domingo, 17 de agosto de 2014

El Pecado y la Decadencia en “Seven” de David Fincher.


     Tras un exitoso y alabado debut cinematográfico con Alien 3 (1992), el público y la crítica esperaban bastante más de su entonces joven director, David Fincher; éste antes de dar el salto a las salas de cine, se había fogueado detrás de las cámaras filmando celebrados videoclips para artistas de primera fila como Paula Abdul, Madonna, Billy Idol y George Michael.  Fue así como en el año de 1995 llegó la nueva película, de quien con el tiempo haría una importante carrera en el séptimo arte, con títulos que en la actualidad están considerados entre lo mejor del cine hollywoodense.  La segunda cinta de Fincher corresponde al filme de suspenso Seven, conocido en español bajo el nombre de Los Siete Pecados Capitales.  Dicha obra con rapidez acaparó la atención de la gente, gracias a un inteligente guión original y a una atmósfera opresiva que marcó escuela a tal punto que como otras cintas esenciales, originó una serie de copias (unas buenas y otras malas como era de suponer) e inspiró a otros artistas a crear nuevas historias siguiendo su particular estilo (siendo el mejor ejemplo de ello la serie de televisión Millenium de Chris Carter).  Ahora bien para ser sinceros, una obra cómo está también contó con otros aspectos artísticos y técnicos, que le ayudaron a obtener su destacado sitio entre las numerosas producciones que se hacen año a año en Gringolandia;  por lo tanto para ser justos, se referirá más adelante a dichos aspectos para tenerlos en cuenta a la hora de apreciar en mayor medida esta película.  No está más decir que el filme en cuestión está considerado entre lo mejor de la década de los noventa y que asimismo se encuentra en muchas listas entre los grandes largometrajes de la historia del cine.
     Seven es un drama de suspenso que se nutre del llamado cine negro (policial con personajes retorcidos y ambientes lúgubres, cargado de bastante violencia y un discurso político de denuncia social) y las también populares historias de psicópatas (psicothrillers en inglés, siendo uno de sus mejores ejemplos la clásica Psicosis de Alfred Hitchcock).  Su trama versa sobre un detective de homicidios que se encuentra a días de jubilar por anticipado, ya cansado de las miserias que le ha tocado vivir personalmente y las que ha visto e investigado como agente de la ley y el orden.  Es entonces que llega a su oficina un joven detective para ocupar el cargo que el hombre mayor se encuentra por dejar y cuando todo parece que va a tener su desarrollo normal, se presenta un extraño caso de asesinato que les hace darse cuenta a ambos investigadores, que se encuentran en la antesala de una serie de crímenes realizados por una mente enferma (y no obstante de un sujeto de extrema inteligencia).  En un principio ambos sujetos, un hombre ya maduro, taciturno, solitario y casi misántropo, y un sujeto casado, lleno de esperanzas y sueños, apenas consiguen soportarse; no obstante gracias a la casi angelical intervención de la bella esposa de éste último, ambos logran dejar sus rencillas y aprenden a trabajar juntos llegando a simpatizar entre sí.  En cuanto a los horrendos homicidios que comenzaron a hacerse públicos el mismo lunes de esa semana, estos tienen relación con la fijación erótica-religiosa de su perpetrador y que consisten en castigar a 7 sujetos diferentes y a quienes considera culpables por vivir en relación a cada uno de los 7 pecados capitales (todo ocurre en una intensa semana completa, siendo el número de días significativo con respecto al mismo leiv motiv que lleva al asesino a realizar sus acciones); de este modo los cuerpos irán apareciendo sometidos a diversos e “ingeniosos” vejámenes, considerando el siguiente orden: gula, avaricia, pereza, lujuria, soberbia, envidia e ira.  Si bien ambos protagonistas son individuos de gran talento en su oficio, el asesino en todo momento se encuentra por sobre sus capacidades, de modo que al final es sólo debido al propio plan de éste, que los detectives logran ajusticiarlo.  El inesperado desenlace, casi una tragedia griega por corresponder a la idea de la inexorabilidad del destino y a la existencia de poderes superiores a los mortales (en este caso representados por el patético psicópata), resulta ser uno de los más comentados, duros e inesperados de la cinematografía.

Una de las escenas más chocantes de este filme.

     Cada vez que los protagonistas se adentran en las escenas del crimen, el dramatismo de la puesta en escena toma un cariz aterrador, a lo que se suma la música a cargo del veterano compositor Howard Shore, quien en sus acordes para este filme rememoraba a algunos de sus trabajos más clásicos para las películas de horror del “primer” David Cronenberg (como Scanners y su soberbio remake de La Mosca); es así que la banda sonora de Shore logra ser el acompañamiento perfecto para crear tal tensión, que, por ejemplo, cuando ambos detectives entran en la casa de la primera víctima, quien por primera vez ve la cinta llega a sentirse agobiado ante la eminencia de un horror oculto y prometido.   A todo esto se suma una fotografía que acentúa las sombras y los tonos oscuros, acompañada de una dirección de arte donde se destaca la suciedad y lo viejo de la ciudad en la que se desarrolla la historia (supuestamente transcurrida en Nueva York).  Tampoco se puede olvidar el uso de la iconografía religiosa cristiana y especialmente católica, relacionada con las obsesiones del desquiciado que motiva los acontecimientos de la película; de esto modo abundan las imágenes propias de la simbología y la estética de dicha teología, aunque por lo general ligadas a los tormentos del Infierno y la punición de las debilidades humanas.  También apoyando este uso siniestro de dicha imaginería, el elemento gore de las muertes sufridas por las inmolados para la época en la que fue hecha, resulta ser bastante realista y cruda (como también pavoroso); a ello se agregan todo tipo de imágenes macabras una vez que los personajes principales entran al cubil del psicópata y que se muestran de forma fugaz, aunque impactante (hay fotos de cadáveres, extremidades deformes, etc.).  A todo esto se suma la intertextualidad que en varias ocasiones hace referencia directa a la literatura clásica ligada a los temas respectivos, como La Divina Comedia de Dante, Los Cuentos de Canturbery de Chaucer y el Mercader de Venecia de Shakespeare (por tanto el espectador se encuentra frente a un largometraje que reboza de intelectualidad).
    Otro punto a destacar dentro de los detalles que le otorgan a Seven su carácter de obra maestra, viene a ser la elección de sus actores y que en especial en los cuatro roles principales que permitieron que la película llegara a ser lo que es.  En primer lugar se encuentra la figura de alguien como Morgan Freeman, quien como siempre en sus intervenciones para el cine, logra crear un personaje entrañable y verosímil; el filme comienza y termina con él (en este último caso, con un breve y emotivo monólogo en off citando a Hemingway), siendo su personaje el guía para que el espectador a través de su protagonismo, pueda testimoniar lo más oscuro de la condición humana.  Su postura frente a la vida, casi pesimista, se constituye en un punto de inflexión para meditar gracias a sus diálogos sobre el supuesto sinsentido de la existencia y la pérdida de los valores para una humanidad sumida en la apatía.  No obstante pese a su falta de “felicidad” el hombre no pierde su noción de justicia y bondad, lo que lo hace tener más templanza que su propio compañero.  Este hombre culto y experimentado contrasta en todo caso con el antagonista de la cinta, de quien nunca se llega a saber su verdadero nombre (pues se hace llamar John Doe, apodo dado en USA para la gente sin identificar), quien si bien comparte con él la sapiencia y la misma posición respecto a lo mal que anda el mundo, se encuentra cegado ante su propia falta de empatía y bajezas morales (porque además, sin duda está LOCO); de este modo John Doe en vez de luchar por el mundo tal cual el viejo detective (parafraseando la cita de Hemingway usada en Seven), se dedica cual figura del Antiguo Testamento a castigar con crueldad y a sembrar el temor en vez del perdón.  Y es justamente gracias a las dotes histriónicas de un por entonces casi desconocido Kevin Spacey (quien luego de este rol logró gran notoriedad internacional), que el trastornado de turno se convierte en un hombre del saco moderno; además Spacey lo interpreta con una soltura tal, afeminado, delgadísimo, elocuente y sin dudas enfermo mental, que cuesta sacarse de la cabeza su amenaza.  Otra contrapartida al papel de Morgan Freeman, si bien de una forma mucho más positiva, viene a ser la de la esposa del otro detective y que aquí se encuentra interpretada por Gwyneth Paltrow en sus inicios (pero aún así ya soberbia); es así como dicha fémina se constituye en el personaje que a lo largo del guión, viene a encarnar cierto tipo de inocencia y delicadeza que en el resto de los personajes falta.  Por último se encuentra el otro miembro que forma parte del dúo protagónico y que corre a cargo de nada menos que Brad Pitt en uno de sus primeros papeles estelares.  Pitt toma su rol con dignidad, si bien para este trabajo le tocó codearse con un gigante de la actuación como el ya mencionado Freeman; no obstante teniendo en sus manos a un personaje complejo como el suyo, quien a lo largo del guión pasa por varios cambios de ánimo, resulta convincente y más todavía cuando logra provocar lástima hacia su triste final.  El joven detective en muchos aspectos viene a ser lo contrario de su pareja profesional, siendo lo más significativo de sus diferencias la falta de equilibrio emocional que luego se transforma en su propia perdición (de este modo en la cinta queda claro la ineptitud de la juventud, que queda desfavorecida al ponerla frente a la cordura de la madurez).
    En pocas palabras, quien a la fecha no haya visto esta obra, debe procurar a la brevedad hacerlo, pues se está perdiendo una de las películas más sublimes de su género; mientras que quien no la haya vuelto a ver desde hace rato, bien debería darle otro oportunidad, de modo de encontrar en ella nuevos focos en los que detenerse para disfrutarla con plenitud.

David Fincher: un director para tener en cuenta.

2 comentarios:

  1. Fíjate que sigue siendo una de mis películas favoritas, aunque la haya visto un montón de veces y el efecto sorpresa se haya ido diluyendo visionado a visionado, pero sigue teniendo una fuerza visual increible y Kevin Spacey está magistral, en cuanto sale en pantalla se come a Brad Pitt y a Morgan Freeman (que ya tiene más mérito) con patatas fritas. Un clásico moderno, junto con "Sospechosos habituales" y "El club de la lucha". ¡Saludos!

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  2. A mí también me gusta demasiado esta cinta y recuerdo con mucho cariño y nostalgia cuando la fuí a ver al cine, en una época ya tan lejana para mí. Esta es una de esas obra de arte que crecen en su apreciación cada vez que uno las vuelve a ver y a disfrutar. Me alegro mucho de habérmela comprado ahora en blu-ray y haberla visto de nuevo.

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