1- Requiem por una
Mariposa.
Hace
poco más de dos semanas nos dejó Pedro Lemebel, importante escritor nacional
reconocido no solo en nuestras tierras, sino que también en el escenario
cultural y literario extranjero. A este
autor ya se le han dedicado dos textos en esta página, los que pueden ser
leídos haciendo click aquí y acá. En
ellos ya se ha dicho bastante acerca de su genio y figura, así como comentado y
analizado algunas de sus obras; ellas lo convirtieron en un escritor sin par en
nuestras letras, tanto por su particular estilo e intereses, como por su
extraordinaria personalidad que le granjeó por un lado el rechazo de mucha
gente, como también el cariño y la admiración de muchas más personas.
Es
teniendo en cuenta el valor de su persona, al igual que el de su trabajo, que tras
su lamentable muerte que bien pareciera ser demasiado pronto (tenía tan solo 62
años cuando el pasado 23 de enero nos dejó huérfanos de su insolencia alegre),
que el Cubil del Cíclope hoy desea manifestarse con esta nueva entrada acerca
de uno de sus libros. Por ende, estas
líneas dedicadas a él expondrán muy personalmente el valor de las crónicas que
comprenden su primera selección publicada, sobre este particular género
literario de no ficción y que con tanta pasión Lemebel cultivó en su singular
estilo a medias entre la prosa poética, la autobiografía y la denuncia
social…De este modo es que en esta ocasión le corresponde a La
Esquina es mi Corazón ser el objeto de la atención de un servidor.
Antes de ir de lleno a esta colección en sí, quisiera hacer hincapié en
algunos aspectos sobre Lemebel y su especial personalidad. Lemebel era como otros genios una persona muy
compleja. Amaba con todo su corazón a
los que sentía suyos y con los que se identificaba (la gente de “pobla” como
bien decía él, esto es las comunidades obreras, la gente sencilla económicamente
hablando, a las mujeres de esfuerzo que muchas veces sin un hombre al lado
deben mantener a su familia, a buena parte de la izquierda política chilena y
en especial a sus “locas”, entre ello homosexuales afeminados y de sus mismos
orígenes humildes, como también travestis, tal cuál Pedro mismo fue uno de
ellos). Es cierto, Lemebel era un
resentido y no dejaba de expresar su rabia y malestar con tanta mala memoria
chilena y doble estándar nacional; es por esta misma razón que a través de su
arte se encargó de dar cuenta de todo ese mundo que si bien antes otros habían
retratado, nunca antes habían sido vistos con la desnudez y la pluma (aquí le doy doble sentido a esta
palabra destacada) hasta que el propio Pedro llegó a nuestro escenario cultural,
para gritarnos una verdad que muchas veces es ignorada. Por toda esta razón hay que tener verdaderos
cojones para leerlo, abrir la mente, porque muchas veces aun cuando uno está de
acuerdo con muchas de sus palabras y disfrute su escritura, es cierto que en
ocasiones el lector no tendrá por qué comulgar con todas sus ideas (lo digo por
experiencia propia).
Así
como amaba demasiado, Lemebel también odiaba y recriminaba sin tapujos todo lo
que le parecía que estaba mal por acá, en este lugar casi olvidado del mundo; de
ese modo es que nacieron muchas de sus intervenciones públicas más polémicas,
como también a veces las más brillantes.
Asimismo es que su manera tan apasionada para ser el mismo (tan “amariconada”
en sus propias palabras) le granjeó tanto la admiración y la incondicionalidad,
como el desapruebo de otros, si bien esto último a Pedro ni le quitaba el
sueño. Y es aquí donde me detengo en lo
que significó para mí: Como escritor me costó llegar a apreciar su impronta, en
especial su gusto por un mundo que muchas veces me ha parecido decadente y tampoco
voy a negar que su apariencia y personalidad bien me molestó al principio…
Entonces pude conocer más de su historia personal y logre ver la cualidad y
calidad de sus escritos (no hay que dejarse confundir por la forma para
apreciar el fondo). Poco después, un día
que recuerdo con mucho cariño, presencié una lectura poética suya en una feria
del libro y entonces terminó por conquistarme.
El año antepasado en otra exposición literaria volví a encontrármelo y
esta vez tuve el gusto de sacarme una foto con él y hasta que me autografiara
uno de sus libros. Ciertamente ni me
tomó en cuenta cuando aquella vez le dije que lo apreciaba bastante y que daba
a leer algunos de sus textos a mis alumnos; pues bien, ello me decepcionó, pero
sería un verdadero idiota si me hubiese olvidado de lo especial que era Lemebel
y me lo tomara a personal…Pues de que era una diva, lo era ¿No? (de hecho se
dio casi una hora de atraso en salir al escenario, mientras su público devoto
lo esperábamos).
La
verdad es que lo que más le valoré a Lemebel fue su valentía y fuertes
convicciones en todo momento…Pues a Pedro le tocó vivir una etapa muy dura de
nuestra historia nacional, me refiero a la dictadura de Augusto Pinochet (que
tantas inocentes víctimas se cobró), cuando ser homosexual y más encima “loca”
y travesti no era la mejor manera de sobrevivir a un sistema represivo como ese;
de tal modo en los últimos años de ese oscuro periodo, cuando ya se perfilaba
al artista que había en él, el escritor sin dudarlo hizo de sus ideales
manifestación estética pública y comenzó a hacerse oír. Luego cuando volvió la democracia, en contra
de todas nuestros sueños más idealistas, no dejó de recordarnos que eso de “La
alegría ya viene” era algo solo para unos cuantos (lema del famoso y pegajoso
jingle del NO, alianza política de izquierda que se oponía a que Pinochet
siguiera en el poder, cuando se hizo el Plebiscito en el 88). El día en que lo fui a ver a la Feria del
Libro Internacional en 2013, Lemebel dio su presentación con su “nueva voz”, ya
que para entonces llevaba rato con el cáncer que terminó fulminándolo, de modo
que tuvo que extirpársele la laringe y por esta razón en esos momentos usaba un
aparato eléctrico para hablar. Pero como
bien quedó demostrado, ello no le quitó las ganas para hacer su trabajo y hubo
otros actos culturales en los que participó.
¿Y me preguntan por qué razón lo admiré y lo admiro?
2.1- El Libro, las
Crónicas y las Ideas.
La
Esquina es mi Corazón corresponde al primer libro de crónicas publicado por Pedro Lemebel y
ello fue en el transcurso de 1995, gracias a la editorial chilena Cuarto
Propio. Ante el evidente interés
internacional por su obra, la editorial Seix Barral compró los derechos para
una nueva edición, esta vez de carácter masivo en nuestra lengua, en 2001 (a
partir de entonces este importante sello se encargó de comercializar el resto
de sus libros). A la versión de Seix
Barral se agregó un prólogo encargado de presentar al autor y de analizar su
trabajo, hecho por el estudioso Carlos Monsiváis. Asimismo el tomo se encuentra compuesto por
19 crónicas en total.
Para
llegar a apreciar este volumen en todo su esplendor, cabe recordar que cuando
Lemebel escribía sus crónicas, no lo hacía como periodista o historiador
(respetables profesiones con las cuales por lo general se relaciona esta
palabra), si no como artista de la palabra que pretendía reflejar con su prosa la
realidad tal y como él la veía; de este modo si bien en lo que decía abundan
datos fidedignos y claramente reconocibles, no dejan de verse a la luz de su
propia interioridad. Son textos de
corte lírico inspirados en hechos reales, muchas veces noticiosos, cuya
intención es la denuncia política de una forma estilizada. Ellos están dedicadas a los personajes
marginales y periféricos con los que Pedro claramente se identificaba, razón
por la cual en sus páginas deambulan sujetos sumidos en la miseria de su
pobreza y de su falta de expectativas de una vida mejor; también hay obreros,
simples dueñas de casa poblacionales, homosexuales travestis y dedicados a la
prostitución, escolares adolescentes cuyos intereses para nada son los
estudios…
La mayor parte de estos escritos poseen un
tono que se aleja del humor corrosivo y la alegría que más tarde fue posible
ver en sus trabajos posteriores. Son
trabajos claramente de crítica social y política, que más que reivindicar la
homosexualidad tal y como la vivió Pedro y enaltecer a sus personajes reales,
pretenden mostrar una faceta de Chile que o bien mucha gente desconocía (o desconoce)
o que más bien pretende ignorar. A su
vez son crónicas breves que muestran diferentes escenarios del mundo en el que
le tocó vivir al autor (y hasta cierto punto a nosotros mismos como chilenos
actuales, si bien a unos en mayor medida que a otros), sin ánimo la mayoría de
una revisión romántica o reivindicacionista, sino que al desnudo ¿Para mejorar
esta situación tal vez? La verdad es que el escritor no pretendía dar una
propuesta o respuesta a los males sociales que retrataba, él solo se limitaba a
ilustrarlos en su estilo tan peculiar.
Teniendo
en cuenta que uno de los pilares fundamentales temáticamente hablando de este
libro y del resto de la labor literaria de Lemebel era la homosexualidad
marginal, puede llamar la atención (incluso impactar) que en muchas de estas
páginas se presentan prácticas homoeróticas realizadas por heterosexuales,
muchos de ellos adolescentes. Esta
situación el cronista la refleja con su acostumbrado lenguaje, mezcla de la
coprolalia más desfachatada, con un español cultísimo y donde el lirismo
tampoco falta:
“Así, el ojo coliza recorre el
muro, en cada dibujo apurado recorta apuntes y croquis fálicos como rosas de un
papel mural sepiado por las huellas del orín. Flores de yodo rebanan el iris de
la loca, alfabetizan su deseo en los signos desvaídos por la soledad del baño
público. Una crónica voyeur que recoge su silabario aguaitando a través del
agujero el baño contiguo. Mirando el chorro dorado de un hincha que expulsa la
cerveza. Un péndex que también ha visto el lente de la loca congelado en su
miembro. Ese ojo rubí que horada el muro con desespero. Entonces a una señal la
loca se cambia de equipo, se mete en la caseta vecina donde el chico la espera
agitando tarjeta roja entre las manos. Después la puerta cerrada es sorda a la
bullanguera farra que persigue la pelota. Afuera el estadio estalla cuando un
centro-foward zigzaguea la bola por la entrepierna, apenas la roza, la puntea,
la baila en la pelvis, al pecho, la goza cabeceando y zoom mete cuerpo y balón
en el hoyo del arco”.
Considerando la época en la que fueron escritas y publicadas estas
crónicas, además de su carácter de “no ficción”, se encuentran llenas de
referencias de la cultura popular de su momento, en especial en lo que se
refiere a la música. De este modo el
libro bien sirve como testimonio del Chile de aquellos años con sus gustos,
preferencias y hasta manifestaciones culturales.
Muchos de los títulos que eligió para sus escritos, atienden a la
cultura homosexual y en especial al travestismo con palabras claves como:
anacondas (clara palabra de referencia fálica), terciopelo negro, encajes, raso
blanco, emplumado, etc.
El
nombre que da título a este primer compilado de las crónicas de Pedro Lemebel, La
Esquina es mi Corazón, es el de uno de los primeros textos que lo
comprenden. No obstante también se puede
afirmar que su uso de forma génerica, atiende a la costumbre de muchos grupos
sociales como delincuentes, drogadictos, jóvenes, escolares y prostititut@s
para ocupar estos sitios como lugares de encuentro y donde permanecen gran
parte de su tiempo; de este modo se trata de sitios con los cuales se relacionan
más que con su hogar, el trabajo (si es que lo tienen) o el colegio (donde van
obligados por sus adultos), ya que además es ahí donde o bien encuentran a sus
pares o a sus clientes.
2.2- Desmenuzando las Crónicas.
Y
ahora una pequeña síntesis sobre de qué se trata cada texto que forma parte de
este compilado, con unas cuantas palabras personales al respecto y una cita
textual para ilustrar mejor su contenido:
- Anacondas en el parque: El Parque
Forestal en Santiago es una de las áreas verdes más grandes y famosas de
la ciudad, de modo que es un lugar frecuente para pasear y descansar en
él. Lemebel abre su libro
contándonos de las incursiones homoeróticas entre jóvenes que se suceden
tras la supuesta protección de sus plantas y detrás de las cuales estos
amantes improvisados tienen sus apurados encuentros. El texto permite de inmediato reconocer
el tono que tendrá el resto del volumen, demostrándonos que la ciudad es
mucho más del perfecto orden que los ojos más ingenuos ven; por ende, tal
como muestra el escrito, un lugar público como este y ubicado en un sector
privilegiado de Santiago, no escapa a las actividades consideradas por
muchos como “deshonestas”.
“Los parques de noche florecen en rocío de perlas solitarias, en lluvia
de arroz que derraman los círculos de manuelas, como ecología pasional que
circunda a la pareja. Masturbaciones colectivas reciclan en maniobras
desesperadas los juegos de infancia; el tobogán, el columpio, el balancín, la
escondida apenumbrada en cofradías de hombres, que con el timón enhiesto, se
aglutinan por la sumatoria de sus cartílagos. Así pene a mano, mano a mano y
pene ajeno, forman una rueda que colectiviza el gesto negado en un carrusel de
manoseos, en un "corre que te pillo" de toqueteo y agarrón. Una danza
tribal donde cada quien engancha su carro en el expreso de la medianoche,
enrielando la cuncuna que toma su forma en el penetrar y ser penetrado bajo el
follaje turbio de los acacios”.
- La esquina es mi corazón (o los New Kids
del bloque): Quizás una de sus crónicas más famosas y la
que le da el nombre al libro. Trata
acerca de la juventud de las poblaciones pobres de Santiago, muchas veces
sin mayores expectativas que juntarse en las esquinas a tomar, fumar y
delinquir, entre otras cosas. En
cierta medida el texto pareciera enaltecer a estos muchachos, puesto que
no hace juicio de valor de su actitud y de algún modo culpa a las
autoridades y poderes fácticos de este tipo de manifestaciones sociales
(como si no fuera responsabilidad de uno mismo salir de sus propias
miserias, tal como el mismo autor lo hizo a través de su arte). El subtítulo es una referencia indirecta
al popular grupo de música gringa de aquellos años, The New Kids on the Block, tipo de juventud idealizada
y yanqui, que contrastaba por completo con la de esta y mucho menos
afortunada. Pueda que le pase a
algunos, que personalmente este sea uno de los escritos que menos me
agrada de su autor, debido justamente a la simpatía que demuestra hacia
este tipo de gente.
“Dedicado a los chicos del
bloque, desaguando la borrachera en la misma escala donde sus padres
beatlemaníacos me hicieron a lo perrito; inyectándome entonces el borde plateado
de la orina que baja desnuda los peldaños hasta aposentarse en una estrella humeante.
Yo me fumo esos vapores en un suspiro de amor por su exilio rebelde. Un brindis
de yodo por su imaginario corroído por la droga”.
- La Babilonia de Horcón: Presenta a un
curioso personaje tan propio de Lemebel, una muchacha alcohólica famosa
tristemente por sus escándalos públicos en fiestas, bares y otros lugares
y la cual además acostumbra desnudarse en medio de sus borracheras. En el texto es conocida como Babilonia,
nombre simbólico para referirse a su supuesta decadencia y en referencia a
la bíblica ciudad reconocida por sus “pecados”. A diferencia de los protagonistas de la
crónica anterior, Lemebel en esta ocasión describe a su protagonista de
tal manera, que se llega a sentir empatía por ella, de modo que es posible
reconocer el sentimiento de soledad que la lleva a la
autodestrucción. Al final del texto
se presenta una pequeña cuota de humor que humaniza y enternece más que
nunca a esta mujer.
“Mientras intentó configurar su cuerpo en los jirones de luces a
manotazos que la desnudan, girando bamboleira en la disco Gloria de Horcón.
Donde tantas veces el dueño la sacó a punta de bota texana por espantarle la
clientela con los escándalos. La Babilonia otra vez empelotándose, otra vez en
cueros sobre la pasarela de la barra, casi incidental. Como si el deslizarse de
la falda o el paracaídas del sostén fuera un placer privado, un blando retorno
a esa gruta de virgen tercermundista. Creyéndose la Venus de Botticelli entre
las conchas de mariscos que le arrojan los pescadores para que se alimente”.
- Babas de caracol en terciopelo negro: Bien puede ser
uno de los escritos más interesantes del libro. Trata acerca de las espontáneas
actividades sexuales entre hombres, en uno de los antiguos cines rotativos
que por aquellos años habían en la capital (hoy en día los únicos que
quedan de este tipo, emiten solo filmes pornográficos). Toda una proeza literaria viene a ser el
ingenio y el talento de Lemebel para describir a su manera estos encuentros,
a la par que se exhibe en pantalla una película de Bruce Lee.
“Entonces la banda sonora es el crujido de los asientos; un coral de
seseo o pequeña gimnasia promiscua en el jiujitsu de los dedos. En contraste
con la gimnasia de la coreografía karateca doblada por la cadena de manuelas,
mano con mano, golpe a golpe, beso a beso, saltos mortales del chino que
reproduce en menor escala el chorro ligoso que dibuja el aire con su trapecio
seminal. Mientras el telón estalla en ketchup a full-contac, tiñendo el
cinturón negro de rosa y de primer dan a tercer sexo”.
- Cómo no te voy a querer (o la micropolítica
de las barras): Junto con el que le da su título al compilado,
el otro texto de carácter polémico por su supuesto apoyo moral a las
llamadas “barras bravas”, es decir, a las dos grandes asociaciones de
fanáticos del fútbol nacional, Los de Abajo y la Garra Blanca, ambos de
equipos contrarios. El texto narra
sus intervenciones tanto dentro del estadio como fuera de él, con
distintas manifestaciones de violencia y que en todo caso deja claro su
autor responden al malestar de sus integrantes ante la desigualdad
social. Entre medio Pedro narra un
encuentro homosexual en uno de los baños del recinto deportivo (todo lo
que corresponde al itinerario de esta “loca” barrera, resulta ser bastante
entretenido y hasta gracioso, en especial mientras se encuentra viendo el
partido con los demás “hinchas”). El
nombre de la crónica está sacado de un fragmento de una de las canciones
más populares, usadas por estos fanáticos para alentar a sus equipos.
“Deshojadas del control ciudadano, las barras de fútbol desbordan los
estadios haciendo cimbrar las rejas o echando por tierra las barreras de
contención que pone la ley para delimitar la fiebre juvenil, la prole
adolescente que se complicita bajo la heráldica de los equipos deportivos. Es
así, que cada confrontación deja como resultado una estela de palos, piedras y
vidrios rotos al paso atronador de La Garra Blanca y Los de Abajo; dos sentimientos
de la hinchada pelotera que aterrorizan el relax de los hogares de buena crianza,
con los ecos mongoles de la periferia”.
- Escualos en la bruma: Otra crónica de
gran atractivo y que narra lo que ocurre detrás de los muros de un antiguo
sauna gay, el cual en todo caso no se publicita como un sitio dado a esta
comunidad; no obstante tal como queda detallado en sus páginas, todos los
vecinos saben a qué acuden en realidad sus clientes. En contra de lo esperado y atendiendo a
la realidad chilena, tal como queda descrito aquí, Lembel nos muestra que
no es un lugar donde se encuentran adonis y efebos homosexuales, sino que
los hombres que describe el autor resultan ser de lo más corriente (por no
decir poco agraciados). Por otro
lado, acá también es posible encontrarnos con el buen humor del autor y
que se echa de menos en gran parte del libro.
“Después de pagar la entrada de mil pesos, se recibe una sábana de
túnica para taparse los colgajos masculinos, una caluga de champú, un jabón
Popeye y un par de zuecos de madera para extraviarse en los túneles de algodón.
Así se puede vitrinear libremente dejando que la mirada resbale por los
peldaños de la celulitis, que reproduce la decadencia del inmueble. Como si las
cicatrices de vesícula se prolongaran en las grietas de las baldosas, o las
hernias umbilicales fueran cañerías tapadas por el sarro, y los techos cuarteados
un cielo de estómagos con cirrosis. Y todo esto junto, formara un gran friso escultórico
cocinándose al baño maría”.
- Encajes de acero para una almohada
penitencial: En este caso la prosa del cronista revela cómo
funciona el sistema de violaciones entre los presos de las cárceles masculinas
nacionales; triste costumbre que bien sabido ocurre en las de otros
países, aunque aquí el artista lo hace dejando testimonio una vez más
nuestra propia chilenidad y un machismo y violencia que llegan a ser
aberrantes aún en su dimensión menos heterosexual.
“Es así, que en apariencias, la
vejación en las cárceles de hombres sería la más traumática, dejando secuelas
que llevarían al suicidio. Pero las apariencias engañan, <los muchachos de
antes también usaban vaselina> y los padres de la patria ya no tienen patio trasero
que defender. Más bien se lo juegan en barajas de ocio ganado y perdido, montándose
unos a otros con las trenzas sueltas del encierro. En el adentro nada es tan terrible;
basta apretar los dientes, morder los encajes de la sábana carcelaria, relajar
el esfínter y olvidarse de la ideología. "A desalambrar" y morir en
la rueda, porque la hemorragia de la propaganda estigmatiza a quien delata el
salivazo del hermano. Si Abel se hubiera hecho el leso, Caín sería su marico”.
- Lagartos en el cuartel (yo no era así,
fue en el Servicio Militar): Otra realidad que no es propia de
nuestro pueblo, los encuentros homoeróticos entre los conscriptos en el
Servicio Militar. Cabe notar que
cuando escribió este trabajo Pedro, por aquel entonces esta “institución”
era obligatoria y la mayoría de los que entraban en ella eran jóvenes de
sectores populares, los cuales para nada deseaban realizarlo (los de mejor
nivel económico tenían la suerte de “sacarse” el servicio).
“Una ojeada de perfil deslizada al compañero de camarote, casi
incidental al recoger el jabón, al agacharse la punta que rosa el lomo como un
beso distraído en medio del apuro. Un cuidado que te clavo, Jesucristo, estalla
en risa, parece risa, suena chistoso, pero queda atravesado entre ceja y ceja
mientras tiritando se visten, mientras trepa por las pantorrillas peludas el
tieso algodón del calzoncillo militar. Un ojo voyeur sigue mirando esa parte
donde se levanta suave el pantalón de camuflaje”.
- Barbarella Clip (esa orgía congelada de
la modernidad): He aquí crítica social y política a lo Lemebel
en su estado más puro, puesto que por medio de esta obra el autor se
permite denunciar el impacto nocivo que provoca en la comunidad menos
privilegiada, económicamente hablando, la televisión y la publicidad (esto
debido a su constante bombardeo de estereotipos sexuales y de
consumismo). Interesante resulta
ser cómo frente a esta problemática, el autor expone una vez más sus fortuitas
aventuras sexuales entre jóvenes marginales del mismo sexo.
“Quizás, en la multiplicación
tecnológica que estalló en las últimas décadas, la política de la libido
impulsada por la revolución sexual de los sesenta perdió el rumbo, desfigurándose
en el traspaso del cuerpo por la pantalla de las comunicaciones. Tal vez fue allí
donde una modernidad del consumo hizo de la erótica un producto más del
mercado, o más bien, fue elegida como adjetivo visual que utiliza la publicidad
para enmarcar sus objetivos de venta”.
- Chile mar y cueca (o 'arréglate, Juana
Rosa'): El escritor detalle acá el llamado “lado B” de las Fiestas Patrias
Chilenas y donde tal y como queda expresado en sus líneas, solo unos pocos
logran celebrar la independencia de Chile; mientras tanto los más pobres
deben contentarse con migajas, si es que algo logran tener para ello. El subtítulo que va entre paréntesis,
tal y como acostumbra hacerlo en sus crónicas Lemebel, atiende al de toda
empleada doméstica (llamadas “nana” en el país) que en muchas casas
acomodadas, mientras sus jefes disfrutan
de los festejos, deben arreglarse para atender a las visitas y
sacrificar su propio tiempo libre.
“La cueca es una danza que
escenifica la conquista española del huaso amariconado en su trajecito
flamenco. Un traje dos piezas, lleno de botones, que hace juego con las botas
de flecos y taco mariposa. El huaso de latifundio que se apituca coqueto con la
chaqueta a la cintura para mostrar el culito. Un quinchero que corretea la
china hasta el gallinero. Y la china es la empleada doméstica que dejó sus
trenzas en la noche de Temuco”.
- Tarántulas en el pelo: Moda,
peluquería y homosexualidad están sin dudas relacionadas entre sí para
mucha gente. De este modo el texto
nos muestra con sarcasmo el papel que cumplen los estilistas en la vida de
muchas mujeres, describiendo la singular relación que se da entre
especialistas y sus clientas.
Asimismo el escrito permite reflejar las conductas sociales de
muchos de estos personajes, como una señal de su propio arribismo y que el
autor denuncia como mal nacional.
“Detrás de la imagen de mujer
famosa, casi siempre existe un modisto, maquillador o peluquero que le arma la
facha y el garbo para enfrentar las cámaras. Una complicidad que invierte el
travestismo, al travestir a la mujer con la exuberancia coliza negada
socialmente. Cada mujer tiene en su peluquero un amante platónico, un consejero
o pañuelo de gasa que seca sus lágrimas y levanta su ánimo, en una suerte de
terapia engatusadora que recubre el demacre con la madre cosmética.
Transformándose en una mater de
manos peludas, que revierte su Edipo homosexual en la ternura del masaje al
cráneo femenino. Con máscaras y menjunjes a la placenta, a la mosqueta, a la
tortura de estirados, zangoloteos de celulitis y papadas sueltas. En la vida
todo tiene arreglo, mi reina, le repite incansable a todas las mujeres que se
entregan a sus dedos de tijera”.
- Censo y conquista (¿y esa peluca rosada
bajo la cama?): El 22 de abril de 1992 se realizó el
antepenúltimo censo de la población chilena. Es así como contándonos sus orígenes
coloniales a manera de control de la comunidad indígena (según Lemebel),
el autor muestra la faceta oculta de este evento en los días en que
redactó esta crónica; de esta manera el escritor ve en ello a una
manifestación más de los males sociales chilenos, que sin dudarlo gustaba
denunciar.
“El súper censo como oso hormiguero mete
su trompa en los pliegues mohosos de la pobreza, va describiendo con pluma
oficial la precariedad de la vivienda. Que si los muros son de cemento o barro
con paja. Que si es baño o pozo séptico. Y si es baño, por qué el water se
rebasa de cardenales como maceta greco-romana en el patio. Y si la casa venía
con cocina, por qué la usan de velador y hacen fuego con leña”.
- La música y las luces nunca se apagaron:
Uno de los textos más inspirados
y literarios del libro y el cual se constituye en el homenaje de Lemebel para las
lloradas víctimas, que murieron quemadas en un atentado incendiario a una
popular discoteca gay por aquellos años.
Queda claro, además, el carácter reprobatorio del texto contra la
homofobia, la que por aquel entonces era mucho más fuerte que ahora (por
otro lado, este acto criminal en su tiempo no fue abordado por la justicia
como correspondía).
“Ese resplandor amarillo que trepa los peldaños como un reguero de
pólvora, que alcanza las plumas lacias de los travestis inflamando la silicona
en chispazos púrpura y todos aplauden como si fuera parte del show. Total la
música y las luces no se apagan y sigue cantando la Grace Jones, por eso nadie
lo toma en serio. Como darse cuenta de que la escalera de entrada se derrumba
en un estruendo de cenizas, si el sonido es tan fuerte y todos sudan en el
baile. Qué más da un poco de calor si las locas están calientes atracando y al
gritito de: "Fuego, fuego", no falta la que dice: "¿Dónde? Aquí
en mi corazón". Pero en un momento el chiste se transforma en infierno”.
- "Noches de raso blanco" (a ese
chico tan duro): Una severa crítica a los que comercian con las
drogas duras y en especial con la cocaína, haciéndose ricos reclutando a
jóvenes de sectores vulnerables, quienes se convierten en otras víctimas
de este flagelo (otro modo de manipulación de los grupos sociales más
acomodados y de discriminación).
“La diosa no tiene ética, su itinerario lo demarca el vaivén del poder.
Un billete dólar la puede transportar en la charretera de un uniforme
castrense, como en el pañuelo que engalana el terno de un parlamentario, que se
pega su aspirada en un rincón del Congreso, para resistir los fatigosos debates
sobre la ley antidrogas”.
- El resplandor emplumado del circo travesti:
De seguro el texto más positivo del libro y donde el lirismo
acerado del autor es dejado atrás en parte, para honrar a un espectáculo
popular chileno muy querido entre nuestra gente: El Circo Show de Timoteo. Compuesto por transformistas ya entrados
en años, es un evento artístico sin igual en el país, que llena de risas a
sus asistentes a lo largo de todo el territorio en su itinerario y que
además tal como revela Lemebel, se encuentra lleno de gente maravillosa.
“Desde entonces la Fabiola de
Luján, el cetáceo dorado de la noche, adormece con su bolero la difícil
existencia de los espectadores. Desde entonces el/ella, desbordante en su paquidermia,
va rifando la botella de pisco equilibrada en las agujas de los tacos. Va ofreciendo
los números mientras trepa la escalera de tablones entre la gente,
contestándole al que le grita guatona, que ella con su guata se fabrica unas
exuberantes tetas. <Y vos con esas bolsas entre las piernas no hacís na>".
- Coleópteros en el parabrisas: Tras un texto
que en verdad llega a ser ameno como el ya abordado arriba, Pedro nos
golpea con otro de sus escritos más políticos y donde en esta ocasión le
toca al pésimo sistema de locomoción colectiva, de los momentos en que fue
redactado. De este modo la crónica
nos relata todo lo que ocurre durante el viaje de una de estas “micros”,
con su cargamento de personas, hasta el inesperado y triste destino que les
otorga. A su vez esta obrita sirve
como documento histórico, al describir tan bien cómo funcionaban en
general estos vehículos (algo que a la fecha ha cambiado para mejor en
cierta medida, gracias al actual sistema).
Por otro lado, el nombre de esta crónica no puede ser más
significativo, ya que atiende a los insectos que chocan en su vuelo contra
los automóviles.
“La
micro es una lata de sopa que revuelve los intestinos. Un pastiche de eructos, flatos
y peos que colorean el duro tránsito que se desbarranca a la periferia.
Mientras bajan y suben pasajeros que en la desesperación por agarrar un
asiento, no sienten la seda de una mano que despabila la billetera. En su
histeria por acomodarse, no sienten el guante tibio que les horada los muslos.
Más bien lo sienten y no hacen escándalo. Total un agarrón al paso no deja
consecuencias. Un guante lascivo siempre es necesario en la ciudad, porque remece
la frigidez y deja caliente el agua para el mate que se tomará en casa”.
- Lucero de mimbre en la noche campanal: En esta ocasión
le toca a la Navidad ser revisada en su faceta menos alegre por
Lemebel. De este modo aquí se
descubre la miseria que no deja de verse en esta época del año y a la que
muchos le hacen la vista gorda. Por
otro lado, expone de la manera típica en él, con mucha acidez, la fiebre
consumista que embarga a todo el mundo y a los chilenos, por supuesto.
“Así, de "Buenas noches los pastores" y coros celestes que
cantan aleluyas, la calle en estas fechas es un hervidero de adornos y viejos
pascueros vivos que le muestran la placa de dientes a la Polaroid con la niñita
entre las piernas. Ancianos jubilados que tienen trabajo una sola vez al año,
cuando se representan a sí mismos babeando la arteriosclerosis en la barba
postiza, en la imagen del viejo bonachón del Polo Norte que suda la gota gorda en
su traje escarlata”.
- Las locas del verano leopardo: Una agridulce
crónica que, por un lado, habla sobre el verano playero de la gente pobre
en las populosas costas de Cartagena y, por otro, de las salidas
vacacionales a este mismo lugar de las “locas” pobres. Es así como crítica social va de la mano
con un cuadro cuasi costumbrista y donde el autor se permite ser menos
negativo, que en sus trabajos arriba señalados.
“Así, de loca a loco, de choros a
machas y de fletos por carencia, no falta el ano ansioso que vitrineando el
mariscal, lanza una ojeada al péndex mestizo que se deja acariciar los muslos
descuerados por el ojo del ozono. El chico sabe que a esas alturas del verano
lo único que le queda por transar es su verde sexo. Por eso pide un cigarro,
seduce con el manoseo del bolsillo, y se olvida de la polola cuando juntos
entran a la pieza de mala muerte que el coliza arrienda con el sudor de rizos y
permanentes”.
- Las amapolas también tiene espinas: Teniendo en
cuenta el tono de la mayor parte del libro, Lemebel lo termina con un
nuevo texto basado en un caso policial, que le permite al artista hacernos
ver una vez más la homofobia nacional de aquellos años. Su historia parte como un encuentro
sexual más entre un joven poblador supuestamente heterosexual y un
homosexual consumado, el cual termina en desgracia. Es por esta razón que el subtítulo del
texto tiene como dedicatoria a
Miguel Ángel, quien por supuesto debió inspirar al escritor para
realizar este trabajo.
“Pareciera que el homosexual
asume cierta valentía en esta capacidad infinita de riesgo, rinconeando la
sombra en su serpentina de echar el guante al primer macho que le corresponda
el guiño. Algo así como desafiar los roles y contaminar sus fronteras. Alterar la
típica pareja gay y la hibridez de sus azahares, conquistarse uno de esos chicos
duros que al primer trago dicen nunca, al segundo probablemente, y al tercero,
sí hay un pito, se funden en la felpa del escampado”.