el tiempo, creo unos seis meses, cuando volvieron muy felices de su paseo por las tierras de los koalas y los canguros.  Una vez más nos juntamos la familia casi entera, para recibir a los aventureros; el festejo fue en la casa de la tía Marta y su familia, la mamá de uno de mis primos más cercanos, el Pepito, quienes hace poco se habían ido a vivir a Recoleta tras largo tiempo habitando en la casita anexa a la de los abuelitos (así que era muy significativo que ellos acogieran a los viajeros de vuelta a su patria e hicieran de anfitriones para el resto de la familia).  Me acuerdo que nos trajeron a los niños unas culebras de goma, que creo que ya habíamos probado gracias al primer viaje de la tía Elsa y del cual les conté más arriba.  Los niños, entre nietos y bisnietos, recibimos en su mayoría unas peceras de juguetes para pescar una especie de pirañas, que “saltaban” a medida que giraba el agua simulada en plástico…Eran muy entretenidas, la verdad; típico de un niño (y de mi personalidad, claro) me frustré por no recibir mi propia pecera de monstruitos…Pero resulta que los abuelitos Blanca y Daniel se habían acordado de mi petición y me tenían en exclusividad una tremenda caja de bombones Cardbury, una prestigiosa marca de chocolates que solo muchos años después vi en tiendas criollas. No está demás decir que ese detalle de complacer así el deseo mañoso de un niño como yo, fue algo que me hizo muy feliz aquella vez y que luego como adulto, llegué apreciar como otro ejemplo de las bellas personas que tenía a mi lado.
        
3. Una relación más personal.

     El abuelito Daniel tenía muy buen ojo para muchas cosas y una vez me dijo que él bien sabía de qué nietos podía esperar, que fuésemos los mejores estudiantes y luego mujeres y hombres de bien (bueno, más o menos esa era la idea de sus palabras, que me dedicó en una de nuestras charlas).  Yo aún era muy niño e inocente aún, que no supe captar en pleno el sentido de su  discurso; pero aquella ocasión me quedó grabada para siempre, pues fue una de las primeras personas cercanas a mí en tenerme fe, de que podía ser alguien en la vida. Respecto a todo esto, también fue otro de quienes me estimuló intelectualmente a tan temprana edad y me ayudó a amar las historias y la literatura en general (de hecho, creo que conoció nada menos que a Gabriela Mistral y me contó de ella para un trabajo que tuve que hacer sobre nuestra importante poetiza).  En los primeros años de mi educación básica, era una de las personas a las que acudía por cualquier duda y me acuerdo muy bien de lo entretenido que fue hacer con él un muestrario de maderas y otro de hojas de árboles.
    De vez en cuando conversábamos de libros y recuerdo que la abuelita Blanca también era una consumada lectora, si bien en su caso la apasionaban las fotonovelas y la narrativa rosa (historias de amor), que coleccionaba y luego intercambiaba.  Yo desde pequeño comencé a formar mi biblioteca, que el abuelito Daniel me felicitaba por ello, conversando de vez en cuando de los libros, cómics y revistas que adquiría.  Un día me encontraba en mi pieza dedicado a mis enseres, cuando el abuelito Daniel corrió la cortina de la ventana que me daba la espalda, para mostrarle mi colección a un muchacho que andaba haciendo unos trabajos manuales por acá (eran los tempranos noventa, yo estaba cursando la enseñanza media y tenía mi cuarto lleno de afiches de películas).  Yo sabía que él estaba orgulloso de que su nieto compartiera con él ese mundo de letras, imágenes e imaginación; empero, también se me hizo la idea de que en su afán pedagógico, quiso mostrarle a ese muchacho que era más o menos de mi edad, que había todo un mundo de fantasías, belleza y arte al que él también podía acceder. 
     Era el año de 1993, el último de mi educación en el colegio y el abuelito Daniel cayó muy enfermo.  Fue internado en una clínica u hospital y todos nos preocupamos de su salud.  Siendo que yo vivía tan cerca, cuando lo visité estando aún internado, al asomarme al umbral de la puerta del cuarto en el que se encontraba, verlo en ese estado y tan flaquito me sobrecogió; me comí las lágrimas que estaban por salírseme y entré para darle un cariñoso abrazo y beso, alentándolo a mejorar.  
     A partir de entonces lo visitaba seguido, que estuvo haciendo cama hasta el día de su muerte.  Pasábamos mucho tiempo juntos los dos, que le leía a gusto y charlábamos de lo humano y lo divino, por igual escuchábamos música…La verdad es que siempre mantuve la esperanza de que iba a mejorar y pronto se pondría de pie para hacer sus mil y un actividades.  Un día me puse a leerle la novela Demian de Herman Hesse, que tanto impacto me había producido unos años atrás…

     - No me gusta ese tono tan nerudiano para leer que tienes, Elwin.-Me dijo con esa certeza del hombre culto que era, que muy bien nos entendíamos en materia de literatos.  Al rato empleé otro tono y tuve su bendición para continuar con mi labor de narrador.

      En una ocasión le contaba al abuelito Daniel, alucinado de lo contento que estaba de que iban a estrenar en los cines La Mitad Siniestra, de uno de mis directores predilectos, George Romero y basada más encima en una novela de mi autor favorito, Stephen King.

     - ¿Vas a ir a verla?- Quiso saber.
     - Eso espero, aunque debo juntar la plata para ir al estreno.
     - ¿Cuánto cuesta?- La verdad es que no recuerdo el precio de la entrada en aquellos años, en especial en un día viernes y que era cuando en aquel entonces se exhibían los estrenos.  Luego de contestarle me dijo:
      - Abre ese cajón y saca el dinero que necesitas.

      Fue la única ocasión en la que me regaló plata. Justo cuando me dio la suma requerida, entró el tío Sergio y me sentí culpable, que no quería que pensara que me estaba aprovechando del abuelito Daniel.  No obstante, me quedé con la suma justa para pagar mi boleto y asistí a ver el filme un par de días después.  Apenas pude fui a ver a mi mecenas, para contarle de mis impresiones al respecto.
     Otra vez le llevé un casete que me había regalado mi padrino de Confirmación, por cumplir ese año la mayoría de edad, del músico chileno Joakín Bello.  Se trataba de su famoso trabajo titulado Más Allá del Arcoíris y en el que para acompañar sus preciosas composiciones, agregó sonidos naturales de aves y otros animales de nuestro país, además de ríos y otros propios de esta patria nuestra…A los segundos de comenzar el primer tema, lleno justamente de estos sonidos evocadores, se puso a llorar con mucha intensidad, por lo que, por supuesto, me asusté.

      - ¿Qué le pasa, abuelito?- Le pregunté compungido.
      - Nada malo, mijo.  Pero quiero darte las gracias.
      - ¿Por qué?
      - Porque con esa música que me has traído me has devuelto a mi juventud, cuando estaba en medio de la naturaleza y escuchaba esos cantos y sonidos que pensé que nunca más volvería a apreciar.  Es el mayor regalo que me has dado.

       Dos semanas después de este hecho, nuestro Abuelito falleció.  Este recuerdo solo lo había compartido hasta ahora con muy poca gente y la primera de esas personas viene a ser la tía Elsa, otra de mis queridos Fuentes con quien tengo muchos temas en común y a la que adoro; ahora los hago parte a todos ustedes, entre familiares y demás lectores de ello.

4. Despedidas.

     No quiero acabar este texto que ya se ha extendido más de lo previsto y que como se darán cuenta voy a publicar en dos partes, con la partida del abuelito Daniel; sería muy doloroso, creo.  Tengo muy presente en mi memoria cómo fue todo ello, con muchos detalles que me marcaron, tal vez no de tanta pena; si no que de melancolía, porque bien hubiese querido haber aprovechado más su compañía y hacerle saber mejor lo valioso que era para mí.  De seguro cada uno de nosotros tenemos muchos bellos relatos y graciosas anécdotas que contarnos sobre él y la abuelita Blanca.  Esta es mi manera de honrar la memoria de ambos, que bien sé lo bello que es ser niño y tener a ese tipo de personas contigo. 

Loa abuelitos fueron testigos del matrimonio de mis papás.

7 comentarios:

  1. elwin lagrimas han caido por mis mejillas al leer algunos pasajes de tus escritos y me has hecho recordar mis vivencias con ellos siempre estaran en mi memoria y mi corazon porque fueron parte importante para mi y mi familia que era la mas pobre de todas y ellos dentro de sus posibilidades ayudaron en nuestro crecimiento y en lo personal a mi que me acogieron y pude salir adelante gracias gracias gracias por todo abuelitos

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    1. Te agradezco que te pases por acá y compartas tu propia experiencia, que tuvimos la suerte de tener a esta bella gente a nuestro lado y a nosotros mismos para tener una bella infancia y adolescencia juntos. Una duda: ¿Eres la primita Cecilia?

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  2. Amigo, mucho te demoraste en escribir de tus abuelitos, que lindos recuerdos.

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    1. Gracias, Ceci, por pasarte por acá...Te cuento que llevaba meses con este proyecto y que me alegra haber concretado.

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  3. Saludos Elwin, aquí murinus20

    Este texto tuyo me trajo recuerdos de mi propio abuelo.
    La casa en que vivo es la que mis abuelos construyeron
    Lo que mencionas de la tv en blanco y negro también paso con mis abuelos nunca tuvimos tv a color sino hasta 1989 antes de esa todas fueron blanco y negro una incluso de 5 pulgadas o 12 centímetros de pantalla, venía integrada con una radiograbadora, una broksonic.

    También aquí se hacian reuniones de Navidad, Año Nuevo y ocasionales reuniones de todos los hijos y nietos por lo regular los domingos.

    Eres muy afortunado de que tu abuelo te impulsara a leer y ser estudioso Elwin.
    De donde yo vengo, la barbarie, eso es raro, impulsar a alguien a leer, decirle que sera alguien de bien, aquí se considera que cada quien nace con sus capacidades y el trabajo duro es lo que sirve.
    Estudiar o leer por placer es algo que se considera como mínimo, raro, coleccionar libros y tener bibliotecas? eso ni pensarlo, es más normal ver que alguien sea alcoholico o drogadicto que bibliofilo.

    También fuiste afortunado de tener a tu querido abuelo hasta 1993 Elwin, por lo que mencionas estabas en lo que, aquí, seria el ultimo año de preparatoria, vocacional o bachillerato, educacion media superior, se le llama aqui.

    Si es una experiencia terrible ver a gente que apreciamos deteriorarse y fallecer.

    Mi abuelo padecio diabetes mal cuidada debido a su buena fuerza y resistencia fisica, se confío, no se cuidaba y se deterioro mucho, llego a perder una pierna y menos de un año después fallecio de un infarto esto fue en 1986.

    Por eso digo que fuiste afortunado Elwin, tu disfrutaste varios años mas de la compañia de tu abuelo y tienes muchos más recuerdos que conservas y compartes de el.

    Gracias por compartir estas entradas Elwin, como ya mencioné me trajeron recuerdos del buen tiempo que disfrute junto a mi abuelo.

    Hasta Pronto.

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    1. Esta serie de recuerdos la escribí pensando en mi familia y como ya es habitual son amigos como tú los que parecen más valorar lo que hago. Gracias, una vez más, por darte tiempo para estos textos tan personales.

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