martes, 27 de abril de 2021

¡No me la ninguneen!


    Este post es sobre la tercera temporada de Star Trek: Discovery y las impresiones que me provocó verla, aunque me demoré un resto considerando que terminó de emitirse hace un rato ya (en enero de este año).  La experiencia fue más que grata, que quedé gratamente sorprendido y creo que lejos ha sido la temporada de esta serie que más me ha emocionado (sí, me la lloré un montón como toda una quinceañera).  Lo que me extraña, es que un grupo de “viejos trekkers” con los que mantenía contacto, hablaron pestes de ella y yo siempre les decía “para ustedes todo tiempo pasado fue mejor ¿No?”; un amigo también la encuentra espantosa, a la serie en general… Por mi parte sé muy bien que los ñoños pueden ser tan dogmáticos y cerrados como los fanáticos religiosos y/o los hinchas del fútbol y más cuando son trekkers o seguidores incondicionales de Star Wars; no les gustan que cambien las reglas del juego, que los viejos formatos cambien para adaptarse a los tiempos venideros y se les olvida que la idea es ganar plata y por ello deben atraer a los nuevos públicos, procurando adaptarse a sus gustos; esa es la única manera de sobrevivir, adaptándose, parafraseando las palabras de mi querida Siete de Nueve de Voyager y Picard.
    Bueno, vamos al grano de una vez.  Emitida entre finales del año pasado y principios de este, “solo” contó con 13 episodios (¡Adiós temporadas de 26 capítulos como era antes!), sin embargo, esto se debe claramente a lo caro que salen y es que la espectacularidad es digna de cualquier filme hollywoodense.  Como ya pasó en las temporadas anteriores, tenemos otro arco argumental para esta ocasión: La nueva vida de los tripulantes en el futuro lejano, puesto que tras los eventos previos a lo que ahora contemplamos, fueron transportados nada menos que al siglo XXXII.  En esta época, poco queda de la Federación y como representantes de esta en un sitio donde no existe tal organización, su misión es la de traer la paz y rescatar los valores de fraternidad y solidaridad que se han perdido; mucho les toca pasar para conseguirlo, pero donde hay voluntad y los principios están claros, prevalece lo mejor de uno pese a las adversidades.  Pese a lo complicado de la misión, mucho antes de lo que pensáramos, nuestros héroes se dan cuenta que no están tan solos como pensaban.
     Mucho, demasiado pasa a lo largo de esta temporada, que estamos en la práctica en “terra ignota” y pese a que se trata de buena parte de los sectores, en los que se movían antes de su más reciente viaje.  Nuevos aliados aparecen y con ello llega una tecnología tan avanzada, que todo lo visto anteriormente resulta casi una antigualla (¿No les dije que la espectacularidad prima bastante?).  Asimismo, nos reencontramos con queridas razas en su actual acontecer, específicamente con vulcanos, romulanos y trills, siendo sus intervenciones algunos de los mejores momentos de la serie.  De igual manera, el Universo Espejo regresa para un par de episodios que, sin dudas, están entre lo más graneado de la temporada. No se pueden dejar de lado los villanos y entre ellos la líder de los grandes criminales que antes de la llegada de la Discovery, hacían y deshacían a gusto, una perra que deja a la recordada Seska de Voyager como a una niña, tratándose de una orión más encima (otra especie humanoide destacada en Star Trek) y es que su gente también brilla harto en esta temporada.



     Dos nuevos personajes hay que mencionar: en primer lugar la primera persona que conoce Michael Burnham, apenas llega al siglo XXXII, un guapo morenazo que en un principio parece un tipo egoísta, pero que en realidad es un hombre de gran nobleza que la ayuda bastante y termina por convertirse en alguien muy valioso para ella y hasta para toda la Discovery (su nombre: Cleveland "Book" Booker); y luego una adolescente humana, quien guarda dentro de sí algo muy especial, llegando a la Discovery con engaños, aunque sin malas intenciones, hasta que se vuelve parte de su tripulación (Adira Tal, de quien no diré más, porque creo es mejor descubrir por cuenta propia todas las maravillas de este gran personaje).
    Nuestros viejos amigos tienen más de un momento para destacar, entre principales y secundarios.  Michael sigue siendo la misma mujer voluntariosa de siempre y aunque muchas veces se sale del protocolo, las circunstancias lo ameritan y bien valen la pena los riesgos (no falta quien piensa que es demasiado rebelde, que ninguno de los otros personajes de la franquicia habría actuado como ella y la habrían considerado como insubordinada… ¡Y vaya que tuvieron motivos para salirse de las reglas!).  Saru, mi favorito, sigue demostrando ser el mejor personaje de la serie (y ello en parte se lo debemos al gran Doug Jones, que lo interpreta de manera tan increíble y a la vez tan conmovedora), dejándonos claro sus dotes de líder y aun así tan humano pese a su naturaleza demasiado alienígena (más encima tenemos el gusto de ver a Jones sin maquillaje, cosa rara en su carrera y donde se ha vuelto famoso por actuar siempre completamente disfrazado).  Por otro lado, la dulce Sylvia Tilly nos muestra con mayores motivos todo el potencial que esconde bajo su timidez, mientras que Paul Stamets, por fin comienza a bajar la guardia para ser alguien por quien podemos sentir simpatía (es un buen personaje, aunque desde un principio su soberbia hizo que no me simpatizara, a diferencia de lo que me pasa con los protagonistas de estas series); sin embargo, es el marido del anterior, el doctor Hugh Culber, quien consigue resaltar ahora y convertirse por fin en el médico que cada serie trekker se merece (la humanidad que ha conseguido, lo hace querible sin dudas).  Y en cuanto a la Emperador Giorgio, la verdad es que está a la altura del buen Saru, también debido al virtuosismo de la carismática Michelle Yeoh, haciendo que cada intervención suya sea una delicia para los sentidos y consiguiendo que sea, al menos en mi caso, la única perra por la cual podamos sentir afecto (igual tras un buen tiempo con los de la Federación, imposible no quedar marcado por sus pensamientos y acciones y esta vez logramos apreciar cómo alguien que fue tan desgraciada como ella en el pasado, ha comenzado a ver el mundo con otros ojos, tal como la misma Discovery consigue dejar su huella en el casi caótico siglo XXXII).  Y en cuanto a los secundarios, si no me equivoco, de una vez el resto de los tripulantes del puente consiguen dejar de ser unidimensionales, destacando la rubia a cargo de los controles de la nave y la bella morenaza de pelo rizado (sorry, no me sé sus nombres).  Me estaba olvidando de la Jefe de Ingeniería, el otro personaje LGTB del programa (bueno, además incorporan este tercer año a alguien supuestamente “no binario”), una sarcástica mujer cuya relación con el estirado Stamets, nos da momentos muy graciosos (y es que en realidad me simpatiza)
      Pese a que la trama responde al estilo que está en boga hoy en día, de desarrollar una historia a lo largo de toda la temporada, la mayoría de los episodios mantienen cierto tono independiente, con una historia propia que abordar en cada ocasión, que hace todavía más amena la serie (y en especial para quienes echamos de menos los viejos tiempos de Star Trek, aunque sin ponernos graves como los fanáticos de los cuales ya les hablé arriba).  Asimismo, tenemos unos créditos de apertura nuevamente cambiados en parte, para este tercer año y donde destacan los robotitos de mantención que esta vez hacen su debut y que en el emotivo final tienen un papel relevante. 
      Cabe señalar que Jonathan Frakes (el recordado Riker de Star Trek: The Next Generation) vuelve a dirigir más de un episodio y que para placer de los amantes del cine gore de antaño, se une al elenco como un simpático secundario nada menos que David Cronenberg, quien ya está confirmado para su regreso en la cuarta temporada y que en estos momentos está en producción.
      Para terminar, los trekkers más conocedores de la continuidad de la franquicia, volvemos a tener otro emotivo guiño a la Serie Original y que nos demuestra el amor de los actuales responsables de este universo ficcional, gracias a una muy inteligente incorporación de uno de sus más célebres conceptos.


                                                                       Créditos de apertura.

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