miércoles, 21 de diciembre de 2016

Hayao Miyasaki y el Estudio Ghibli. Parte 10: El Viento se levanta


     La última cinta dirigida a la fecha por el sensei Hayao Miyasaki (y que al parecer sería su despedida, pues ya tiene 75 años de edad), data de 2013 y se llama justamente El Viento se levanta, la cual tal como El Castillo Ambulante se basa en una novela, aunque en este caso de un compatriota suyo (Tatsuo Hori); no obstante a diferencia del filme sobre el mago y ambientado en un país ficticio de características europeas, nos encontramos en este caso con otra historia suya transcurrida en Japón.  De hecho, la cinta viene a ser quizás su obra más comprometida a la hora de reflejar el espíritu de su nación, en especial por estar enmarcada dentro de un periodo concreto de su pasado y poseer además una severa crítica social a cierto pensamiento de su país, algo que solo había abordado de manera menos tajante en El Viaje de Chihiro.  Cabe mencionarse que antes de llevarla a la animación, Miyasaki probó primero suerte con una adaptación al cómic de la narración original.
     Esta cinta no se escapa de los temas que le interesan a su creador, como lo son el del crecimiento personal, la búsqueda de nuestro lugar en el mundo (con la correspondiente idea de la vocación, tal como en Kiki) y el romance.  No obstante se trata de un filme que en muchos aspectos se diferencia de su filmografía anterior y lo que se puede apreciar en un detalle tan significativo, como el hecho de que su argumento fue orquestado pensando en un público mayor de edad, o sea, de criterio formado.  Por lo tanto, por primera vez en sus trabajos hayamos una película que apenas posee humor, cuyo nivel de fantasía se escapa al que nos tiene acostumbrados, trabajando más bien lo onírico a lo anterior y otorgando pese a este detalle un carácter más bien realista al argumento. 
      Lo último tiene que ver además con su ambientación, que abarca varios años en la vida de su protagonista, desde su infancia tiempo antes de la Segunda Guerra Mundial y su adultez como ingeniero aeronáutico mientras Japón es aliado de Alemania, durante esta confrontación bélica; de este modo la sociedad nipona es reflejada con la minuciosidad y el lirismo propio de un artista como Miyasaki, quien acá desentraña las costumbres de su gente, su relación con el gobierno nazi y el verdadero impacto que significó para su pueblo la participación en un hecho tan importante como esta poco feliz confrontación (y que no solo otorgó malestares al país del Sol Naciente, sino que también ayudó a su modernización y desarrollo de una industria que antes no existía, tal como queda demostrado en su metraje). 
       Empero se trata de un trabajo de poca acción, lo mismo que escaso de aventura, desarrollándose todo de manera bastante lenta, de modo que para más de alguien puede ser un filme difícil de digerir y hasta aburrido; no obstante una cosa es que para muchos pueda ser no de su gusto (como en mi caso, si me permito ser sincero) y otra negarle sus muchas virtudes, que en todo caso estamos hablando un obra multipremiada, alabada por expertos y que más encima proviene de alguien de la talla del viejo maestro…
       La presencia de los aviones y su importancia para el argumento, como también la elección de contarnos a su manera esta historia por parte de su responsable, refleja una vez más su pasión por estos artefactos (tal como en Porco Rosso, si bien maquinarias de estas han salido en gran parte de su filmografía); pues ellos independientemente de su papel en la conflagración, son representados con gran belleza y al igual que sus constructores y pilotos, se les otorga una naturaleza que los encumbra por sobre el resto.
       Cabe mencionarse que su protagonista es un personaje real de la historia del Japón, Jirō Horikoshi, quien diseñó el más importante avión de la armada japonesa hasta aquellos años y con el cual esta participó en la Segunda Guerra Mundial en sus combates contra el enemigo, incluyendo el ataque a Pearl Harbor.   Pues tal como al menos es retratado en esta cinta, inspirado por el italiano Giovanni Caproni y sus aviones, siendo un niño se enamoró de estos aparatos y ello termina por llevarlo a convertirse en tan destacado hombre para su patria.  El italiano y Horikoshi nunca llegan a conocerse, no obstante en el mayor tono mágico de esta película, ambos logran conectarse a través de sus sueños y entablando a lo largo de los años, una amistad en la cual Caproni se convierte en uno de los maestros del protagonista; la mayor enseñanza que le deja el europeo al asiático, es que su talento no es algo para la guerra, sino que va más allá: la oportunidad para crear otro tipo de belleza, con máquinas que pueden otorgar al ser humano la oportunidad de volar (de este modo Miyasaki incorpora una vez más su discurso antibelicista, tal como antes lo pudimos ver en Nausicaä y La Princesa Mononoke y donde la guerra queda representada como algo atroz, que destruye tanto la naturaleza, como a nuestra humanidad).
         Siguiendo con la trama de esta obra, vemos además los problemas que tiene el joven ingeniero a la hora de llevar cabo su proyecto, ya sea en su propio país y con el estado militarista que había en aquel entonces, como en Alemania cuando se va a estudiar los avances en dicho campo por parte de los germanos.  Esta situación permite adentrarnos en lo que estaba pasando en aquel tiempo con ambos países, la crisis social, ideológica y espiritual de estas dos naciones que optaron en esa época por el belicismo y el imperialismo. Es así que en el caso de Japón, se muestra cómo al gobierno solo le interesa sacar provecho militar de los logros de Horikoshi y su equipo, algo que por supuesto para este no era de su gusto; en cambio con los alemanes se muestra su racismo incluso para con sus aliados, la paranoia que los embargaba y la oposición al régimen de Hitler, representada en la figura de un personaje bastante llamativo y de connotaciones casi sobrenaturales (destacables son los ojos con los que es dibujado, por completo distintos a los de los demás, con lo cual se acentúa su naturaleza especial).
        Pero no solo abarca  la vida profesional del protagonista este filme, sino que también la preciosa relación con su hermana pequeña, bastante estrecha y en particular su vida sentimental con la mujer a la que conoce en muy particulares circunstancias.  Tal como su fraternidad onírica con Caproni, el romance entre estos dos se extiende por años, en algo así como la idea del destino por cuanto ambos (ingeniero y amante), debían estar en la existencia de este para que se convirtiera en un hombre integral.  El amorío entre ambos comienza como algo casi idílico, aunque luego toma ribetes trágicos y que no obstante reafirma la nobleza de este y su calidad como persona extraordinaria.  Justamente algunos de los momentos más emotivos de la película, tienen que ver con la historia de amor entre Jirō y Naoko.
         La crítica que hace Miyasaki más que referirse de mala manera a sus conciudadanos y cómo se comportaron durante la Segunda Guerra Mundial (en especial el gobierno), es una invitación a la reflexión acerca de las oportunidades que tenemos para aprender de nuestros errores.  Pues queda patente el amor que tiene el director hacia su gente, lo que se puede observar cuando de manea tan visual se escenifica el terremoto de Kanto de 1923 y que pese al realismo con el que se representa, viene a dársele cierto cariz sobrenatural (dejaré a quienes no han visto el filme o no se hayan dado cuenta de ello, que reconozcan este detalle).   Teniendo en cuenta lo mencionado con anterioridad, luego de la catástrofe y sus devastadoras consecuencias, se presenta al pueblo japonés superando todo esto no solo con optimismo, sino que dando el ejemplo a la hora de seguir adelante.   Los japoneses en su mayoría son caracterizados como personas alegres, acostumbradas a apoyarse (a través del trabajo en equipo), respetuosas de los demás y laboriosos, todas ellas virtudes identificables a lo largo de esta película.

No es una fotografía, si no que una imagen de este filme en los momentos del terremoto.

        El papel del dolor (como una instancia para definir el carácter de las personas) y de la muerte, teniendo en cuenta la atmósfera más dramática de este título, toma también en este caso un papel destacado, algo que en otras cintas de Miyasaki apenas había sido esbozado.  En todo caso ello se representa de manera sutil, pues nunca se aleja del preciosismo propio de su autor, y dejando de lado lo melodramático, para contarnos una historia que si bien no es “infantil”, no pierde la estilización de los filmes del estudio Ghibli, que en general pretenden ser obras de corte familiar.
        Volviendo a los sueños de Horikoshi, tal como se mencionó más arriba, es durante sus escenas que podemos reconocer al Hayao Miyasaki maravilloso y que tantas imágenes hermosas nos ha regalado con sus otros trabajos.  Los simbolismos detrás de estos momentos, sus diálogos tan significativos y en especial el círculo que se abre con el primer sueño del protagonista y el último, nos devuelven a ese autor que pese a todo se echa de menos en el resto de esta obra.
         Jao Hisaishi, el colaborador musical habitual del director, vuelve a crear composiciones para su cine.  No obstante en esta ocasión pareciera no estar tan inspirado e incluso la canción de los créditos finales, tampoco resulta tan memorable como otros temas vocales para el cine de Miyasaki (bueno, quizás tendría que volver a ver la película o escuchar la banda sonora aparte, como para hacerme una idea más cabal al respecto). 

Una de las tantas preciosas escenas oníricas de este filme. 

2 comentarios:

  1. querido Elwin
    Me ha gustado mucho tu texto, pero no puedo dejar pasar un error grave que has cometido el famoso diseñador Jirō Horikoshi "quien diseñó el primer avión de la armada japonesa y con la cual esta participó en la Segunda Guerra Mundial en sus combates contra el enemigo, incluyendo el ataque a Pearl Harbor", esto no es del todo cierto, Jiro es famoso por diseñar aviones, quien creo varios modelos para la aviación de la marina imperial, el más famoso de todos fue el "Mitsubishi A6M Zero" el mejor caza del mundo hasta 1944, cuando modelos aliados lo superaron, pero este avión no fue el primero de la armada imperial, si no que el mejor. En segundo lugar es bueno separar aguas entre el Jirō Horikoshi histórico y el personaje de la película, ya que Jirō Horikoshi expone en su libro "historia del Zero" sus aprensiones y temores a que Japón entre en guerra con Estados Unidos en 1941, por ser una potencia industrial temible, él cree que Japón no podrá ganar esta lucha, pero no se refiere a la invasión a China en 1937 por parte de Japón y las horrorosas masacres realizadas por este último en Nankin y otras ciudades Chinas de amplia cobertura en Japón, ya que esta guerra el imperio la estaba ganando, para esa guerra se guarda sus comentarios muy bien. Con relación a su alianza con Alemania esta se hace realidad en 1941 con la firma del pacto de acero o hierro, pero este pacto a diferencia con el creado por los aliados (Estados Unidos, Inglaterra y URSS), no obligaba a sus componente a luchar en forma conjunta, sino que era más bien un apoyo económico, político y técnico, te recuerdo que cuando Japón entre en guerra en contra de Estados Unidos, Hitler declara la guerra al imperio de Norteamérica, no así Japón a la URSS. El persona histórico de Jirō Horikoshi es bueno divorciar con el hermoso personaje de la película. De lo demás muy bueno tu artículo, expresas muy bien el concepto del maestro Hayao y su critica a la guerra.

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    1. Gracias, querido Sardaukar por tus importantes aportes para este post, que bien sabes más del tema que un humilde servidor. Pondré constancia en el texto de lo que me dices.

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