Uno que ha vivido casi medio siglo y nació justo en el último cuarto del
periodo anterior, ha sido testigo del desarrollo y evolución de la tecnología a
pasos gigantes. Lo anterior se hace más
evidente, porque estamos hablando de recursos y medios que ocupamos de forma
cotidiana y/o seguido; por lo tanto, solo basta con mirar atrás, de manera
detenida, como para darse cuenta de qué manera cambió todo.
Cuando llegué al mundo el 5 de julio de 1975, las fotografías eran en blanco y negro o en tono sepia; habían a colores ya (creo), pero estas eran caras y entonces el común de la gente en Chile, como mi familia, no tenía acceso fácil a ellas. De hecho, las fotografías en sí era un lujo caro o al menos no eran tan populares entre la mayoría de la gente como ahora, que al menos entre mi familia no se acostumbraba a sacar fotos siempre; es así que solo tengo una foto mía de cuando era bebé (una guagua gordita y sonriente) y luego el salto fue ya a partir de los cinco años, que por ser ei regalón de mi familia, mis padres, me sacaban unas cuantas, para mis cumpleaños, en vacaciones y para ciertas actividades del colegio. Y pensar que en la actualidad las fotografías en escalas de grises son consideradas elegantes y artísticas, puesto que las usan muchas personas con pretensiones estéticas.
No voy a hablar de las fotos antes de mi época, que para eso tienen acceso a un montòn de páginas en la Red, puesto que la idea de estas memorias es justamente compartirles mis propias experiencias al respecto; así que aquí sigo...
De mi más tierna infancia, recuerdo haber tenido en mis manos un objeto que me pareció raro y me llamó la atención: Era algo así como un bloque de unos diez a quince centímetros, de un material sintético como el plástico, segmentado en rectángulos; más o menos transparente todo:
- ¿Qué es esto? - Pregunté a
alguien todo intrigado, teniendo en mis manos el objeto y que me parecía algo
de procedencia alienígena.
- Es para sacar fotos de noche o con poca luz. Se pone en la cámara - Me dijeron.
En efecto, se trataba de un adminículo
que se compraba aparte para ciertas cámaras fotográficas y se insertaba en
alguna parte de esta con ese fin; el aditivo tenía una vida útil para una
cantidad limitada de imágenes, hasta donde yo sé, de modo que luego quedaba
inservible. Así de prehistórico era todo
en aquellos años.
Cuando llegué al mundo el 5 de julio de 1975, las fotografías eran en blanco y negro o en tono sepia; habían a colores ya (creo), pero estas eran caras y entonces el común de la gente en Chile, como mi familia, no tenía acceso fácil a ellas. De hecho, las fotografías en sí era un lujo caro o al menos no eran tan populares entre la mayoría de la gente como ahora, que al menos entre mi familia no se acostumbraba a sacar fotos siempre; es así que solo tengo una foto mía de cuando era bebé (una guagua gordita y sonriente) y luego el salto fue ya a partir de los cinco años, que por ser ei regalón de mi familia, mis padres, me sacaban unas cuantas, para mis cumpleaños, en vacaciones y para ciertas actividades del colegio. Y pensar que en la actualidad las fotografías en escalas de grises son consideradas elegantes y artísticas, puesto que las usan muchas personas con pretensiones estéticas.
No voy a hablar de las fotos antes de mi época, que para eso tienen acceso a un montòn de páginas en la Red, puesto que la idea de estas memorias es justamente compartirles mis propias experiencias al respecto; así que aquí sigo...
De mi más tierna infancia, recuerdo haber tenido en mis manos un objeto que me pareció raro y me llamó la atención: Era algo así como un bloque de unos diez a quince centímetros, de un material sintético como el plástico, segmentado en rectángulos; más o menos transparente todo:
- Es para sacar fotos de noche o con poca luz. Se pone en la cámara - Me dijeron.
Estaban las polaroids, que era lo "último" de los avances: Una cámara con forma de buzón minúsculo, que sacaba fotos instantáneas, las que salían enmarcadas en un cuadradito con bordes blancos; eso sí, había que esperar que la imagen tomara forma, pues una vez sacada la foto y salida de la maquinita por una ranura, había que esperar un par de minutos (la verdad es que ignoro el tiempo preciso, pero recuerdo que era breve). Por cierto, ninguno de mis cercanos tenía uno de tales aparatos y solo los vi en plazas o eventos usados por gente que vivía de esa labor; que no faltaba el caballero con delantal blanco, que ofrecía fotos sobre un caballito o poni de mentira (y tengo al menos una de esas, aunque mi recuerdo más vivido es el de un Viejo Pascuero joven y flacuchento, que para una Navidad junto a un fotógrafo ofreció por mi casa fotos para los niños). Por cierto: Estos aparatitos fueron tan famosos, que hasta Stephen King escribió una novela corta sobre uno de ellos: El Perro de la Polaroid.
Para las fotos, ya cuando uno logró tener su propia cámara o al menos contaba con alguna ajena a la mano, se usaban unos rollos de cinta que se insertaban dentro de la máquina. Para eso se abría una especie de puertecita detrás de la lente y en la que se enganchaba parte del filme aún sin usar, el cual sobresalía del rollo mismo; luego se dejaba hermético todo y a inmortalizar tus recuerdos. Si se abría por una u otra razón tal compartimiento, se echaba a perder el material (en las pelis gringas, estaba la típica escena de cuando a un fotógrafo alguien, por lo general un delincuente, le jodía su trabajo de paparazzi a través de ese método). Por cierto, los rollos que se vendían en las tiendas especializadas, que abundaban las dedicadas al rubro, eran de 24 y 36 fotos. Salían baratos estos insumos y tenías muchas marcas para escoger en la misma tienda.
Luego de sacar las fotos, ibas a los mismos locales donde vendían las películas y allí escogías el tamaño por el cual deseabas que te las revelaran; obvio que mientras más grandes, más caras. Uno esperaba expectante la fecha en la que te tendrían listo tu encargo, que más encima no sabías cómo iban a quedar y si todas estarían "buenas". Ocasionalmente el ángulo de la imagen no era adecuado y alguien salía con la "cabeza cortada" y otras veces aparecía una línea multicolor con bordes disparejos, cruzando la foto de forma vertical en uno de sus costados; a veces era justo la foto que más deseabas la fallada o que simplemente no venía en el sobre que te entregaban.
En algunas tiendas te pasaban de regalo unos sencillos "álbumes" para meter en ellas tus fotos (unas especies de libritos que tenían unos plásticos transparentes, donde metías tus fotos) y así conservarlas para verlas todas las veces que quisieras. Por supuesto que se podían comprar álbumes de mejor calidad, con tapas duras, algunos con una bella portada que llevaba una ilustración y con páginas que tenían una película trasparente, que cubría la superficie adhesiva de estas, donde ponías las fotos y quedaban protegidas entre la parte dura y la blanda. En casa tenemos varias de esas y nunca llegué a completar la que me compré por mi cuenta, cuando el mundo era otro y todavía no se movía.
A principios de siglo llegaron las cámaras digitales, me refiero a aquellas que estaban a disposición del resto de los "mortales". La novedad era que podías ver la foto que sacabas y si no te gustaba la borrabas. Guardabas en una memoria las imágenes, que por medio de un cable USB podías traspasar a otro medio como un computador. Si no mandabas a imprimir las fotos, podías hacerlo tú mismo si tenías tu propia impresora. Por mi parte, aún conservo la que me regaló mi comadrita Ledda, la que me regaló para un cumpleaños hace más de dos décadas; recuerdo que hasta le compré un bolsito, que lo llevaba colgado alrededor de mi cuello vez que la iba a usar.
Entonces aparecieron los celulares con cámaras incorporadas, los que más encima permiten sacarse selfies y de ese modo nos volvimos locos sacando fotos a diestra y siniestra. Cada vez estos recursos fueron más sofisticados, a medida que los mismos dispositivos se volvieron mejores; de ese modo las fotos pueden tener "nivel de belleza" y todo tipo de filtros, de modo que tendrías a mano la posibilidad de mejorarlas a gusto y que no se te notara tanto el paso de los años. A partir de entonces, por mi parte, me limité a usar solo mi celular para sacar todas las fotos que quisiera.
Cabe mencionar que, si bien las más jóvenes generaciones hoy en día cuentan con la misma mentada tecnología, solo en raras ocasiones saben del placer que es tener en tus manos esos retratos del pasado; algunos y algunas sabrán apreciarlos como corresponde.
Me quedo de todas formas con el formato análogo por sobre el digital. Creo que lo que más me gustaba de ese mundo era poder revelar. Yo iba al laboratorio de la PUC hasta que lo cerraron.
ResponderEliminarPor supuesto que como fotógrafo debes disfrutar mucho del acto de revelar tus propias fotos ¿Has hecho alguna vez una exposición de ellas? Tengo una amiga BKN que entre sus talentos se encuentra ese arte, pero usa el formato digital y asistí a una exposición suya.
EliminarExcelentes recuerdos Elwin, los que ya pasamos los 50 años recordamos con cariño eso de "tomarse un tiempo" para hacer la foto porque teníamos el límite físico del rollo de película. Una anotación: recuerdos las primeras cámaras digitales que no tenìan memoria, eran con diskette de 3 1/2, pero duraron poco. ¡Saludos!
ResponderEliminarRICARDO
Creo que no llegué a conocer las cámaras que mencionas. Fue bello vivir esa época.
EliminarTuvimos cuando pequeño una de esas cámaras largas y angostas que hasta el rollo era diferente, siento que magia de la de la fotografía se ha perdido un poco con digital, no vamos a negar la digitalización ayudo a mejorar significativas, pero como que no es lo mismo, se voloraba comprar el rollo y luego ir a revelarlo
ResponderEliminarEra todo un rito usar esas cámaras, desde comprar los rollos y la emoción de esperar que te revelaran las fotos. Gracias por compartir.
EliminarYo tengo aún de esas fotografías, pero en mi caso parece que escogieron los momentos más ridículos para sacármelas. ¿O será que yo siempre andaba con cara de payaso? En fin, la cámara que tenían mis padres era una de esas que tenían el visor encima de la cámara y apuntando hacia arriba, que funcionaba con un sistema de espejos, además, la cámara se ponía a la altura de la cintura, con la cabeza mirando hacia abajo, porque de otra forma no veías nada en el visor.
ResponderEliminarOtra cosa que me parece que habría que nombrar era que los establecimientos que revelaban fotografías o quebraron o quedaron reducidos a su mínima expresión (en concepción estaba la Casa Orellana, que si no me equivoco tuvo cinco locales al mismo tiempo, pero ahora a duras penas tiene uno).
Es de suponer que gente como nosotros guarde muchos recuerdos como esos... Supongo que con las fotos actuales estás más contento con los resultados ¿No?.
EliminarEra de suponer que esas tiendas desaparecieran. En Stgo. Centro habían muchas de ellas y podías escoger aquella que las mejores promos.