miércoles, 19 de abril de 2023

Toda vida es un espectáculo.


1. Verano.
 
    Voy al teatro seguido, dentro de lo posible, con mi sobrinito Amilcar de 13 años.  Desde los 7 años, más o menos, que lo llevo al Anfiteatro Bellas Artes, lugar muy querido por ambos.  Aprovechamos en especial el festival de artes escénicas de Teatro a Mil, que se hace en enero en todo el país, pues en dicho lugar siempre mantienen una cartelera atractiva, en especial para ver junto a un menor de edad (hay que estimular el interés de un niño por estas expresiones culturales ¿No?).  Este verano nos vimos, entre otros títulos, La Historia Invisible, siendo justamente la última que disfrutamos antes de entrar a clases, pocos días antes de comenzar el actual año escolar.
    Una compañía de teatro proveniente del Puerto de Valparaíso, con el curioso nombre de Hypókritas, estrenaba en las dependencias de nuestra sala favorita la historia acerca de una amistad entre un anciano solitario y una niña inmigrante haitiana (representada por una marioneta y manejada por una actriz, quien es la única otra actriz que comparte el escenario junto a quien hace del otro personaje).  De unos 50 minutos de duración, como es costumbre entre los títulos dirigidos al público infantil, La Historia Invisible nos retrata tanto el Chile actual, como nos lleva a reflexionar y emocionarnos con sus diálogos chispeantes y personajes. Hay humor y ternura detrás de esta pieza, que hasta lagrimita me sacó.

2. Otoño.

    Por completo en un tono diferente, a la obra apreciada a fines de febrero junto a mi niño, el recién pasado fin de semana la misma gente de Hipókritas nos trajo Hijos del Cauce, un espectáculo de esos que da gusto ver en vivo, inspirado en la novela autobiográfica El Río de Alfredo Gómez Morel (1917-1984).  El libro cuenta sobre la infancia y juventud de su autor, quien nació en la miseria (hijo de una prostituta de mala muerte), pasando sus primeros años por el abuso de menores y la vida como niño mendigo bajo el puente del Río Mapocho; luego nos muestra sus primeros pasos en la delincuencia, que lo llevan a caer varias veces preso.  El tomo, que forma parte de una trilogía, se publicó siendo su Gómez Morel ya un adulto, estando aún en prisión y hasta fue traducido al francés con un prólogo de nada menos que Pablo Neruda.  Lamentablemente, el escritor no consiguió la notoriedad correspondiente (nadie es profeta en su tierra) y murió en el olvido y nuevamente en la pobreza (intentó que la dictadura de Pinochet lo apoyara económicamente, craso error, porque en ningún caso a un "paria" como él, le prestaría su apoyo un gobierno dirigido a la élite).


Alfredo Gómez Morel

3. Invierno.
 
   Hijos del Cauce consigue armonizar el drama detrás de una vida dura, como la del autor de El Río (1962) , con el despliegue audiovisual en vivo y ser capaz, gracias a lo anterior, de cautivar a una audiencia hambrienta de un show de calidad.  Con varios actores en escena (cerca de unos 10), quienes hacen más de un papel en su desarrollo (destacando las mujeres con su travestismo y caracterizaciones tan diversas entre sí), incorpora cantos, bailes, humor y un lenguaje que combina a la perfección la prosa poética, con el habla inculto e informal, propio del coa (de la cárcel y el lumpen, que recordemos la mayoría de sus personajes pertenecen a los "bajos fondos").
    Destacable resultan ser los recursos dramáticos y escénicos, que, con una escenografía sencilla, manejada con gran plasticidad física de parte de los actores (apoyados también por diálogos y monólogos potentes), nos representan lo más escabroso del argumento, sin ser tan gráficos y pese a todo tan claros en su mensaje (en especial en lo que concierne a la violencia sexual).
    La hora y medía que dura aproximadamente, se pasa en completa atención y diversión, sin dejar de llevamos a la reflexión: cuánto nos puede transformar la miseria en cada una de sus aristas, en especial la violencia y la pobreza, así como qué tan difícil o posible es escapar de su círculo vicioso (representado no solo en el protagonista de la historia, sino que también en la mujer a la que este ama).  Debido a lo anterior, por mucho que haya cierta resiliencia en el protagonista, no estamos acá frente a una historia de corte esperanzador, si no que el tono más amargo se mantiene debajo de la poca ternura y la chispeza que se aprecia a simple vista.
    El argumento examina valores como la amistad (entre hombres y en las peores condiciones), la lealtad y el honor.  La soledad y la decadencia de las instituciones (iglesia, estado, ley y orden), también son abordados por esta joyita del teatro actual nacional.
 
4. Primavera.
 
   Vi esta obra junto a mi sobrinito Amilcar, el único menor de edad en la función y quien solo pudo entrar a verla porque cumplía con el requisito de edad mínima (pues, además, ya lo ubicaban por ser "cliente frecuente", aparte de conocer mi identidad de profesor).  Algo le dije antes sobre de qué iba este espectáculo, cuando íbamos en camino a verlo, que no se trataba de uno de carácter infantil, sino que de temática social (ya estoy viendo con él filmes y series más serios y/o violentos, que uno mismo de niño lo hacía solo o con sus pares, sin un adulto que lo retroalimentara y guiara).
    Mi guaguita quedó fascinado con todo, aunque de seguro, en gran parte, porque una cosa es contemplar una peli o una serie sobre la vida dura y otra ver un espectáculo en vivo sobre el mismo tema y a pocos metros del escenario, más encima.  Cuando todo acabó, Amilcar se puso de pie por su propia cuenta, para ovacionar a los artistas y nadie más, incluso yo mismo, lo hizo (pese a que se notaba el gran efecto positivo que provocó en toda la audiencia).
    Hijos del Cauce se volverá a presentar este próximo fin de semana, en el mismo Anfiteatro Bellas Artes, los días 22 y 23 de abril, a las 7 de la tarde.  Como siempre, tal como es tradición en el lugar, un payaso muy gracioso y simpático (Moñito de las Mercedes, la mayor parte de las veces) es el anfitrión y presenta de manera bastante agradable a los artistas que saldrán a escena, haciendo participar al público antes de la obra.  No hay venta de entradas, pues el sistema de retribución económica es "a la gorra" (pero "que no suene"), ya que la idea es que la actividad sea "democrática" y cada uno pague lo que pueda, aunque de forma consciente.  En la página del teatro pueden ver la cartelera e inscribirse en la "fila virtual" para un título determinado, aunque igual pueden llegar a sus dependencias antes de la función y pedir un ticket (que luego se devuelve) o inscribirse en la lista física (todo dependiendo de cuál sistema de los dos esté en activo).
    Ojalá lean este post antes de los días señalados, vayan y disfruten de Hijos del Cauce en nuestro amado Anfiteatro (las pinturas de sus baños me encantan, así como sus muñec@s y su gato) o si no aprovechen la primera instancia, en cualquier otro lugar, donde lo estén dando en alguna fecha futura.

Amilcar, yo y Moñito de las Mercedes a la entrada del Anfiteatro de Bellas Artes.

6 comentarios:

  1. Hola Elwin, no soy de ir a ver teatro pero las veces que fui fue me encantó ver otro formato a diferencia de las pelis , es entretenido, veré si me acerco más a este arte, capaz que valla el fin de semana al dato que diste , ah exelente foto.

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    1. ¡Hola! De hecho tengo muchas ganas de ir con ustedes ¿Se animan?

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  2. Me encanta el teatro pero por diferentes factores no voy con la frecuencia que me agradaría asistir.

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